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Después del mediodía corrió la noticia de que las asignaciones para el proyecto de Rogers habían sido publicadas. Pero las clases y otros pendientes me mantuvieron distraído.

Fue entrada la tarde que me encaminé hacia el pasillo principal. Las listas se encontraban exhibidas en el panel público, para conveniencia de los alumnos de las facultades vecinas. Incluso aquellos fuera de la electiva. Como Joseph.

Él se encontraba delante y observaba las listas con interés. Aún sin una razón para que aquello pudiera importarle.

Resultaba una escena curiosa, con Joseph ahí, quieto, casi convertido en alguna clase de mobiliario. Las personas que caminaban a su espalda apenas reparaban un segundo en su presencia, antes de continuar el camino. Pero, si se prestaba la suficiente atención, pareciera que todo el mundo se moviera en torno a él.

Caminé hacia él con la esperanza. 

─Me equivoqué.

─Es la electiva de Rogers.

─Pensé que trataba de ayudarte ─dijo─. Ahora, que busca deshacerse de ti.

RICHTER, L. (FILOSOFÍA) y KOLBE, M. (ECONOMÍA)

─Si estuviera en tu lugar ─comentó Joseph─, me iría con cuidado.

─¿Piensas mucho sobre estar en mi lugar?

Joseph ignoró la pregunta y se marchó. Debí esperarlo; poco sabía yo sobre Kolbe, pero era lo suficiente para saber que él estaba en lo cierto.

El primer inconveniente era el lugar. Habían pasado años desde que puse un pie en Economía. Era uno de los sitios más amplios en la universidad; un edificio de cuatro plantas, aislado de otras facultades para recordarnos a los pobres mortales la distancia que nos separaba. El lugar ya entonces albergaba la quinta parte de la población estudiantil de la universidad, junto a las ciencias administrativas. 

Si bien conocía lo suficiente para orientarme ahí, no sabía con exactitud dónde encontrar a Kolbe o si aún no se habría marchado. Pero, por otra parte, entendía que era necesario si quería ganar el juego impuesto por Rogers.

Aunque podía definirse como cualquier estudiante de esa facultad: escandaloso, pretencioso y un desastre; ya reconocía cierta ingenuidad en sus acciones. Como un niño pequeño intentando jugar a ser adulto. Tenía además una mirada curiosa que lo captaba todo; igual que si viera cada aspecto del mundo por primera vez.

─¿Kolbe? Estamos juntos en el proyecto de la electiva.

─¡Eres Leo! ─dijo y sonrió como si fuera un gran descubrimiento─. Solo dame un minuto.

─Bien, de verdad no tengo todo el día ─interrumpí.

Kolbe

La chica al lado de Kolbe levantó la mirada y su rostro se tornó pálido. Lo primero en lo que pude pensar fue que ella iba a desmayarse. Y que, con cierta probabilidad, también yo. Me costaba respirar y durante un par de segundos el mundo pareció oscurecerse.

Pero todo acabó tan rápido como había iniciado.

─¿Por qué estás aquí? ─preguntó ella.

─¿Eloise?

Eloise lo ignoró por completo.

─¿Haces algo más que fastidiar?

─Seguro, todo se trata de ti.

Sus compañeros observaron la escena, algunos con curiosidad, un par

─¿Y por qué no te largas entonces?

─Hazte un favor y márchate.

─No es tu asunto. ¿Kolbe?

─¿Lo conoces? ¿Conoces a este idiota?

─Estaré en la cafetería.

Retrato de un hombre en el aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora