❪ In risus est in pectore suo ❫

12 1 0
                                    


⠈⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄

la risa en su pecho

⠈⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄




"Si Dios me ha
abandonado,
Entonces yo debería
abandonarlo tambien.
Sólo los oprimidos
pueden poseer una
llave negra,
Yo cerre todas
las puertas
Así sellé todas
las oraciones".




[...]

Si deus me relinquit,
Taku Iwasaki.


• • •


La mujer apareció,
sonaron las campanas y
el pueblo se juntó.
Gritaron y su voz resonó,
como pájaros en el arroyo.
"Honramos la vida,
honramos a Dios..."

Pisadas fuertes,
manos alzadas,
el filo de las armas
jugaban con la luz
del sol.

La mujer corrió y dejó
caer hilos de sangre
a su paso,
las ardillas empolvaron
la nariz y graznaron.
El búho movió sus ojos
y después, batió sus
alas y se marchó.
El canto de la muerte
no era de su agrado.

El bosque no hizo sonido
alguno,
el bosque no se rió,
el bosque tornó oscura
la sangre.

Dierase lugar a la masacre,
la guerra y la sangre en
tal villa, villa de paraíso
y los animales huyen,
huyen y cabalgan la noche.
Saben lo que viene.
Una más se unirá a ellos.

El caudal del lago
bonancible se mantuvo,
ajeno al drama de la
vida humana.
Ni la mujer que llegó
a sus pies, fue capaz de
hacerlo flaquear; menos
la multitud embravecida
que llegó después.

La mujer perenne sollozó
oh, canto bajo
Y mirasese a los lados
frenéticamente, como
buscando la salida de ello
trágico, lúgubre y cansino
sueño del alba.
¡Pero allí no había nada!
Frente suyo, un lago calmo.
Detrás suyo, la locura
colérica con armas en manos.

La mujer cansada,
echó un vistazo atrás y
el pecho dolió cuando
las caras de su hijo ingrato
y su esposo asomaron
entre la multitud.
Ambos con hachas
empuñadas,
ni un rastro de vacilación
en sus miradas.
Solo un vacío enfermizo.



El pueblo volvió a vociferar,
como poseídos por sabrá
que demonio:
"Honramos a la vida,
Honramos a Dios..."


La mujer se asustó, jadeó,
No pudo evitar reírse.
Su mano apretó el libro
que sostenía; sentía miedo,
sentía diversión.
Sus ojos se movieron
nuevamente al lago frente
suyo, parecía que no había
retorno alguno.
Y no dejaría que la locura
terminará con los pálpitos
de su corazón.
Y no dejaría que ellos se
bañaran en su sangre,
que la disfrutarán y la
presentarán como sacrificio.
Ni que la bebieran, ni
la acusaran de ser maldita.
¡La sangre era suya, fluía
en sus venas!
¡Jamás le daría un poco
a esa gente pálida!

Qué buscarán su cuerpo,
que lo hicieran,
Después de morir, a la
mujer ya no le importaba
como blasfemarían su carne.

Pero hoy, estando viva,
¡Le importaba!
¡No quería darles ni un
pedazo de su ser a esas
personas!
Sobre ella, sólo decidiría
ella.
Si no podía elegir la fecha
de su muerte, al menos
elegiría el cómo.

La mujer sonrió,
sus pies tocaron el agua.
La multitud detrás rugió,
la locura se desbordaba
por completo y quería
alcanzarla.
El ahogo provocado por
sus propias manos, solo
podría satisfacer sus
deseos insanos.

Le rozaron el cabello,
pero la mujer no se dejó
tambalear.
Siguió su paso.
Se hundió en el agua.
Las manos se alejaron,
ella mantuvo la
sonrisa en la cara.

El agua silenció sus
oídos, pero la mujer sabía
que la locura estaba
insatisfecha.
Que bramaba y se
enervaba más y más,
la boca se abrió a la risa,
la risa se volvió extraña
y el agua la ahogó.



Así, cuando cayó la noche,
el pueblo regresó al nido de
pájaros y su mirada decaída,
se llenó un poco.
Al menos, habían acabado
con la bruja.

Al menos...


• • •


retazos olvidados de un gran caos sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora