25. LA MEJOR COMPAÑÍA
Al principio charlamos de cosas triviales, hasta que acabamos recostados en el suelo, envueltos en mantas, mirando una película y comiendo chocolates que él tenía guardado en sus cajones. Bueno, a decir verdad, yo comí los chocolates. En mi defensa, él era el único que me daba de comer golosinas. Comenzaba a acostumbrarme y a gustarme más de lo debido.
—¿Estás bien? —preguntó Oliver de repente.
Lo miré, pensando en que estaba mal que me gustase. Pero aunque aún no sabía concretamente que era lo que realmente sentía, quizá se me iría con el tiempo, igual que con Matthew. Porque, al principio todo parece ir genial, pero luego aquello se derrumba y te quedas sin nada. Y yo no quiero eso.
—Sí, sí. ¿Y tú?
Oliver sonrió un poco.
—Sí, en estas circunstancias eres la mejor compañía que pude haber tenido. Y lo aprecio.
Sonreí, embobada. A la par que él me sonreía a mí. Aquella sonrisa que se me hacia tan preciosa.
Pero a pesar de aquel instante de alegría, me seguía preguntando qué rayos le sucedía. Era inevitable no preocuparse, aunque él me haya dicho que ya me lo contaría, seguía intrigada y hasta un poco asustada.
—No dejas de pensar en qué me sucede. ¿Cierto?
Asentí, apenada.
Sabía que ese tema no era su favorito para hablar.
—Ya te dije que te lo contaré, algún día —aseguró y volví a asentir lentamente—. Mientras tanto, me gustaría que me cuentes por qué tus notas han bajado.
Rodeé los ojos.
—Ese no es asunto tuyo —refuté.
—Pues si necesitas ayuda, podría brindártela —comentó orgulloso—. Soy bueno para varias clases.
—Ya. Estoy bien, gracias igual —le di un mordisco a mi chocolate.
Oliver asintió y bebió de su botella de agua, me quedé observándolo un rato. Su cabello castaño despeinado, su camiseta blanca y sus pantalones de dormir a cuadros. Lo hacían aún más bello. Y seguí mirándolo como si no me notara. Hasta que se paró de golpe, yendo hasta su armario, buscando algo, y cuando lo encontró, me lo arrojó a la cara. Era una camiseta negra y unos pantalones como los suyos.
—No me gustaría que me invitada esté con ropa incómoda —comentó sonriente—. Puedes ir al baño para cambiarte —apuntó a una de las puertas que se encontraba dentro de su habitación.
Asentí y me dirigí al baño. Casi todo era blanco, excepto por la cortina negra. Y el espejo, era inmenso. Me cambié rápido y aproveché para orinar, había tomado demasiada soda junto a Penny. Una vez que estaba con la ropa de Oliver puesta, pude sentir su aroma. No me cansaría de olerlo, jamás.
Tomé mi ropa y salí del baño, tras haberme lavado las manos.
—Bellísima, ya puedes desfilar y cautivar a los espectadores —bromeó.
Sonreí, divertida.
Dejé mi ropa en la silla giratoria junto a su escritorio y volví a sentarme junto a él. Pero esta vez, no estábamos tan lejos. Esta vez, Oliver se acercó, tomó un almohadón y posó su cabeza en mi regazo. Para luego comenzar a jugar con mis risos.
—Me gusta tu cabello —murmuró, mientras yo me sonrojaba poco a poco—, y tus ojos.
Le sonreí, un poco nerviosa.
—¿Me dejas pasar el resto de la noche así? —pidió.
Asentí, tras sentir cómo cada parte de mi cabello corporal, se erizaba.
—Me gustas mucho, Amber —susurró, acomodándose mejor. Para luego centrarse en la película.
Vale, aquellas palabras fueron como un balde de agua fría cayendo poco a poco sobre mí. Pero... me quedé estática, no respondí, simplemente no pude.
Su confesión sonó sincera, sí. Pero algo me sabía mal. Así que, solo me centré a seguir compartiendo ese momento con él, porque aunque los sentimientos parezcan correspondidos, aún quedaba mucho por recorrer.
Y no siempre, sale bien.
***
—Amber —escuché a alguien susurrar, mientras sentía algo tocando mi mejilla—. Amber.
Al abrir los ojos, tenía a Oliver frente a mí, observándome divertido.
—Tu teléfono está sonando desde hace media hora, es Penny —comentó por lo bajo.
—Oh, rayos.
Me levanté, quitándolo del medio. Para luego quitarle mi móvil, eran casi las siete de la mañana.
¡¿Cómo no pude escuchar la llamada?!
Tecleé el contacto de Penny, esperando que no estuviese cabreada.
—Joder, Amber. Hace una hora estoy aquí afuera, debes venir ya mismo. Papá llegará a las ocho, quiere que desayunemos juntos. Contigo.
Me quejé por lo bajo y le colgué, tras decirle que ya mismo iba. Y, como era de esperar, entré en desesperación, guardé mi móvil en el bolsillo trasero del pantalón y tomé mi ropa como pude, para luego asomarme hacia la ventana, tratando de pensar como bajar. Porque claramente no era lo mismo que subir.
Oliver solo me observaba divertido.
Cuando estaba a punto de irme, Oliver se asomó a mí y dijo:
—Me gustó pasar la noche contigo, espero que se repita.
Asentí como boba, mientras el besaba mi mejilla. Aquellos segundos parecieron eternos y no voy a negar que, su beso en mi mejilla me resultó algo muy tierno y bonito. Pero el momento lindo se esfumó en segundos, ya que un golpe en su puerta me despertó una vez más y salí por la ventana a toda prisa, lo que ocasionó que me resbalara y cayera al suelo. Reprimí el grito, no quería que me oyeran. Tomé mis cosas y eché a correr hasta el auto de Penny. Quien me observaba dando y reprimiendo carcajadas.
Me había visto caer, no cabía duda.
—Buenos días princesa —saludó Penny, una vez que me adentré a su coche—. ¿Todo bien?
Asentí reiteradas veces, aún seguía nerviosa y un tanto eufórica.
—Muy bien...—dijo animada poniendo el coche en marcha—. Nos espera un día largo.
Sonreí, notando que seguía con la ropa de Oliver y que, no tenía calzado puesto. Lo que me hizo pensar que, corrí por la calle en medias y que dejé mis botas en la habitación de Oliver.
Eso no era bueno, había dejado evidencia.
¡¿Cómo pude ser tan tonta?!
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Edición limitada [COMPLETA]
Teen FictionEn un momento de euforia Amber escoge declararse ante su crush, lo que no esperaba era que le saliera tan bien. ⭐ Amber Scott era una adolescente como cualquier otra, con sus pros y sus contras. Con sus inseguridades y virtudes. Así mismo tenía un a...