Capítulo 7. Padre.

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Jace apretó aún más los puños, lágrimas de sangre resbalando por sus manos. Clary se quedó congelada, al igual que Alec.

Y entonces las puertas se abrieron y Simon, con las mejillas rojas, apareció. Isabelle apareció detrás de él en un remolino de vestido blanco.

—¡Simon! —dijo Clary, con la boca abierta.

—¡Clary! —dijo Simon, aliviado.

—¿Tú? —dijo Alec.

—¿Ellos? —dijo Magnus.

—¡Nosotros! —sonrió Isabelle, viendo a todos—. ¡Qué divertido! ¡Una reunión! ¿Por qué nadie me avisó?

—Isabelle —dijo Alec—. Este no es el momento.

Isabelle tomó una fresa y se sentó arriba de la mesa. —¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Y esas caras amargadas de todos? … ¿Y qué paso con la música? Se oía genial desde allá afuera, ¿Por qué se han callado?

La música volvió a sonar, alegre e intensa. Jace hizo un sonido desde detrás de su garganta.

—¡¿Quieren callar esa música de mierda?! — y entonces, con un grito de rabia, tomó una silla y la arrojó al aire. Simon se agachó justo cuando la silla estaba a punto de estrellarse en su cara.

—¡¿Qué te pasa?! —gritó.

—¡Jace! —dijo Clary, con voz ahogada.

La silla terminó haciendo pedazos contra la pared, donde por un momento se hicieron visibles los músicos fantasmas, que parecía molestos y sorprendidos.

Los chicos se miraron en silencio.

—Genial —dijo Magnus—. Ahora nunca querrán volver a tocar para mí.

—Oye —dijo Isabelle—. Esa silla me gustaba.

Jace apretó la mandíbula. Sus ojos brillaban como dos pequeñas estrellas doradas. Simon, al otro lado, se agarraba la garganta, como si apreciara el hecho de que aun estuviera ahí después de que Jace casi decapitara.

—¿Qué demonios estás diciendo? —escupió Jace, mirando a Magnus—. Valentine me dijo…

—Valentine te hizo creer que tu padre estaba muerto —asintió Magnus— y que él, como la buena persona que era, te había llevado con él cuando supo que habías quedado huérfano. Y tú le creíste. Eras un niño, no te culpo.

La cara de Jace era de un rojo oscuro. Alec, viendo venir la bomba, miró a Magnus, asustado.

—Explícate.

Magnus suspiró. —Poco antes de…

—Oigan —dijo Simon, dando un paso adelante—. Todo esto es muy interesante, pero creo que sería mejor si dejamos claro que Clary y yo debemos bajar de este barco lo antes posible.

Jace, lánguidamente, giró la cabeza hacia él. Sus ojos estaban estrechados, anunciando peligro.

—Oh-oh —dijo Isabelle, soltando una risita.

Clary deseaba fundir a Simon con la pared.

—¿Qué haces —dijo Jace, lentamente— aquí?

—Oh, no sé —dijo Simon— tal vez de vacaciones.

—De vacaciones —Jace sonrió. No fue una sonrisa agradable—. Por supuesto. Alec, acuérdame de dejar a este idiota en una isla desierta para que disfrute de sus vacaciones.

—Con Clary —remarcó Simon.

—Sin Clary —rectificó Jace—. Clary se queda aquí. Y a ti mejor te arrojamos a un lugar donde haya muchos tiburones. Aunque dudo que quieran comerte. Hasta a ellos les darías asco.

Cazadores y Piratas - Cazadores de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora