Los seis hombres gordos.

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¿En que momento un niño entiende los diferentes tonos de un silbido acosador de uno distraído? ¿Cuál era el momento en que un chico de descarrilaba tratando de perseguir el sexo disfrazado de minifalda?
Víctor era tosco desde niño,  no era para menos si en su casa siempre miraba el trató de su padre hacia su madre, ella siempre se quedaba quieta.
Una noche en la que Asunción estaba en la cocina, su marido  la cogió por el pelo y le levantó el faldón, urgido por sexo tosco y violento, todo cambió para Víctor. Quién a hurtadillas miraba la escena.
Una luz de violencia le provocó una erección, el llanto y los gritos de su madre, los golpes propinados por el padre, lo llevaron a lo que se convertiría años después.
Aquél hombre sádico capaz de secuestrar a cualquier mujer, ya ni albergaba en su pecho un mínimo de compasión, compasión que ni a su propia madre le tuvo.
Al menos había ido a descansar hacia mucho tiempo, cuando él apenas contaba los trece, por lo cuál se quedó en las garras de su padre.
En el instituto los demás niños le hacían mofas por lo gordo que era, otros lo golpeaban, mientras su padre,  a su vez, lo golpeaba por no defenderse.
Pasaron los años, y los que lo golpearon, otros gordos, que se hicieron más gordos que Víctor, consolidaron una amistad, haciendo tener a más de uno en el instituto ya que eran una panda de gamberros mal amansados.
Ya llegada la adultez 4 de ellos fueron procesados por acoso sexual, y para sus 10 años de amistad empezaron a consolidar su empresa.
Fue cuando conocieron al hombre sin nombre, que rápidamente pasó a formar parte de la manada.
Esa mañana Víctor tomó su cámara y propuso ir a la playa.
—¿Cuántas probabilidades hay de encontrar mercancía en la playa?—dijo Eduardo descartando la oferta.
—Te apuesto dos cervezas a que seguro hay más de una caminando sola — dijo Víctor.
Los otros tres, Daniel,  Rick y Rocha permanecieron  en silencio hasta que Rocha rompió el silencio.
Tengo una idea, votemos por la ciudad, otra vez, o por la playa, vale— dijo sonriendo.
—Que buena idea—dijo Daniel.
—A la ciudad—dijo Rocha.
Víctor, No, Eduardo Sí,  Daniel, Rick y Rocha, No.
Tendrían que ir a la playa.
Todos se subieron al camión,  Eduardo enojado no habló en todo el trayecto, pero los demás hacían bromas, vítores.
Todo les fue fácil,  una mujer desaliñada caminaba sola por la playa, parecía casi desorientada. Después se darían cuenta que había escapado irónicamente para caer de nuevo en una red. Vanessa los tenía tan cerca, como una sombra palpitante,  ella y la mujer desaliñada, ¿cómo podrían escapar?
Ellos, que habían aparcado el camión de forma que no lo viera nadie, se ofrecieron a ayudar a  la mujer, quien estaba reacia a aceptar pero igual cedió.
Llegaron donde tenían el camión aparcado y la sometieron entre los matorrales para no correr riesgos más que el de correrse.
La mujer no se resistió pues parecía drogada, pero si intentaba gritar pidiendo ayuda.
Por lo que Daniel le tuvo que tapar la boca con su mano, mientras Rick y Víctor la penetraban hasta el cansancio, el otro hombre sin nombre los miraba golpeando su cuerpo, haciendo incisiones en su cuerpo para dejarla tirada, muerta.
Cuando estaban casi por terminar con ella escucharon cuando Víctor y Rocha encontraron a otra chica. Víctor quería acción, por eso le cedió la cámara aquélla mañana a Rocha.
—Hola, nena.¿ Que haces tan solita? —dijo Eduardo,  ansioso por empezar.
La chica, Vanessa, se enderezó de golpe pegando un brinco trató de contestarle a Eduardo pero al ver la cámara que llevaba Rocha entre sus manos, su cara se transformó en espanto.
Se quedó inmóvil por un segundo para luego tratar le franquear el paso a Eduardo quien se interpuso en su camino.
Tenía miedo eso ellos lo sabían, quería llorar pero quería mostrarse fuerte como tantas otras “perras mal nacidas" como decían ellos.
—Señores, ¿puedo irme?—dijo con la voz entrecortada.
—Tranquila, no tocamos la mercancía a menos que la mercancía quiera —dijo Rocha mientras se acercaba. Una erección palpitaba por debajo de sus pantalones al igual que a Eduardo.
Rocha la obligó a que lo masturbara con su boca,  mientras su compañero la penetraba,  la golpearon,  la dejaron casi inconsciente,  la escupieron, la insultaron hasta el aburrimiento.
Vanessa quedó con el orgullo pisoteado mientras ellos se reían,  parecía un espectáculo donde ella fuera el fenómeno de circo y no al revés.
Algo debía de estar mal en este mundo se dijo, muy mal para que las cosas estén del revés.
Víctor, Daniel y Rick se unieron a la fiesta,  mientras el cuarto hombre sin nombre los miraba.
Eran seis los hombres sin alma.
Ella cerró los ojos justo cuando recibieron una llamada. Era uno de sus jefes, Don Armando.
Quería que se pasarán  por el local en la tarde para recoger a las seleccionadas. Decidieron entonces ir a entregar a Vanessa la primera de ese día.

Mujeres de voz efímera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora