¿Dónde está Marion?

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El sol se había alzado en las calles de París a tempranas horas de la mañana, incluso más que de costumbre. Los rayos habían golpeado su rostro a través de la ventana con fuerza, despertándola incluso una hora antes de que su despertador lo hiciera.

Eran las cinco y cuarto de la mañana, una buena hora para darse su tiempo de arreglarse y desayunar sin apuros para ir a clases. Por eso, con un bostezo de por medio, se levantó dispuesta a ducharse y ponerse el uniforme.

Ya en media hora había terminado. Se acomodó el cabello en las típicas dos coletas de siempre, y se emperifolló con un simple compacto y brillo labial, que con suerte luego de comer se notaría menos. En su escuela eran bastante estrictos.

Tras eso, se dirigió a la cocina, tomando la caja de cereales y vertiendo un poco en una taza, y después agradándole la cantidad de leche que quería.

Ella era Marinette Dupain-Cheng, una adolescente común y corriente de quince años. Vivía con sus padres, Sabine y Tom, y usualmente visitaba a su hermano mayor, Marion, de veintitrés. Trabajaba en reparación de gadgets, y vivía cerca de su escuela en un apartamento rentado.

No era popular, ni tampoco marginada. Era... ella. Normal, sin nada que sobresaltara. Tenía tres mejores amigas, y eso era todo.

Pero calidad antes que cantidad... ¿No?

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Salir de matemáticas a última hora era agotador. Tanto así, que decidió saltarse las actividades en el club de costura e irse de una vez con sus amigas a casa.

Solo eran tres, Camille, Lila y Allegra. Las cuatro amigas inseparables de 3-A, siempre juntas, a excepción de las actividades extra curriculares.

Camille era una pelinegra de ojos achocolatados, cuyo cabello era lacio y corto, casi sin tocar sus hombros. Algo más pequeña que ella, siendo la más bonita de su clase. Incluso, muchos chicos de cursos más altos estaban enamorados de ella. Tenía la apariencia de una joven recatada, pero era todo lo contrario. Era ruidosa, divertida y espontánea, siempre hablando hasta por los codos.

Luego estaba Lila, una italiana de cabello castaño y ojos verdes como el césped mismo, de facciones redondas y cuerpo curvilíneo. Era mucho más compuesta y reservada que Camille, siendo una chica astuta, sarcástica y de buena voluntad. Era la más madura de su grupo, usualmente poniendo en orden a la pelinegra.

Y luego estaba Allegra, una rubia de cabello extremadamente largo, siempre en una extensa trenza francesa. Sus ojos eran azules, y sus facciones eran agudas y firmes. Era tímida, callada y con problemas de ansiedad social.

Todas distintas, y eso las hacía unirse más entre ellas.

Se hallaba viendo las noticias desde su teléfono, y todas parecían concentrarse en el videojuego Freak-Quency. Otra víctima...

Este era un videojuego de realidad virtual, descargado desde el teléfono. En las tiendas vendían los lentes, que servían para adentrarse en el mundo que el juego le ofrecía. Ella lo había descargado, pero al no tener los lentes y no poder jugar al inicio, la desanimó, así que era una app perdida en su teléfono.

Había tenido fama mundial, pero todo se empezó a venir abajo semanas antes, cuando jugadores de este comenzaron a morir misteriosamente. Algunos tenían severas cortadas, otros eran colgados en los árboles, entre otras cosas.

Al final se había definido que era un asesino serial que daba caza a los jugadores de Freak-Quency, y los servidores se habían bloqueado; nadie podía descargar ya el juego. Dejo de venderse mercancía, y empezaron a difundir los métodos preventivos para no presenciar estos ataques.

Freak-Quency  [Miraculous Ladybug] Adrinette.Where stories live. Discover now