Dibeida sonrisa

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«Amiga, sé que quieres entender, pero no conozco forma simple de hablar. Mírame; la embajadora de las letras, sin poder hilar unas cuantas.
No, no puedo explicar de forma sencilla. Pues cuando se trata de su sonrisa las palabras emprenden el éxodo dejándome silente.
Y es que ¡no es cualquier sonrisa!, hay millones de ellas, no te engañes, lo sé; preciosas, perlinas de nívea perfección. Pero tras la belleza de la suya hay luces, historias, madrugadas riendo, en otra patria con sus amigos, por las calles de Maturín. Lugar donde el arte, sin sentido para tantos, cobra vida y se construye en la frontera de sus comisuras. Detrás de su sonrisa vislumbro un portal a la luminosidad de la magia que reside en ella. Yo no sé cómo definir lo que sus ojos consiguieron desencadenar, cuando, desde un video le vi sonreír. En una danza de colores, formas y lugares. Su boca, ofreció cautiverio a mis ojos, los que entregados se perdieron tras aquella imagen. En ese preciso momento lo supe, un amigo suyo lo grabó; al abrirlo simplemente me quedé quieta, extraviada, en absorta contemplación. La respiración se detuvo unos instantes pues, sus ojos estaban clavados, sin intención directo en los míos. Lo sé , lo sé, no me reproches, es un conjunto de píxeles; pero desde éste fue que esa boca, dueña absoluta de su sonrisa, hogar donde aquella voz se proyecta, con el poder de un estratega experto me fulminaron.
No te equivoques querida, no le necesito. Es más, la vida podría continuar perfectamente su trayecto; desarrollar mi historia y que ésta termine sin haber hecho contacto.
Más yo, rechazo la distancia impuesta; y, si es necesario, entonces que sea éste el decálogo de mi objeción a lo eterno. Aquí le imputo la culpa de lanzarnos tan lejos, cual a su vez la gratitud de encontrarnos coincidiendo.
Por mi parte ¡yo, no lo permitiré! ¡Me opongo a no encontrar esos ojos frente a frente mientras caigo en hipnótico estupor! ¡Me niego a no tener la fortuna de contemplar esa sonrisa pletórica de alegría, esos ojos que acunan sus tristezas, aquella voz emisaria de su alma, que cual mar tan calmo muta en huracán mis mareas! Me rehuso a que por distancia o por destino me pierda el momento de conocer el sabor que se guarda tras sus anhelados labios, el dibujado recorrido que se oculta en las pecas de su espalda, en la textura palpitante de su aporcelanada piel.»

MarsWhere stories live. Discover now