XXI

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Ya era oficial. Mis padres se habían divorciado.

Nadie más que Gavi sabía lo mucho que me dolía aquello. Sobre todo cuando nuestras familias eran muy unidas.

Cuando él tenía que irse o bien a entrenar o bien a un partido, llamaba a Marina para así no dejarme sola y me sentía todavía peor, porque sabía las ganas que él tenía de que fuese a verle jugar.

En momentos como aquel pensaba en lo mucho que le dolería tener que verme así.

Uno de aquellos días, mi madre vino a casa, aprovechando que mi padre no estaba y entonces fue a recoger cosas de la habitación.

Yo la seguí y entonces con un nudo en la garganta pregunté:

– ¿Ya no le quieres?

Mi madre se giró mientras apilaba algo de ropa y entonces soltó un suspiro.

– Siempre voy a querer a tu padre, Irina. Pero a veces el amor no basta. No te saca adelante. Si no tienes claro nada acerca de tu vida, es ilógico empezar algo serio con alguien, sobre todo cuando tiene tu edad. Tu padre nunca supo encontrarse a sí mismo, y yo no tenía dos hijos, tengo una.

La miré fijamente, intentando encajar todas esas piezas en un puzzle que llevaba días queriendo resolver.

Y en parte igual tenía razón.

Mi padre nunca había sido un hombre firme y de ideas claras, entonces llega un momento que con el tiempo pasa factura. Y eso es lo que les había pasado a ellos.

Aquel día se quedó un rato más conmigo para tomar un café y después se marchó.

Gavi vino a mi casa un rato después y lo único que hicimos fue tumbarnos en mi cama, uno al lado del otro y contarnos qué tal el día.

Estuve contándole mi conversación con mi madre y él asintió dándome a entender que estaba escuchándome, como siempre hacía.

– ¿Crees que deberíamos dejarnos?– pregunté.

– ¿Cómo? Espera, no te he entendido, dímelo ahora.– murmuró pegando su oreja a mi cara.

Yo me eché a reír y entonces lo miré.

– Sabes que yo tampoco tengo nada claro en mi vida.– murmuré.

– Irina, tu madre se ha cansado de luchar por él, pero yo a ti es lo último que tengo pensado soltar. ¿Me oyes?

Esbocé una sonrisita y entonces pegué mis labios a los suyos.

Después de aquello se deshizo de mi camiseta del pijama y tras darme la vuelta empezó a masajear mi espalda con cuidado.

Yo cerré los ojos totalmente relajada y con una media sonrisa.

– Mis padres quieren que vayas mañana a casa a comer. Dicen que va a venirte bien.– murmuró.

Asentí.

Haber hablado con mi madre me había abierto los ojos y eso significaba intentar enraizar mi vida.

– Tienes una espalda preciosa, nena.

Sonreí y abrí uno de mis ojos para mirarle.

– Es la verdad. Tan bonita y tan suave. Pienso usarla de almohada algún día.– soltó.

– Úsala cuando quieras.– solucioné.

Le escuché reír detrás de mí y sonreí.

Después de aquel masaje con el que casi me quedo dormida, bajamos a la cocina para ver que podíamos cenar.

– ¿Qué quieres cenar?– pregunté.

– Pienso saltarme la dieta. McDonald's.

Me reí y entonces le vi marcar el número y en un segundo ya estaba pidiendo la cena.

Mientras esperábamos a que la cena llegara, me puse a buscar alguna película decente.

– ¿Por qué no vemos una de miedo?– pregunté.

– ¿Y tenerte todo el rato abrazada a mí porque estés asustada? Pues claro que sí.

Lo miré sonriendo y le saqué el dedo del medio.

Había cosas que no cambiaban.

Seguíamos metiéndonos el uno con el otro y seguía sin molestarnos a ninguno.

Así era con él.

Siempre podía tener esa confianza con él para bromear y también para llorar si lo necesitaba en algún momento.

– Déjame elegir a mi la película nena.– murmuró acercándose a mí y quitándome el mando suavemente.

Le vi hacer zapping hasta que se quedó parado en una en concreto.

– Me encanta esa película.– dije.

– ¿Orgullo y Prejuicio?– murmuró.– Tiene pinta de que es antigua a más no poder.

– Que poco romántico eres Pablo Martín.– dije sonriendo.

– Muy bien. La reina quiere ver esa película, pues esa veremos.

Aplaudí y entonces el timbre sonó.

Gavi abrió la puerta y tras coger la cena nos sentamos y entonces puse la película.

Tras acabar de cenar, tuve que levantarme yo a recoger todo, porque Gavi no quitaba la vista de la película.

– ¿Pero por qué le interesa tanto saber del señor Darcy? Si lo odia.– espetó en voz alta.

Me reí silenciosamente y volví al salón para sentarme a su lado.

– Kitty me cae mal.– dijo.

Lo miré sonriendo.

Mientras avanzaba la película se mostraba más indignado con toda la situación.

Yo a este paso ya no podía evitar reírme.

– ¿Ves? El señor Wickham tampoco era de fiar.

– Pero es todo lo que ella quiere.– murmuré entrando al trapo.

– Ni de coña. A ella le encanta Darcy, porque es el que la hace rabiar y a la vez el que la hace feliz, pese a que no se soportan.– dijo.

Sonreí sabiendo que había entendido el trasfondo de la película y entonces me acurruqué a él.

Cuando acabó me miró fijamente y entonces me dio una sonrisa.

– Permítame usted que le manifieste cuán ardientemente la admiro y la amo. Ha embrujado usted mi cuerpo y alma y la amo, la amo y la amo y nada podrá separarme de usted.– murmuró mirándome.

Sonreí mirándole a los ojos.

Unos ojos que siempre decían la verdad y que en estos momentos lo hacían.

Agarré su cara y entonces pegué mis labios a los suyos en un beso lento.

Cuando me aparté lo miré sonriendo.

– Jairo también ha visto la película conmigo.– dije.

Le vi dejar de sonreír y entonces miró la televisión con mala cara.

– Ya no me gusta.

Solté una carcajada y entonces agarré su barbilla para acercarme y llenar toda su cara de besos.

No necesité mucho para hacer desaparecer su enfado, aunque siempre se haría el indignado.

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Esta película y el libro son ✨✨

𝐌𝐔𝐓𝐔𝐀𝐋 𝐇𝐄𝐋𝐏 +18 | Pablo GaviWhere stories live. Discover now