CAPÍTULO 27. Estado de buena esperanza.

1.2K 131 25
                                    

«El futuro de un niño es el trabajo de su madre»

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

«El futuro de un niño es el trabajo de su madre».

Napoleón Bonaparte

(1769-1821).

Caroline se apoyó sobre el respaldo de la silla. Todo le daba vueltas y a punto estuvo de desplomarse en los brazos de John.

—¿Estáis bien, mi alma? —le preguntó él, la observaba preocupado.

—Sospecho que la emoción de haberos encontrado con vida y el asunto del falso duelo me ha vuelto más sensible. Saber que os hicisteis pasar por muerto y que permanecisteis durante un par de días con los cadáveres en descomposición me llena de espanto... Y me estremece que luego vagarais solo durante semanas y en medio de la noche, escondiéndoos durante las horas de claridad hasta dar con el ejército inglés. ¡Lleváis meses aquí, vida mía, y aún no me puedo convencer de que hayáis escapado de tanta crueldad! Y si a eso le sumamos que habéis vencido al responsable de vuestras desdichas no es de extrañar que la emoción me juegue una mala pasada... Es todo esto o mi doncella me ha apretado demasiado el corsé, me falta el aire —reconoció la joven, se abanicaba para no desfallecer—. ¿Me lo podéis aflojar antes de que muera asfixiada?

—¡Vuestros deseos son órdenes, reina de mi corazón! Pero os aconsejo que no os desveléis por el pasado y que empleéis la energía en exprimir al máximo el presente. —John le guiñó el ojo con picardía—. Estoy enteramente a vuestro servicio, condesa, ¿qué tal si os aprovecháis un poco de mí?

—Según recuerdo, me aprovecho de vos cada segundo —le replicó Caroline y le besó la nariz con devoción—. Antes ya erais un libertino, milord, pero ahora no hay quien pueda con vos. ¡Tengo que dedicar cada minuto de la jornada a haceros el amor! —se burló, ciñéndolo con fuerza, le costaba convencerse de que el sufrimiento había quedado atrás y de que ahora lo tenía solo para ella.

—No os quepa la menor duda, amada esposa, de que pronto recuperaré el tiempo perdido. Vuestra piel me añoraba y os juro que le proporcionaré todas las caricias mías que le han faltado durante estos años.

     Acto seguido John le desabotonó el vestido y permitió que se le deslizase hasta el suelo. La tentación lo cegó, y, en lugar de soltarle un poco el ajustado corsé, la liberó de él.

—¡Qué belleza! Vuestros senos están tan plenos como manzanas maduras a punto de recogerse. —John la levantó y la sentó sobre el escritorio, en tanto le succionaba las aureolas con ternura—. ¿Os habéis dado cuenta, condesa de Derby, de cómo me desbordan la mano?

—¡Ay, cielo! —Caroline suspiró, pues se hallaban muy sensibles—. Justo hoy que me he propuesto trabajar de verdad con las cuentas, ¿por qué me lo ponéis tan difícil?

—Una sola palabra vuestra es capaz de conseguir que me detenga, hermosa dama. —John le levantó la camisa y le frotó con suavidad el monte de Venus—. Pero no os inquietéis, yo haré después vuestra labor. Para eso soy vuestro marido, para facilitaros el día a día.

DESTINO DE CORTESANA.Where stories live. Discover now