1. Sal de la tormenta

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«.... Sobre la última persona rescatada, ya ha sido trasladada al Hospital Militar para su tratamiento. Presentaba deshidratación y desnutrición por el prolongado tiempo sin la ingesta de estos elementos. Se desconoce su nombre, ya que no se ha encontrado identificación cerca de ella, y su estado no le permite indicar sus datos. Cualquier nueva información, se los comunicaremos aquí, en CNN...»

Dos semanas después.

-Bien, última revisión- acercando sus manos al cuello de la chica, el doctor de cabecera que la había atendido durante toda su recuperación palpo su garganta. Bajando luego al brazo izquierdo, y moviendo arriba y abajo el brazo de ella, evaluando la fluidez de su movimiento- perfecto, por fin podemos darte el alta. Es una buena noticia, ¿no?

-Eso creo... Pero aún no recupero mis recuerdos del accidente...- contestó Livan, colocándose su camisa verde a cuadros.

El hombro izquierdo se había dislocado, incluso necesitó de cirugía para recuperar la movilidad en sus dedos. Según ella, había sufrido algo más grave que una dislocación, pero los médicos lo negaban y se limitaron a hacer la cirugía sin mayores comentarios.

-La pérdida de recuerdos traumáticos es algo normal, no te preocupes. Puede que regresen con el tiempo o del mismo modo, puede que nunca lo hagan. Si quieres, puedo recomendarte un terapeuta...

-No, gracias, estaré bien- cortando el amable ofrecimiento del hombre, negó con su mano derecha y bajó de la camilla. Ya que era su última revisión, estaba preparada para marcharse y como obtuvo el alta, no quería demorar en dejar ese lugar.

Las dos semanas en observación la tenían agotada, aunque estuvo la mitad del tiempo durmiendo y la otra en cirugía, sentía que muchas personas habían ido a verla durante sus horas lúcidas, personas que no conocía y que solo querían cuestionarla.

-Nos despedimos aquí entonces, recuerda que no debes sobre esforzar tu brazo. Si tienes otros problemas o dificultades, asegúrate de regresar.- Con algunas indicaciones, el médico se despidió de Livan, dejándola tomar su pequeño y vacío bolso de pertenencias. Las pocas cosas que pudieron rescatar junto con ella estaban dentro.

Frente al hospital, un vehículo militar la esperaba. Por la zona en la que se encontraba, o más bien, por la zona en que tuvo el accidente, el único hospital que podía atenderla y así salvarla era ese.

Abriendo la puerta trasera para ella, un hombre joven le indicó que subiera antes de que su cuerpo se pusiera frío. No quiso parecer extraña, por lo que asintió y subió como le decían, de todos modos, era el único transporte que podía sacarla de la base y llevarla al pueblo, y desde allí a la ciudad.

-... Por fin, a casa...- murmuró para sí misma,dirigiendo la vista al camino algo nevado, buscando con la mirada ansiosa la montaña y zona boscosa alrededor de ella. No olvidaría ese mes, nunca, en toda su vida. Pero en ese preciso momento, desconocía las memorias que su cerebro, con mucho esfuerzo, intentaba borrar.

Todo en su mente era confuso, con un gran vacío entre el despegue del avión y su despertar en la sala del hospital, sin poder sentir sus dedos de la mano izquierda. Y ahora, mientras se alejaba de ese lugar, no podía evitar pensar en como había sobrevivido y que sucedió durante los días que estuvo perdida en la montaña.

Y aún más importante... ¿Dónde estaban los demás?

En la tormentaWhere stories live. Discover now