El centro de rehabilitación se había quedado atrás, como si de un borroso recuerdo se tratara, de esos que aunque sabes que pasó no puedes detallar todas las cosas que había, ni los rostros, ni los sentimientos que causaron.
Las casas se perdían en el camino, el coche no se detenía, el viento movía mi cabello negro.
Mi cabeza creaba miles de escenarios diferentes de lo que se avecinaba.
El asiento trasero se hundía con mi peso, las escasas dos maletas que había llevado conmigo estaban en la parte trasera del coche.
Mi padre era el que conducía mientras mi madre ocupaba el asiento de copiloto.
Cuando llegaron solo se limitaron a darme un abrazo y no hablaron más, no sabían cómo tratarme, yo seguía siendo su hija pero era como si no me conocieran, y en cierta forma no lo hacían.
No recordaba el nombre de la ciudad donde empezaríamos de nuevo.
Pierre estaba en la universidad, eso significaba que no lo vería hasta las vacaciones de invierno.
Mentiría si dijera que no me alegra porque si lo hace, de cierta forma me siento más aliviada al saber que pasaré un par de meses adaptándome en casa de nuevo hasta volver a verlo.
Según me conto Rebeca antes de dejar el centro la escuela donde empezaría de nuevo no estaría lejos de casa, ya habían hablado con los maestros y directora sobre mi situación para que me tuvieran "consideración"
Solo esperaba que nadie me notara, pasar desapercibida, solo serían unos meses antes de terminar el ciclo escolar y con ello la escuela.
El saber que en este lugar nadie me conocía, que nunca había estado en este lugar y por lo tanto no habían recuerdos amargos míos y de Arabela me tranquilizaba notablemente.
Un letrero fuera de una pequeña cafetería me llamó la atención y lo leí lo más rápido que pude antes de que el coche lo dejara atrás.
Chaud et fantastique.
Antes de que olvidara lo que decía y como estaba escrito saque el teléfono que mi madre me acababa de dar de mi abrigo y googlee la palabra.
La escribí un poco mal pero google supo lo que quise decir y lo tradujo, Caliente y Fantástico.
Di un último vistazo y logre observar a una chica saliendo con un libro en sus manos.
¿Acaso era un tipo de cafetería donde podías leer?
Tal vez algún día podría venir, solo a despejarme, a huir de todo.
El coche se detuvo y alce mi rostro encontrándome con la mirada de papá a través del espejo retrovisor, asintió para decir que habíamos llegado.
Deslicé mi mirada de él a las ventanas del coche, la casa a mi derecha era muy bonita, tenía ese tono rústico y a la vez moderno que me encantaba, es de dos pisos, está cercada y desde aquí se alcanza a ver un poco el patio trasero, las habitaciones de arriba tienen balcón y cortinas blancas.
No era de mi agrado el color blanco.
Algo en mi cabeza me hacía pensar que el color blanco era símbolo de la pureza, yo no me consideraba pura, estaba llena de malos pensamientos, de dolor.
La pureza no era dolor.
¿O si lo era?
No importaba, de todas formas ya sabía que una vez entrar a mi habitación sacaría todo lo que fuera de color blanco.
Mis padres no dijeron nada, tampoco hicieron amago de bajarse del coche, pero yo sí lo hice, abrí la puerta y después de un suspire saque mis piernas y me baje.
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Ella era bella, él una bestia
Teen FictionAmaia Edevaine, cabello oscuro, ojos castaño, estatura promedio, hija menor, con un hermano y una gemela... Una gemela que está muerta. Solo tenía 15 años cuando encontró a Arabela con un vestido blanco y una soga en el cuello mientras sus pies colg...