Heriberto Ríos Bernal es un pediatra que dedica muy poco tiempo a las relaciones amorosas, hasta que conoce a Victoria Gutiérrez. Ella le desconcierta y atrae en partes iguales, pero está decidida a sortear cada uno de sus intentos por conquistarla...
Heriberto estaba en urgencias y ya pasaba la media noche, estaba tratando de concentrarse en un caso de emergencia que acababa de llegar. Sus residentes habían solicitado una interconsulta, pero su mente estaba concentrada en Victoria, en lo ocurrido la noche anterior.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Le había enviado algunos mensajes, sin recibir respuestas. También había llamado, pero en ninguna de las ocasiones había contestado. En algún punto del día, pensó que iría a su casa a buscarla, pero las cosas en urgencias pediátricas habían estado muy movidas.
Con su acostumbrada habilidad, se aseguró que el pequeño de 8 años, víctima de una desnutrición severa, estaba intubado. Entonces, se quitó los guantes para firmar unas órdenes y dar algunas indicaciones al residente de mayor rango. Después caminó en dirección a un escritorio cansado, frustrado e inquieto; más cuando recordó la noche pasada.
<<Flashback>>
- Creo que deberías irte Heriberto... me duele la cabeza. – Heriberto aguantó la respiración para soltarla bruscamente.
- ¿Qué sucede? – Ella sacudió la cabeza y sin poder evitarlo sus ojos se empañaron. – Sin que ella pudiera hacer nada, él se internó de nuevo en la casa y le sostuvo el rostro con ambas manos. – Dime...
- No creo que seguir viéndonos esté bien. – dijo ella en un susurro.
- ¿Por qué? – dijo entre triste y enojado. – No te das cuenta que te amo.
- No – dijo ella soltándose de manera brusca y dándose la vuelta. Heriberto la siguió y notó como las manos de Victoria temblaron antes que ella se las colocara en su rostro un instante, y se volviera a él después de respirar hondo. – No debiste enamorarte de mí.
- Pues no hay vuelta atrás.
- Claro que sí. Olvídate de mí, de esto. – dijo desesperada en un intento de herirlo y acabar con la agonía que sentía dentro de ella.
- ¿Tú podrás? – le dijo acercándose a ella y mirándola con angustia. - ¿Podrás dejar de sentir esto que sientes por mí? – La acercó a él con firmeza, sus rostros estaban muy juntos y sus respiraciones se mezclaban. – No lo has dicho nunca, no has aceptado algo que yo ya sé... lo noto en tu cuerpo, en tu mirada, en tus besos... me amas igual que yo te amo a ti. ¿Podrás ser feliz si me dejas ir? – Los ojos atemorizados de Victoria se llenaron de más lágrimas que no terminaban de salir - ¿A qué le temes mi amor? – Después de unos segundos interminables, ella le dijo con voz temblorosa.
- A que me odies.
- ¿Cómo podría odiarte? No podría... Jamás. – Ella se deshizo de su agarre y notó cómo él se tensaba.
- Es mejor que te vayas... yo... necesito pensar. – Heriberto soltó un suspiro y asintió.
- Está bien. Pero volveré... Te lo dije una vez; volveré siempre a ti.
<<Fin del Flashback>>
Decidido a cumplir esa promesa, volvió a tomar su iPhone para llamarle una vez más; pero el tono sonó varias veces hasta enviarlo de nuevo al buzón.
Bar Mis Joyas
Ámbar acababa de terminar su espectáculo, cuando tocaron a su puerta con insistencia. Ella respiró hondo antes de abrirla, encontrándose con quien menos imaginó y a quien no quería ver.
- ¿Qué haces aquí?
- Necesito hablar contigo.
- No. – Ella miró a uno de sus guaruras asignados, y este se plató frente a un Salazar bastante borracho.
- Necesito... - comenzó a hablar con evidente dificultad y casi cayéndose.
- Tú puedes estar muriéndote, y a mí no me importaría. – Entró en su camerino una vez más, dejando afuera el jaleo, que dejó de escucharse unos minutos después, prueba de que habían hecho algo con la visita indeseable. Se sentó dispuesta a cambiarse, pero unos minutos después, Zafiro entró pálida.
- No quiere irse. Lo metieron en un cuarto y está vociferando... menos mal que Rómulo no está. – Por fortuna para todos, Rómulo y sus empleados de confianza habían partido a Monterrey esa noche, para regresar al día siguiente - ¿Qué hacemos? – Ámbar apretó los puños y dejó la tarea que estaba haciendo. Entonces, salió con Zafiro pegada a los talones. Al llegar a la puerta de la habitación, uno de sus guardaespaldas la miró interrogándola, así que ella suspiró frustrada.
- ¿Tienes papel y pluma? – El hombre sacó de su bolsillo ambos y se los tendió. Ella garabateó algo y se lo pasó de vuelta al hombre. – Llámalo, él sabrá qué hacer.
Hospital D.F México
Heriberto miró el monitor que indicaba los signos vitales de un pequeño paciente en hospitalización. Aunque su mente divagaba por momentos, no podía dejar de hacer su trabajo; así que aunque las cosas parecían más tranquilas y ya no se necesitaba su ayuda, siguiendo echándoles una mano, para evitar pensar en Victoria y lo sucedido. Su teléfono sonó, así que salió de la habitación para contestar la llamada, extrañado por la hora de la misma.
- Dr. Ríos Bernal.
- Necesitamos su presencia en el Bar Mis Joyas.
- ¿En el Bar Mis Joyas? – preguntó extrañado.
- Federico Salazar, ¿le suena?
- ¿Qué le pasó? – dijo tensándose de inmediato, y avanzando rápidamente hacia la salida del hospital.
Bar Mis Joyas
- ¿Llamaste al número que te di?
- Si. Debe estar por llegar, dijo que salía enseguida para acá. – Ámbar asintió y escuchó como Salazar gritaba que lo sacaran de allí. - ¿Quieres que le dé una golpiza para callarlo? – preguntó el hombre de casi dos metros, con una sonrisa de satisfacción. Ella sacudió la cabeza con una sonrisa que no llegó a sus ojos.