* 5 *

8.3K 1.2K 170
                                    

A la mañana siguiente, durante el desayuno, Vicky le informó a Belén que no volvería a ir a las charlas de Alexandre, que le parecía una tontería y que lo que decía eran puras frasecitas lindas sacadas de redes sociales

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

A la mañana siguiente, durante el desayuno, Vicky le informó a Belén que no volvería a ir a las charlas de Alexandre, que le parecía una tontería y que lo que decía eran puras frasecitas lindas sacadas de redes sociales. Belén le dijo que a ella le había ayudado bastante y que quería volver a ir, pero que si ella no quería, estaba bien, que no iba a obligarla.

Después fueron a hacer los ejercicios matutinos y luego a la clase de yoga. Ese día, Vicky se sentía particularmente inquieta y no lograba concentrarse en la respiración ni en los ejercicios, lo único que quería era que la clase acabara para poder ir a dar un paseo por el jardín. Cuando la hora llegó, salió casi corriendo y se fue hacia las flores. En un rato más, tenía reunión con su grupo de apoyo, no tenía muchas ganas de ir, pero tenía que hacerlo, así que solo tenía unos minutos para despejar su mente.

Iba camino al sitio donde estaban las orquídeas cuando se cruzó con Franco y Manuel, un chico nuevo que se había hecho muy amigo del primero. Ambos venían riéndose y, cuando la vieron, Franco se adelantó poniéndose en frente de ella.

—¿A dónde va la bella princesa? —inquirió con un tono de galán sobreactuado.

—A ti no te importa —zanjó Vicky e intentó pasar por un costado.

—Te crees muy lista, ¿cierto? No me provoques, no me conoces —respondió el chico con tono agresivo.

—¿Te has vuelto loco? No te he hecho nada, solo quiero que me dejes seguir mi camino —respondió ella observándolo. Sus ojos estaban rojizos. Vicky achinó los ojos, juraría que iba drogado.

—Si alguien te pregunta por nosotros, no nos has visto por aquí, ¿comprendes? —dijo el muchacho tomándole del brazo y apretándole fuerte la muñeca.

—Me haces daño, idiota. ¡Suéltame! —exclamó la muchacha.

Franco la empujo antes de soltarla, haciéndola perder el equilibrio casi al punto de caerse. Él y el otro chico comenzaron a reír y siguieron su camino.

—Idiotas —musitó Vicky antes de continuar.

Entonces llegó con las flores y se metió entre ellas, aspiró profundo para llenarse de aquel aroma tan dulce y fresco que tanto le gustaba y saludó a algunas por su nombre. A esas alturas ya las conocía a todas y, a veces, le gustaba imaginar que eran sus hermanas, después de todo ella también pertenecía al jardín de don Jorge.

—¿Cómo están hoy? —preguntó en voz alta—. No ha sido una mañana sencilla, ya saben, hay días más fáciles que otros. Vine a verlas porque ustedes me dan fuerzas —dijo acercándose a unas y acariciando sus pétalos con sumo cuidado—. Ustedes me dan fuerzas... —repitió.

En eso, escuchó un sonido que la hizo sobresaltarse. Casi nadie iba nunca por esos lugares en horarios de charlas y actividades, se volteó, pero no había nadie. Pensó que quizá Franco la había seguido y por un minuto sintió miedo.

Ni el cielo ni el infierno ©Where stories live. Discover now