Cuaderno

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Cuando el cuaderno se enamora.

"Bajaría a vivir al infierno por ti, querido, daría mi corazón a Lucifer pero es una lástima que ya lo haya perdido" Harry tomaba la mejilla del joven con ojos morados, ambos recargados en una barra, tan comunes que parecían enamorados desde hace tanto tiempo "Lo perdí en el momento que tú, precioso, tomaste mi mano en aquel anden" El joven estaba encantado con el rizado, parecía un ignorante pueblerino viendo con admiración a un santo, a un Dios que tenía ese aura brillante e inalcanzable. Pero para Harry aquel chico solo era uno mas es su lista, un pequeño muso por una noche. "¿Enserio?, ¿Por qué no llevamos esto un poco mas... A la oscuridad?"
Ahí estaba el semáforo en color rojo, parpadeando perezosamente pero aun delatando cierto riesgo. Debía parar cualquier cosa antes de entrar en sentimientos profundos y un poco huecos.
"Debo declinar ante tal propuesta querido, debo ir dormir" el joven frunció la cara al dejar de sentir el tacto del rizado, lo miro callado hasta que Harry pidio la cuenta y se despidio cortésmente.
El mayor lo dejo en la barra, pensando que pudo haber hecho mal para ahuyentarlo de tan súbita manera.
Ya en la comodidad de su habitación saco su cuaderno de pasta gruesa, color rosa bermellón, sentando en el sillón de la ventana empezó a recitar.
"Mas que perfecto" H sonrió ante tal historia que iba quedando plasmada en su hoja con pequeñas gotas de café "¿Quien no quiere una burbuja rosa creada en un entorno difícil?"
He aquí el contexto; Harry subía al tren de forma retrasada -como casi todos los viernes-; pero tenía está manía de ser una alma libre que no tenía horarios. O como su madre solía interpretarlo, era un irresponsable de lo peor pero nada se podía hacer.

Entonces noto aquél pequeño hombre con ojos color uva, tuvo la sensación de correr hacía el y llenarlo de preguntas, se abstuvo de ir. Sin embargo no se detuvo al pararse contra él y tocarle levemente la mano, hasta que el tren se detuvo de forma repentina y violenta explotando así la burbuja que tenían. El ojimorado lo tomo de la mano y Harry de la cintura, después de eso la tarde paso muy efímera y ligera.

De nuevo, Harry tenía una nueva presa en su mente, tan cerca y lejos. Estaba aquel sentimiento por el ojiazul llamado Louis Tomlinson, otro gran escritor de su clase. Esta aura de misterio que él y sus amigos tenían era magnética para Harry, cada día se sentía mas obsesionado con el mas pequeño y hacerlo su muso. ¿Que tal difícil era dar un hola? Para Harry ninguna pero era Louis.
Y de nuevo, ahí estaba el semáforo rojo que parecía su corazón salvaje, bombeando la luz un poco mas veloz por cada mirada que compartían.
Estaba sentando en una mesa en el centro del parqué, como cada lunes y ahí estaba el castaño con cada pierna a lado de la banca, fumando con sus amigos. ¡Y al diablo la lucidez!.
Harry se levantó para caminar hacía la no tan alejada mesa, brindo un toque en el hombro del castaño, Louis lo volteó a ver. Harry se quedo mudo y después salió corriendo, tan patético que hizo que el ojiazul se interesara en él.


Segunda parte

Cuando se enamoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora