08 | La oruga

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MÍA.

De acuerdo... Comenzaré diciendo que debía prestar un poco más de atención a las reuniones estudiantiles, pues todo me daba a entender que el asunto de la feria no había quedado tan en el pasado como había creído en mi absoluta ignorancia.

Debido a un plan del gobierno para impulsar los actos de caridad, la preparatoria había entrado él, teníamos el objetivo de cumplir con dos recolectas de dinero al mes, pudiéndose repartir como los directivos creyesen más conveniente.

Las ferias, la donación de comida no perecedera y prendas en buenas condiciones, iban incluidos en la estrategia. Ya que todos estaban cortos de imaginación para no hacer siempre la misma rutina y que los estudiantes perdiesen el interés, una profesora propuso que cada alumno comprase una camiseta del Ministerio para decorarla a nuestro antojo, tal cual ocurrió con el mural.

El dinero obtenido de las camisetas personalizadas y los demás actos se sumaría hasta que el fin del año escolar llegase, para después ser repartido en diversas fundaciones que el gobierno proponía o, en su defecto, en las que el dinero diera abasto.

—Gracias —le dijo Levi a la chica morena de risos envidiables, con una sonrisa mientras ella nos entregaba las playeras.

Luego, nos adentramos en los pasillos.

Estudiantes de Hudson & Grayson volvieron a rondar por los rincones de su preparatoria gemela. Supuse que para ellos tampoco era difícil llegar a cualquier lado, puesto que Levi me estuvo platicando que son réplicas; desde el tamaño del estacionamiento, hasta la distribución de los salones. La vez pasada no había entendido el motivo de que nos hicieran llevar nuestras mochilas si, supuestamente, era un día libre de tareas, pero me quedó en claro tras escuchar el discurso del director en el que advertió que, en cuanto la cosa se descontrolase, haría una lluvia de castigos y todos deberíamos regresar a clases, y que la feria se pasaría para una fecha cercana.

Sin notarlo, la idea empezó a tomar fuerza en mi mente. Cuanto más lo pensaba, un calor inexplicable cubría mi pecho de solo saber que estaría aportando a la comunidad necesitada. La gran ironía de las personas, era que destruían árboles para de ellos obtener billetes que luego usarían para continuar destruyendo bosques, y así un ciclo que no auguraba nada bueno. ¿Árboles muriendo para matar? Eso sonaba raro. Al menos a mí me alegraba el hecho de que de la destrucción saldría algo que valiera en serio la pena.

Mientras caminaba siendo acompañada por Levi, y con la camiseta colgada sobre mi hombro, me fue inevitable no recordar a papá.

Él solía visitar las zonas golpeadas por la pobreza absoluta, aquellas a las que ni los que debían hacerlo se animaban a entrar, y les daba una mano llena de honestidad.

Según mis abuelos, papá fue alguien a quien le encantaba sentirse útil, quitar los pesos de los hombros ajenos, lo hizo y lo disfrutó hasta que sus propios problemas de salud lo consumieron. El cáncer era una mierda, en todos los sentidos. No recordaba su apariencia ni tono de voz. La edad que tenía cuando él falleció no contribuía en nada. Tres años riendo en sus brazos no fueron suficientes.

Me obligué a regresar a la realidad.

—¿Tú qué harás en la tuya? —Miré de reojo al chico con un mal día de cabello, lucía fatal, con unas ojeras más profundas que las que yo cargaba.

Nos dirigíamos al salón de usos múltiples, uno de los tres lugares asignados para dejar volar nuestra imaginación o desahogarnos con pintura y un trozo de lienzo en blanco. Entre los otros se encontraban el gimnasio (el cual estaba repleto, otra vez) y el patio, el aire libre hubiese sido buena idea, pero llegamos a la conclusión de que el cielo cerrado con nubes oscuras no prosnoticaban nada más que lluvia y problemas.

Si las estrellas mueren [✔]Where stories live. Discover now