No me sentía orgulloso de mi actitud en aquel encuentro. Tampoco con la idea de convertir a Kolbe en un mártir cuando las situaciones se tornaban en mi contra. Esa tarde me marché con una sensación de derrota en aquella guerra y el sabor ácido de mis propias palabras.

A cada minuto tenía más preguntas y muchas menos respuestas. La soledad en el apartamento era alguna clase de combustible para poner en marcha toda clase de pensamientos y pensar era lo último que necesitaba.

Traté de mantener mi mente ocupada por el resto de la tarde. Y no fue hasta después de las diez que Mika llegó a casa.

─¿Esa es tu idea de trabajar? ─preguntó.

Mika observaba desde la puerta, seguro preguntándose si él terminaría limpiando ese caos. Lo que, por tradición, era algo evidente.

Las fotografías para la exposición de los alumnos de Rogers se encontraban repartidas en toda la sala y el comedor. Más allá de la cantidad que estas eran, el poco espacio disponible solo empeoraba la sensación de claustrofobia que aquello generaba.

─Todos tienen la media ─declaré sentado en el piso, rodeado por las últimas en el portafolio─. Gracias, de nada.

─Estás loco ─dijo─. No sé cómo Rogers sigue confíandote eso.

─Porque soy encantador. Avanzaría más rápido si no hiciera tantos experimentos “creativos”.

Mika sonrió con el comentario. Aún con el cansancio, siempre estaba dispuesto a escuchar algunas de mis historias sobre Rogers.

─¿Qué hizo ahora? ─preguntó─. Espera, adivino. Un rap sobre grandes pensadores.

─No vuelvas a darle ideas ─murmuré.

Los recuerdos del día volvieron al momento y con ellos mi renovado ánimo se vino abajo.

─No ─dije, pensando en caótico encuentro con Kolbe─. Es algo sobre la guerra. Aunque podría tener mucha "música angelical" si no tengo cuidado.

No tenía dudas de que Mika notaría la situación, pero no planeaba dejar que el tema lo agobiara.

Regresé la atención a las fotografías. Podía sentir la mirada inquisitoria de Mika sin necesidad de verlo. Pero confiaba en que él entendería el mensaje y dejaría morir el tema. Era una clase de lenguaje no verbal que habíamos desarrollado con los años.

Lo escuché suspirar con resignación.

─Bueno ─dijo─, tendrás tu música angelical más tarde.

No quería dejarlo así. No era su culpa; aunque

─Espera. ¡Mika!

─Por cierto ─dijo─. El domingo. ¿Puedes hacerte cargo de la cena?

─¿Me dejarás darle una hamburguesa a Alice?

─No ─respondió sin pensar. Después su expresión se llenó de duda─. Tomaré algunas horas extra.

─No hablas en serio…

─Lo necesitaré para la matrícula de Emili. Leo. ¿Qué estás pensando?

─No creo que debas saberlo. No estoy de humor para discutir.

─Ven aquí.

─¿Eso de qué trata?

─¿Cuál te dice más?

─No lo sé. ¿El que lleva letras? ─preguntó. Le devolví la mirada y dijo─: Te veré así la próxima vez que te automediques.

─¡Era un resfriado!

─Un resfriado no te lleva al hospital.

Retrato de un hombre en el aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora