Cierra sus ojos, recuerda. La habitación pulcra, fría e impersonal, la enfermera amable. Se lleva las manos al pecho y acaricia el frasco que contiene a ese prototipo de ser. Hace tres días que cuelga de su cuello, frío al tacto.
Su rostro refleja tranquilidad mientras viaja hacia aquél lugar que hace años llamaba hogar, antes de enamorarse de su trabajo. Ese trabajo por el cual le había negado la vida a ese ser que jamás iba a amar lo suficiente. En su vida dividida entre el arte y la ciencia no había espacio para la maternidad. Está en paz porque ese ser jamás conocerá dolor alguno.
El tren la lleva a gran velocidad y ella piensa; de todas las formas de despedirse había elegido el bosque que la vio crecer en la lejanía, donde las mujeres que querían concebir dormían en el hueco de un árbol de corteza púrpura y hojas como sangre y regresaban contando que estar allí era como volver en el tiempo y ser nadie estando en el todo. De sus ramas cuelgan como frutos todos los que no fueron, prototipos de vida que llenan de magia, amor y dolor. Dicen que el árbol más que planta es madre y quizá tienen razón.
Baja del tren con la vista en lo profundo del bosque, el alma tira de ella. Se siente atada a aquel lugar por aquel colgante en su cuello. Camina hacia allí sin ser consciente, no siente pena o arrepentimiento. Con la mirada tranquila ve como la madre se inclina hacia ella y le extiende una rama, abre el frasco y minúsculas ramitas color bermellón sacan con delicadeza el contenido y lo cubren con una fina película casi traslúcida que empieza a brillar al ritmo de los latidos de la tierra.
Deavma no podía apartarse del árbol, una pregunta no terminaba de tomar forma en su mente, y Madre la escuchó. Con un crujido la corteza comenzó a abrirse, mostrando el interior escarlata que latía y brillaba, la mujer de cabello rizado blanco y piel cobriza entró. La paz invadió cada fibra de su cuerpo y su mente se convirtió en océano.
Otra vez el tren, su rostro tranquilo y una nueva certeza.
ESTÁS LEYENDO
Océano, el mundo con el que sueño despierta
RandomDicen que para ser escritor tienes que sentarte todos los días y escribir; esto es justamente lo que haré aquí. No prometo tener siempre algo bueno, al contrario, todo lo que aquí está escrito es de muy mala calidad. Soy Ana y tengo mil y un histori...