Capítulo 25: Entrando en conciencia

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Capítulo 25: Entrando en conciencia

IAN

Entré a mi habitación con la respiración agitada y una erección del tamaño de una montaña completamente dolorosa de las ganas que le tengo desde el primer puto día en que la vi, lo peor es que aunque me follé a Sheila pensando en Noe nuestra última noche antes de que se fuera a su trabajo, no pude terminar las ganas.

Desde que Noe apareció en el panorama no estaba conforme.

No había caído en cuenta de lo que hacía hasta que vi sus hermosos ojos claros mirarme con completa adoración y deseo, ese brillo especial, esos jadeos que me pedían más, me la había puesto completamente dura, me di cuenta de que ella era hermosa, que me seguía pareciendo una odiosa jodidamente sexi en todo su esplendor.

Esto... no podía estar bien.

Solo pensar en lo mojada que estaba, en sus gemidos leves que soltaba a mi oído... maldición, se me iba a explotar la cremallera.

—Hija de puta, como te odio —susurré metiéndole un golpe a la pared lleno de frustración, mis nudillos temblando, porque ella había accedido y eso era lo que quería, tenerla, pero mi conciencia me detuvo en el peor momento.

Tocaron la puerta y pestañee un par de veces sabiendo quién era.

—Ian, ¿estás bien? —su puta voz pareciendo preocupada por mí.

Que mostrara sentimientos por mí me hacía sentir peor.

—Sí —solté a secas.

Era más fácil cuando me gritaba y se alejaba de mí, pero es que eso también me enloquecía y me hacía aumentar las ganas, como si me excitara hacerla tragar sus palabras como cuando me gritó que yo no era buen polvo y la hice venirse solo con mis dedos callándole la boca en gemidos.

Maldita sea.

—Uhm, ¿seguro? —preguntó insistentemente Noe.

Solo quería que se largara porque de lo contrario me la iba a follar sin pensar en contemplaciones.

—Déjame en paz —solté.

—Pero...

—¡DEJAME MALDITAMENTE SOLO! —le grité en desesperación, estaba a nada de abrir la puerta y pegarla de la pared para darle rienda suelta a mi desenfreno.

—Pesado hijo de puta —escuché que susurró y luego escuché sus pasos cuando se fue.

Respiré apenas.

Sabía que había estado mal todo desde el principio, desde que ella llegó todo pareció ir en picada, y ahora este puto anillo en mi dedo que me recordaba que me casé y los votos que le dije a mi esposa...

Cerré los ojos.

La estaba cagando y hasta el fondo solo por ser un impulsivo de mierda.

Sheila no se lo merecía, Sheila me había ayudado mucho en toda mi carrera profesional y ella me amaba demasiado, no podía hacerle esto.

Joder, pero es que Noe era esa puya debajo del zapato que no podía sacarme. La odiaba de la misma manera que la deseaba y luego me frenaba al recordar que era mi hijastra.

Nunca me había pasado, esto de desear algo y de actuar de manera impulsiva, solo con ella me sucedían estas cosas y estaba jodidamente mal.

Tenía que imponer límites por el bien de mi esposa Sheila.

A partir de ahora, ignoraría a Noemí y la trataría solo como mi hijastra, pondría todo mi autocontrol y si tenía que actuar lo haría.

Era bueno actuando, así que no sería nada dificil para mí.

SHEILA BICHÉ

Caminé hacia el bar del hotel, me gustaba que todos los ojos estuvieran sobre mí.

Me senté y arreglé mi cabello, quería tomarme algo para relajarme antes de ir habitación, esta reunión de negocios me había dejado exhausta y mañana tendríamos otra fiesta social.

Quería llamar a Ian, pero la diferencia horaria haría que se despertara y no quería quitarle horas de sueño, no cuando él trabajaba con su imagen y las ojeras serían fatales para su cara.

Pedí mi trago y esperé a que me lo trajeran mientras pasaba mi mano por mi cabello y miraba el lugar.

—Hola.

Esa voz me hizo voltear y me sorprendí al ver al hombre frente a mí.

—Hola señor Pomelo. —dije sobresaltada, él era uno de los productores con los que me reuní hace unos minutos, un hombre maduro con muchísimo dinero y propiedades en todo el mundo... además de que sus ojos verdes y cabello castaño le daban ese atractivo que siempre me gustó en los hombres.

Por eso estaba casada con Ian.

Tenía que recordar eso, que estaba casada.

Él me sonrió, tenía una sonrisa bastante seductora, parecía muy seguro de sí mismo.

—¿Puedo acompañarte? —preguntó.

Por lo que sabía él también estaba casado y tenía dos hijas ya grandes, ambos teníamos el mismo recorrido establecido.

—Sí, claro. —dije.

Me sonrió y se sentó a mi lado, su perfume varonil me revolvió el cuerpo entero, a mi parecer era muy sexi, su mirada fija en la mía me hizo estremecer y crucé las piernas tragando pesadamente saliva, este hombre era muy intrigante, no había conocido a alguien que me despertara el deseo sexual desde que estaba con Ian... hasta ahora.

Erguí la espalda para sacar pecho y mostrar algo del escote sin detenerme a pensarlo.

—¿Ha sido una noche larga cierto, señor Pomelo? —Comenté y le agradecí al mesero cuando me trajo el cóctel que le pedí.

—No lo suficiente —respondió—, por favor, nada de señor, llámame Dixon, al menos por esta noche.

Tragué pesadamente saliva al sentir que me estaba coqueteando, pero esto me gustaba.

—Dixon—dije saboreando su nombre.

Me sonrió y le sonreí en respuesta sin saber por qué me daban cosquillas en el estómago. Aproveché que él se distrajo con el mesero pidiendo un whisky para quitarme el anillo disimuladamente y guardarlo en mi bolsillo.

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Doble actualización :D pero recuerda votar D:

Ian Está Prohibido (Completa) Where stories live. Discover now