Capítulo 2

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THIAGO

No llevaba aquí ni medio día y su imagen ya me perseguía. Kam... Mierda. ¿Por qué demonios me había afectado tanto verla? Ni siquiera se parecía a la persona que yo había conocido y adorado de pequeño. Aquella chica distante y pija no tenía nada que ver con la niña con trenzas de la que yo me había reído tiempo atrás. Solo la había visto un segundo, pero su imagen estaba grabada en mi retina. Había crecido, y obviamente se había convertido en una chica muy guapa. Siempre lo había sido, pero lo que no me esperaba era sentir aquel anhelo al verla. Kamila Hamilton ya no era mi amiga, ya no era la primera chica a la que había besado y de la que creía haber estado enamorado cuando era un simple crío. Esa chica era la hija de la mujer que había arruinado nuestras vidas, la causante de que mi madre ya no sonriera como antaño, la razón por la que mi padre nos había abandonado. Odiaba a esa familia con todas mis fuerzas y a Kamila más que a nadie. Si esa cría me hubiese hecho caso, si hubiese mantenido la maldita boca cerrada, nada de lo que ocurrió entonces habría pasado. Mi madre no habría caído en una depresión, no se habría convertido en lo que era entonces, no se habría enrollado con un tipo gilipollas que la había maltratado y yo no tendría que estar cumpliendo con las seiscientas horas de trabajos a la comunidad por haberle partido la cara a ese cabrón... Si Kamila no hubiese abierto la boca, si ella no...

Verla tan feliz, tan radiante en su descapotable, rodeada de riquezas y sin ningún tipo de problema, hacía que me hirviera la sangre.

Ella no había sufrido como mi hermano y yo. Su familia se había mantenido unida. Seguían juntos, vivían sin ningún tipo de problema económico y no tenían que trabajar en una mierda de construcción para así mantener la familia a flote. A ella no la habían echado de la universidad ni iba a tener que regresar al instituto para poder pagarle al Estado los daños que había provocado.

Era consciente de que mi padre era tan culpable como los demás implicados. Pero mi padre era un cabrón, siempre lo había sido. Había engañado a mi madre en muchísimas ocasiones, yo ya lo sabía, siempre lo supe. Mi padre no era muy cuidadoso cuando se llevaba a sus amigas a casa. Nunca le importó que sus hijos estuviesen en la planta de abajo, jugando con la niñera. La única que parecía no darse cuenta era mi madre, que vivía en su burbuja de ignorancia. Vivía en una mentira, pero al menos vivía feliz.

Por eso le había pedido a Kam que no dijese nada, que mantuviera la boca cerrada... Pero de nada sirvió. La niña tonta había cantado como un canario, rompiendo todo cuanto había en nuestra vida.

Habíamos vuelto. Hacía siete años que mis padres se habían divorciado, siete años desde que mi padre poco a poco había dejado incluso de visitarnos. Solo recibíamos de él el talón que mandaba todos los meses, el dinero justo que había dictado el juez, y ahí se acababa toda nuestra relación.

El muy cabrón nos había abandonado, a sus dos únicos hijos y a la mujer que se lo había dado todo. Había dicho que no podía superarlo, que no podía hacerlo si seguía viviendo con nosotros, que todo se lo recordaba... Y aun así, mi madre aún le lloraba, a escondidas, destrozada.

Mi hermano Taylor fue el que mejor lo sobrellevó. Yo me encargué de ello. Mi madre nunca acudió a él cuando estaba mal, nunca lloró delante de él... En cambio, yo había sido su salvavidas. Con solo trece años había tenido que presenciar todas las discusiones entre ella y mi padre, e incluso había tenido que declarar en el juicio diciendo que había estado al tanto de las aventuras amorosas de mi padre a lo largo de los años. Casi mato a mi madre con aquellas declaraciones, pero no pensaba dejar que el muy cabrón se fuera de rositas. Gracias a esa declaración nos habíamos podido quedar con la casa, aunque de poco había servido. Mi madre había renunciado a vivir junto a los Hamilton, era superior a ella y también se había negado a alquilarla. Habíamos llegado a estar bastante ahogados con el dinero, pagando nuestro alquiler en Brooklyn más lo que costaba mantener una casa como esa. Me había peleado muchas veces por ese tema, pero mi madre nunca cedió: la casa se quedaba cerrada y no había nada más que hablar.

DÍMELO BAJITOWhere stories live. Discover now