1ª PARTE: DIARIO DE UN DETECTIVE (II)

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XURDE MAQUEN'AR


La luz me despierta, para descubrirme sentado detrás de mi escritorio, con la misma ropa que llevaba ayer y la botella de sidra que escondía para ocasiones especiales, casi vacia sobre la mesa: al parecer ayer fue un día especial, y nadie me había avisado, al menos no a mí yo del presente. Mí yo del pasado, por otra parte, tampoco parecía que se lo hubiese pasado muy bien: emborracharse solo y en la oficina no es lo que llamaría un gran plan.

Hago que la silla gire para mirar por la ventana: hacía un buen rato que el día había llegado para el resto de habitantes de Faer, o por lo menos para la mayoría. Cuando vivía en Vesteria no paraba de oír cosas sobre lo maravillosa que era esta ciudad: apabullantes obras de arquitectura, variadísimas propuestas de ocio, estrellas de la tele y el cine paseando por cada esquina..., me gustaría decirles a mis antiguos compañeros del cuerpo lo equivocados que estaban en ese último punto. Lo que nadie dice, son las partes malas: probablemente por que ni serán conscientes de ellas, de la misma forma que se creen que pueden cruzarse cada día junto a Braden Pip'ar o algún otro famosillo y saludarlo con familiaridad.

Como me gustaría tener delante al Sargento Hek'ar y espetarle que en su querida "ciudad de las luces" es imposible dormir, precisamente porque nunca oscurece. Sería algo distinto si pudiese descansar en mí apartamento, con todas las persianas bajadas, pero lamentablemente un demonio, que se hace llamar Terg, se ha declarado amo y señor del edificio y me ha exiliado: al parecer no le gusta la disensión entre sus fieles y menos que le digan que sus gafas están pasadas de moda.

Bebo de un trago, la sidra que queda en el vaso: daría lo que fuese por tenerlos delante, al menos eso significaría que estoy de nuevo en Vesteria, lejos de ésta asquerosa ciudad. Me iría ahora mismo, si me quedase un drekeg en la cartera: «ve a Faer», me decían, «que con esos índices de delincuencia a un detective privado no le puede faltar el trabajo». Llevo cuatro meses sin un caso, y no tiene pinta de que la cosa vaya a mejorar: el problema, y cada día lo tengo más claro, es que los narvinios son unos racistas.

Ellos vienen con su ejercito, te conquistan y adhieren a su imperio, y después te tratan como a un ciudadano de segunda categoría. Por el amor de Frixten, si el otro día dejaron pasar por delante de mí a un trasgo en la cola del supermercado: ¡un trasgo! Evidentemente, el tío aumentó la velocidad de la cinta de la caja registradora, convirtiéndola en una catapulta que arrojaba objetos de primera necesidad a la calle con una fuerza devastadora: y al final, llego el G.A.V, cerró el supermercado y, ¡me interrogaron a mí! Aún no me saco de la cabeza las carcajadas de ese desgraciado trasgo: se pegó a mi durante dos desafortunadas semanas...,

Pero en fin, dejando de lado a los trasgos, los demonios, el abuso policial, el racismo,las luces, los precios desorbitados, los martillos hidráulicos (como ese que me está taladrando la cabeza), los atascos kilométricos, las horas perdidas en colas infinitas y en definitiva, el exceso de gente en general, no está tan mal vivir en Faer: al menos la sidra es buena.

Oigo un estruendo en el pasillo: no sé si el tipo del martillo hidráulico a decidido subir a saludarme o si lo que se oyen son los pasos de mi ayudante por la escalera de madera (inconveniente de trabajar en un edificio con más de sesenta años). Cuando una sombra enorme se remarca en el cristal ahumado de la puerta me decanto por la segunda opción: escucho como saca las llaves y manipula la cerradura. Abre la puerta y se agacha para salvar el dintel: me sonríe a modo de saludo, mostrando dos hileras de dientes afilados, de los que aún cuelgan los restos de algún pescado: sin duda su desayuno. Hace un esfuerzo para sacarse el sombrero y dejarlo en el perchero, pero la operación parece complicada y se dilata demasiado: me da tiempo a llenar el vaso con lo último que quedaba en la botella y doy un trago.

DEVAFONTE: LAS CRÓNICAS PERDIDASWhere stories live. Discover now