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Preludio al final***
Sucede que nada puede permanecer oculto por mucho tiempo. Tarde o temprano la verdad saldrá a la luz.
No es que hubiéramos deseado guardar el secreto de nuestra relación a Lorena, la madre de Alyssa. Esa no había sido nuestra intención. De hecho, días después que iniciamos nuestra relación, conversamos ese tema, sentía que su madre debía saberlo, pero, Alyssa pensó que aún no era el momento, debido a todo lo que había ocurrido.
Prometimos buscar el momento oportuno para contárselo. Pero, bueno... Las cosas nunca salen como las planeamos. No era el momento que esperaba, pero, para decir la verdad después de una mentira no existe la ocasión perfecta.
Alyssa regresó a mirar a la acera, su madre permanecía de pie allí. No podía diferenciar su rostro, talvez estaba enojada, o quizás decepcionada. Sea como sea, cualquiera de esas emociones estaba bien fundadas y ella tenía todo el derecho de sentirse así.
Existe una sensación en la que el pecho se te comprime de a pocos, las manos te sudan, el corazón late descontroladamente, sientes miedo, temor, tu cerebro empieza a idealizar diversos escenarios, posibles respuestas, posibles reacciones. Justo así era como me sentía.
Alyssa tomó mi mano. Estaba sentada al lado mío en el mueble de su casa. Había quedado mirando un punto fijo tratando de ordenar mis pensamientos. Regresé a mirarla. Dibujó una tierna sonrisa en su rostro, de algún modo conseguía calmarme. Ella era todo lo que había pedido. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella. Le devolví una sonrisa.
— ¿Estás bien? —Preguntó sin desviar la mirada de mis ojos.
— Pues... Sí. Solo estoy pensando.
— ¿En qué?
Quedé en silencio unos segundos, ordenando mis ideas y respondí.
— De pequeño, solía ser muy temeroso, tomar decisiones se me hacía muy difícil. A menudo lloraba y sentía ansiedad, el miedo a equivocarme era muy grande. En psicología este particular miedo recibe el nombre de Atiquifobia y bueno, a tan corta edad empezaba a reflejarlo. Mi madre se dio cuenta de ello. Aunque no entendía la razón del porqué presentaba esa complejidad, reconocía el daño que me causaría en el futuro. Así que, a menudo, cuando veía que alguna decisión empezaba a atormentarme, se acercaba y me abrazaba fuerte, mientras acariciaba mi cabello en un intento casi exitoso de calmarme. Solía decirme que, era normal sentir miedo, y qué, de hecho, todos lo teníamos, pero solo los valientes podían hacerle frente. En cambio, los cobardes dejaban que sus miedos los dominara. Me enseñó que fallar es un paso necesario para alcanzar el éxito y que el confundirlo como fracaso era un error, ya qué, fracasar es permanecer estático, estancado, ser conformista y aceptar una realidad que no te hace feliz. Mientras que fallar y equivocarse es aprender y evolucionar, llegar a ser incluso mucho mejor que antes—di una leve exhalación y añadí—. Por eso, ella solía repetirme que antes de tomar una decisión aparentemente difícil, pensara en 3 cosas, la razón, el motivo y el beneficio. Eso me ayudaría a tomar la decisión correcta. Desde ese entonces hasta hoy continúo haciéndolo.
— ¿Es lo que piensas ahora?
— Sí.
— Y... ¿Qué es lo que harás? —preguntó temerosa.
— Sabes perfectamente que es lo que voy a hacer.
— No lo sé...
— ¿No lo sabes? —acaricié su mano—. Mi razón... eres tú. Mi motivación... eres tú. Mi beneficio o más bien, mi recompensa... eres tú... Sé bien lo que haré por ti—acaricié su mejilla.
Algunos minutos después, su madre regresó de la cocina y trajo consigo dos vasos con limonada.
Parecía tranquila, aun así, esta vez evadía mi mirada evitando el contacto visual, reflejando así su incomodidad hacía mí.
Agradecí la limonada y bebí un poco, necesitaba mojar mi garganta. Sentía las manos sudorosas. Realmente estaba muy nervioso, pero intentaba no dejarlo en evidencia.
Mientras bebía la limonada su madre tomó la palabra.
— ¿Desde cuándo están juntos? —preguntó directamente. Dejé el vaso sobre la mesa.
— Desde hace unas semanas—Respondí.
— ¿Y decidiste ocultármelo? —preguntó a Alyssa casi enojada. Alyssa guardó silencio y agachó la cabeza.
— No, no fue esa nuestra intención—Respondí—. Después que iniciamos nuestra relación Alyssa y yo lo conversamos. Tenía la intención de contarle a usted sobre nosotros, pero yo no estaba seguro de como usted reaccionaría, así que, Alyssa me dijo que por el momento era mejor no decir nada. Hasta que las cosas mejoraran. Pero que buscaríamos el momento oportuno para contárselo...
— ¿Y tú aceptaste eso?
— Bueno... Sí. La verdad... no sabía cómo reaccionaría.
Desvió la mirada a nuestras manos entrelazadas, era imposible describir cómo era que se sentía en ese momento. Parecía enojada o quizás decepcionada. Su rostro permanecía siendo ininteligible.
Regresé a mirar a Alyssa, sentía su mano temblorosa, tenía la mirada gacha, queriendo desaparecer en ese momento. De hecho, es un reflejo normal en el ser humano. Ante una situación que se nos escapa de las manos o que nos atemoriza solo buscamos escapar. Acaricié su mano con mi pulgar y retomé la palabra.
— Entiendo que esté enojada. Y tiene razones para estarlo. Ahora me doy cuenta de que no estuvo bien haber ocultado nuestra relación. Le pido una sincera disculpa por mi accionar. Parece ser que últimamente solo he cometido errores. Desde que conocí a Alyssa no he dejado de equivocarme ni de contradecirme a mí mismo. Todo aquello a lo que alguna vez dije no, hoy le digo que sí. Y no es que sea malo, de hecho, considero que es algo normal. Es un reflejo del genuino y verdadero amor que siento por Alyssa. Después de todo, ¿Podría alguien amar sin equivocarse?, ¿Cómo hacerlo? Si al amar nos contradecimos a nosotros mismos—Regresé a mirar a Alyssa con una tierna sonrisa. Un brillo se hizo presente en sus pequeños ojos—. Entiendo perfectamente su preocupación por Alyssa. Es su madre y desea lo mejor para ella. Créame. Lo sé. De hecho, desde que conocí a Alyssa no he podido dejar de pensar en otra cosa que no sea el hacerla feliz. De demostrarle minuto a minuto lo especial que es. Mostrarle un mundo nuevo, uno donde el miedo y la inseguridad no exista. Uno donde ella pueda ser realmente feliz. Por qué es lo que merece. No deseo hacerla sufrir. No podría hacerlo, aunque quisiera, ¿Cómo podría dañar algo que es parte de mí? Si lo hiciera es como si me odiara a mí mismo. Por qué nadie que valora su cuerpo o aprecia su vida, haría algo con el propósito de causarse daño intencionalmente. Por favor... Permítame hacerla feliz... Déjeme curar sus heridas... Déjeme demostrarle a diario el amor que puedo sentir por ella. Permítame demostrarle que mis intenciones son sinceras y puedo hacerla feliz.
— No estoy enojada...
— ¿No? —preguntó Alyssa sorprendida.
— No—dio una leve exhalación—... Sé que eres un buen muchacho Andrés. Hay verdad en tus palabras. Se que tienes las mejores intenciones para con mi hija. Sin embargo, lo que me preocupa en realidad... es ella.
— ¿Yo? ¿Por qué? —preguntó Alyssa.
— Hija mía... Lo digo por Víctor.
— ¿Víctor?, ¿Que tiene que ver él aquí?