2. Como llegamos a esto...

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-¿No crees que esperar cinco horas es mucho?- el que alza la voz en protesta es Martín, y aunque sus amigos lo escuchan, parecen ignorar su pregunta, misma que ha repetido más de cinco veces, una vez cada hora- se supone que partiríamos hace seis horas... No me miren así... Ah, da igual...

Tomando asiento entre Livan y Orfelia, Martín continuó refunfuñando en voz baja, mientras revisaba su celular, uno bastante viejo que no podía cambiar, aunque tuviera millones de celulares frente a él para elegir.

En las expresiones de todos, se notaba el aburrimiento, mezclado con un poco de ansiedad y desilusión. Iban a tomar un vuelo, sobre la montaña, antes de que acabara la temporada de vacaciones, pero uno de sus amigos, el organizador principal de la salida, aún no llegaba al lugar de reunión, mismo que sería el lugar de despegue.

Y aunque habían tenido noticias de él hace tres horas, no pudieron contactarlo más luego de eso. Era como si se hubiera esfumado... Junto al dinero reunido para pagar el vuelo. Ninguno quería decir lo que pensaba, pero era claro que todos tenían la misma idea. Leandro se había escapado, quizá con quien, y lo había hecho con el dinero de todos.

-¿Creen que podamos tomar otro vuelo?- esta vez la que habló fue Orfelia, dirigiendo su mirada a Richard, era el que más conocía el lugar, después de todo, se había criado allí a las faldas de su padre, que era piloto- si hay alguno, incluso podríamos pagar desde nuestras cuentas... ¿No? Quiero decir, no voy a perder un viaje por culpa del inútil de Leandro.

Su voz solo dejaba entrever su enojo, o despecho, contra el chico que ahora se divertía con alguna chica, una chica que no era ella. Y aunque los demás sabían, no comentaron nada y sopesaron la idea de Orfelia. Siempre tenia buenas ideas, pero Richard negó.

-Sería mucho más costoso, y a esta hora ya deben estar todos los horarios copados- poniéndose en pie, se alejó de ellos para ir al mesón, comenzando a hablar con el encargado de los vuelos. El aeropuerto era pequeño, caso turístico, para las pocas personas del pueblo y los que venían a ver la montaña durante el invierno.

Richard, que había nacido en ese lugar, conocía a todos los empleados, quienes lo trataban con amabilidad.

-Si no resulta, regresaré a casa- murmuró Livan, mientras anotaba algunas cosas en la agenda de colores pastel que tenía sobre los muslos. Del grupo de cinco amigos, era la única que no quería ir a esa excursión, pero allí estaba, los había seguido para pasar un tiempo agradable- y Orfelia, cuando veas a Leandro, deberías decirle que es un estúpido... Y que lo mataré si no regresa mi dinero.

Orfelia solo pudo reír, siendo seguida de Martín entre ellas, que ya había dejado de refunfuñar; y estaba atento a la conversación.

Ambos rieron, sin ganas de contestar a ese comentario algo sarcástico pero muy genuino. Livan mataría a Leandro si no le devolvía su dinero, ese que con mucho esfuerzo había juntado durante algunos meses.

-No te preocupes, recuperarás la totalidad de tu aporte...- contestó Orfelia, mirando su móvil para buscar el número del traidor, o como lo conocían todos, Leandro. Tras esperar unos minutos, bajó el aparato, ofuscada- apagado.

-Listo, los chicos dijeron que podemos tomar el vuelo en el mismo avión y con el mismo piloto, además, nos harán un pequeño descuento- Richard se acercó ignorante de la conversación entre las chicas, y les comunicó la noticia.- Livan, nosotros pagaremos tu parte, así que no hay problema.

Acercandose a ella, desordenó el cabello negro de la chica, provocando que esta alzara el rostro para alejarse. De las cosas que más odiaba, que tocaran su cabello era la primera en la lista. Incluso antes del derroche de dinero.

En la tormentaWhere stories live. Discover now