PRÓLOGO

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- No podemos perder más tiempo.

La voz de la mujer resonó con fuerza por toda la sala sin ni siquiera necesidad de levantar el tono, creando un eco que bien podría haber producido un megáfono.

Los demás comensales, sentados alrededor de la gran mesa rojiza en la que tantas veces se han realizado reuniones como esa, se removieron en sus asientos, creando un sonido con las telas de sus túnicas tan suave como un murmullo.

Algunos asintieron con la cabeza, pensativos.

- Tenemos que hacer algo. - dijo un hombre con mirada hosca, clavando sus ojos azules y fríos como el hielo sobre la mujer que antes había hablado. - Tenemos que intervenir, inmediatamente - golpeó el dedo índice con ímpetu sobre la mesa, revelando el tatuaje que tenía sobre el dorso de la mano.

La mujer posó la mirada lentamente sobre la suya. No dijo absolutamente nada, pero se podía percibir perfectamente lo conforme que estaba con él así como el deseo de participar en ello.

Un hombre situado a su izquierda, de bastante menos edad que el anterior, meneó casi imperceptiblemente la cabeza hacia los lados.

- Nos la entregarán, quiero decir... tienen un pacto, ¿no? No pueden rehusar de él, nos entregarán a la chica.

- Han pasado 16 años. - contestó antes incluso de que pudiera terminar el mismo hombre de antes, con una voz tan autoritaria y dura como sus ojos, clavando su mirada en la del chico. - Tendrían que haberla entregado hace mucho, mucho tiempo. ¿Crees que piensan hacerlo? Están retrasándolo todo lo que pueden, no van a hacerlo.

El chico se cruzó de brazos, nervioso e incómodo por su manera de hablar, concentrándose en el color rojizo de la mesa incapaz de sostener su mirada.

- Tiene razón, no van a hacerlo. - volvió a resonar la voz de la mujer, la cual se levantó lentamente del asiento, escuchándose como único sonido el ruido de las grandes mangas de su túnica. Levantó la barbilla mirando con sus ojos verdes y profundos sobre todos y cada uno de los comensales a su alrededor. - Es su hija. - dijo con una voz suave aunque para nada cariñosa. - Por supuesto que no lo harán, todos sabíamos que esto ocurriría. Yo sabía que esto ocurriría. - se pudo atisbar un tono más grave y con cierta amargura en esto último. - Esto es lo que vamos a hacer: necesitamos tener vía libre, así que nosotros nos encargaremos de ellos. - ladeó ligeramente la cabeza en un gesto casi elegante, paseando la mirada con lentitud por cada una de las personas ahí sentadas hasta posarse en una única de ellas. - Y tú, te encargarás de ella. - dijo mirándole fijamente, con un rostro tan serio y duro como la piedra.

El comensal, que había estado mirando hacia arriba con los pies cruzados por encima de la mesa durante toda la conversación con gesto tranquilo, incluso aburrido, bajó la mirada hasta encontrarse con la suya. Lentamente, torció una sonrisa cruzándose de brazos, en un gesto tan arrogante como su actitud.

Angel EyesHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin