Capítulo uno: Otra desaparición misteriosa

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Otra desaparición misteriosa


Como todas las mañanas, Jim salió a dar de comer a J. J.

— ¿Cómo está Jimmy Junior? Veo que tu cuerno es cada vez más fuerte — dijo cariñoso, como cuando le hablaba a su sobrino.

Lo cierto es que J. J. era un unicornio. Y a él le encantaba serlo. Así que le daba exactamente igual ser el único de todo Faskol. No sabía de dónde venía, ni cómo llegó a la puerta de Jim aquel día de octubre. Pero J.J. era feliz con sus zanahorias rosas, su paja azul y sus manzanas verdes. Jim lo cuidaba casi más que a su sobrino Darwin de 9 años, el cual tenía un odio creciente hacia el unicornio; siempre que se quedaban a solas, el pequeño le cortaba un mechón de la cola para venderlo en el mercado a un precio muy alto, le retorcía el cuerno y hasta se subía encima porque sabía que a J.J. no había cosa que más le molestase. Y  Darwin no es que estuviese en forma que digamos.

Hacía tiempo que en Faskol, el país recóndito donde vivían J.J. y "su familia", ocurrían sucesos extraños: unicornios desaparecidos, sombras enormes volando en las noches más oscuras... 

Se había creado ya una leyenda que decía que un cuervo, llamado Saba, muerto de sed, bajó al río Gurdio una noche inundada de estrellas fugaces. Nada más saciarse, sintió un calor insoportable por todo su cuerpo, y sus extremidades se hicieron más grandes, y más y más, hasta medir los 4 metros de alto. Lo cierto es que una de las estrellas cayó sobre él y lo convirtió en un Golfat. Sus graznidos se convirtieron en llamaradas y sus plumas en escamas. Saba se sintió más fuerte que nunca. Sus garras triplicadas le impulsaron y echó a volar, probando su nuevo poder. 

Pero esta es otra historia.

Por el momento todo iba bien para J.J. y su amo. Uno comía y el otro dormía. No importa quien es quien, los dos eran igual de vagos. El caso es que aquel día de verano, porque en Faskol solo había dos estaciones, el verano y el invierno, todo estaba tranquilo. Los hombres lobo aullaban, las colas de sirena chapoteaban en el río Gurdio y los grifos sobrevolaban la luna llena. Y es que hacía mucho que no llovían estrellas en Faskol, unos 135 años. Y sin estrellas las hadas no podían volar. Sin hadas los bosques se morían poco a poco. Y Faskol con ellos. No les quedaba mucho tiempo, la mitad de las hadas ya había fallecido. Y lo peor de todo era que no sabían por qué las estrellas fugaces habían desparecido.

Jim estaba completamente seguro de que Saba, el dragón de la leyenda era el culpable. La última vez que él y su grupo de arpías había intentado contactar con Faskol quisieron quemar todos los bosques . Saba siempre había querido tener todos los poderes que Faskol poseía. Y las estrellas era uno de los más potentes que existían.

Bueno, pero ya vale de tanto cuento, vayamos al grano.

Jim estaba dispuesto a ir solo al reino de los Golfat, la familia de Saba, para aniquilarlos a todos. Lo malo es que no sabía con quién iba a dejar a su sobrino... "Es demasiado pequeño y rechoncho, atrasaría mi viaje por mil", se decía. 

Así que, volviendo al presente, pensó que podría encerrarlo en el torreón del tío Josh y echar a volar con J.J. También sería una gran oportunidad para librarse de él. Se decidió y avanzó hacia Darwin.

— ¡Sobrinito!

— ¿Y qué te pasa a ti hoy? No he traído dinero, si es lo que quieres.

— No quiero tu dinero, Dar.

— Nunca me habías llamado así — dijo con los ojos entrecerrados y con aire desconfiado. — De verdad que no me queda dinero, te lo gastaste todo comprando flores pochas para esa tal Luisa. Que menudo nombre...

— Solo quiero que vengas conmigo, querido.

— Ya... Lo mismo dijiste cuando llevaste a J.J. al veterinario. Y el pobre lo mal que lo pasó...

— ¡Pero si a ti te da exactamente igual el unicornio! — Darwin ya empezaba a sacarle de quicio, como siempre.

— ¡No estamos hablando de eso! ¿Tú no querías no sé qué? ¡Pues venga, rapidito!

Jim tuvo que apretar los puños fuertemente imaginando que era la cabeza de Darwin para tranquilizarse.

— A ver, niñato, digo... guapo, quiero que vengas a pasar unos días...

— ¡Vale, lo confieso! ¡Robé dinero a la panadera Rachel! Pero no es mi culpa, lo dejó muy a la vista...

— Bueno, si te quedas el resto de tu vida, mejor — Jim sabía que no le estaba escuchando.

— Es que quién deja el monedero en el fondo del bolso, de verdad que hay que ser insensata...— ya había entrado en bucle, no pararía hasta que...

¡Plash!

La bofetada de Jim resonó por todo el establo y despertó a J.J. 

— ¿Sabes? No me ha dolido tanto como aquella vez en la que .... —continuaba Darwin con la mano en su mejilla dolorida.

— ¡QUE TE CALLES, CHAVAL! QUE LO ÚNICO QUE QUIERO ES QUE TE VAYAS CON EL TÍO JOSH Y PUNTO EN BOCA. 

— Ahh, pues haberlo dicho antes.

Jim no se lo podía creer. ¡Había aceptado a la primera! ¡Y sin tener que pegarle tres tortas!

— Serán 20 pavos — añadió sonriente.

— Anda toma — Jim lo metió rápidamente en su moto automática antes de que el niño se diese cuenta de que no eran más que hojas de laurel. 

— ¡Pero se me olvida el... el cepillo de dientes, tío Jim!

Este activó la ruta y en menos de 20 minutos la moto volvió sin un bicho insoportable encima. Seguramente a Josh tampoco le hacía mucha gracia tener a Darwin, pero Jim ya había estado tres años enteros con su sobrino. Demasiado tiempo.

Así que volvió a su porche donde le esperaban unos canelones que él mismo había preparado. Solo que para colmo, J.J. no estaba. 

Faskol y el reino de los GolfatWhere stories live. Discover now