Capítulo 12

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Hospital D.F México


Heriberto estaba en urgencias y ya pasaba la media noche, estaba tratando de concentrarse en un caso de emergencia que acababa de llegar. Sus residentes habían solicitado una interconsulta, pero su mente estaba concentrada en Victoria, en lo ocurrido la noche anterior.

Le había enviado algunos mensajes, sin recibir respuestas

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Le había enviado algunos mensajes, sin recibir respuestas. También había llamado, pero en ninguna de las ocasiones había contestado. En algún punto del día, pensó que iría a su casa a buscarla, pero las cosas en urgencias pediátricas habían estado muy movidas.

Con su acostumbrada habilidad, se aseguró que el pequeño de 8 años, víctima de una desnutrición severa, estaba intubado. Entonces, se quitó los guantes para firmar unas órdenes y dar algunas indicaciones al residente de mayor rango. Después caminó en dirección a un escritorio cansado, frustrado e inquieto; más cuando recordó la noche pasada.

<<Flashback>>

- Creo que deberías irte Heriberto... me duele la cabeza. – Heriberto aguantó la respiración para soltarla bruscamente.

- ¿Qué sucede? – Ella sacudió la cabeza y sin poder evitarlo sus ojos se empañaron. – Sin que ella pudiera hacer nada, él se internó de nuevo en la casa y le sostuvo el rostro con ambas manos. – Dime...

- No creo que seguir viéndonos esté bien. – dijo ella en un susurro.

- ¿Por qué? – dijo entre triste y enojado. – No te das cuenta que te amo.

- No – dijo ella soltándose de manera brusca y dándose la vuelta. Heriberto la siguió y notó como las manos de Victoria temblaron antes que ella se las colocara en su rostro un instante, y se volviera a él después de respirar hondo. – No debiste enamorarte de mí.

- Pues no hay vuelta atrás.

- Claro que sí. Olvídate de mí, de esto. – dijo desesperada en un intento de herirlo y acabar con la agonía que sentía dentro de ella.

- ¿Tú podrás? – le dijo acercándose a ella y mirándola con angustia. - ¿Podrás dejar de sentir esto que sientes por mí? – La acercó a él con firmeza, sus rostros estaban muy juntos y sus respiraciones se mezclaban. – No lo has dicho nunca, no has aceptado algo que yo ya sé... lo noto en tu cuerpo, en tu mirada, en tus besos... me amas igual que yo te amo a ti. ¿Podrás ser feliz si me dejas ir? – Los ojos atemorizados de Victoria se llenaron de más lágrimas que no terminaban de salir - ¿A qué le temes mi amor? – Después de unos segundos interminables, ella le dijo con voz temblorosa.

- A que me odies.

- ¿Cómo podría odiarte? No podría... Jamás. – Ella se deshizo de su agarre y notó cómo él se tensaba.

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