* **

22.4K 1.7K 342
                                    

¿Quién soy?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Quién soy?

Esa es una pregunta difícil, probablemente la más difícil que me hayan hecho alguna vez. Y lo peor es que todavía no puedo responderla, y eso me da una sensación de impotencia o de desesperación que me cuesta mucho controlar. Tengo veintitrés años, y una historia demasiado complicada.

Veintitrés años son muchos para alguien que siente haberlos desperdiciado, pero podrían parecer pocos para algunos. Según me dice don Jorge, no me tengo que preocupar. Él tiene sesenta y dos, y dice que la vida la empezó a vivir recién a los cuarenta. Él me dijo que no me apure por tratar de entender todo ahora, que así solo lograré agobiarme más, que lo único que tengo que hacer es tenerme paciencia y tratarme con amor. Que así es como se trata a las flores.

Eso parece fácil, pero no lo es en absoluto para una persona que se ha odiado desde siempre. Y lo único que tengo claro hoy, es que en algún punto de mi vida, he empezado a aborrecerme.

Don Jorge es como el abuelo que nunca tuve, la primera persona con la que hablé en este lugar a dos semanas de ingresar. Ahora ya hablo con más personas, pero por un tiempo, él fue mi único contacto con alguien. ¿Por qué? No lo sé, él es el jardinero, a pesar de su edad está físicamente muy fuerte y no desea retirarse ni jubilarse, dice que trabajar en el jardín es lo que llena sus días de alegría y a mí, me ha puesto un apodo. Me dice Nenúfar.

Todavía recuerdo que me empezó a llamar así a las dos semanas de comenzar a hablar. En realidad, yo llevaba yendo al vivero de flores para poder verlo trabajar. Me gustaba la manera en que se comunicaba con las plantas, él les hablaba, les contaba historias, incluso les cantaba. Yo no había dicho nada, pero él se había acercado a mí y me había regalado una margarita. Ni siquiera la tomé, entonces él me la puso sobre la oreja derecha, y aquella caricia cariñosa y respetuosa, me hizo sentir algo que hacía mucho no sentía. Me había hecho sentir querida.

Era estúpido pensar que el viejo jardinero podía quererme. Ni siquiera me conocía, no sabía nada de mí y solo hacía su trabajo. Sin embargo, había mucho más en don Jorge, algo que irradiaba en sus ojos, en su ser, y que hacía que me quisiera acercar a él. Ahora pienso que se trataba de que yo me sentía demasiado muerta y él irradiaba demasiada vida. Me acercaba a él como cuando alguien que tiene frío busca el calor del fuego.

—Me gusta tu cabello azul, combina con tus ojos —me dijo aquella vez con una sonrisa genuina. Era la primera vez que me hablaba y no le respondí.

Siguió de largo y fue a hablar con una de las flores que allí estaban, todas tenían un nombre para él, y a cada una le regalaba unos minutos. Después de un rato, volvió a mí y me sonrió de nuevo.

—Hoy es un buen día para dar un camino por el sendero —me dijo—, el sol te hará bien, estás muy pálida. ¿Sabes? Los rayos del sol tienen poder, hacen que las flores se vean más bonitas.

—Me gusta más la noche —respondí. Era la primera vez que decía algo en días, sin embargo, no sé si debido a la abstinencia o al aburrimiento, sentía la necesidad de hablar con alguien. Quizá necesitaba comunicarme, sentir que todavía tenía voz y que alguien podía oírme.

Ni el cielo ni el infierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora