Nubes pasajeras

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Mi cuerpo se desplomó exhausto sobre el sofá, y la suavidad del tejido acarició mi piel, desvaneciendo la tensión que se había acumulado en mis músculos. Cerré los ojos, liberando también la pesadez de mis pensamientos, que durante estos días me habían martillado con todas las formas posibles de malestar. Bajo mi cabeza, mi maleta yacía llena y lista para el viaje, haciendo de improvisada almohada.

El sonido familiar de la cerradura de la puerta principal resonó, seguido por el silencioso ruido de la puerta acariciando el suelo al abrirse. Mi padre entró. 

 —Llegué. —escuché cómo encendía la luz, sus pesados pasos y el sonido de sus llaves chocando sobre el desayunador.

Dejé caer mi mirada hacia mis pies y, al levantarla un poco, divisé la puerta ventana que daba al balcón. La oscuridad se cernía en el exterior, mientras las luces de la ciudad empezaban a iluminarse. Un suspiro escapó de mis labios al comprender lo que aquello significaba: nuestra última noche en Singapur.

En mi mente, los recuerdos relampaguearon como destellos de luz, delineando todos los momentos de mi vida allí.

Me vi caminando con mis amigos por esas calles, que desde este 11avo piso parecían diminutas. Recordé mi escuela, donde paso la mayoría del tiempo todos los días, donde conocí a casi todos mis amigos, ese lugar donde muchas veces quería escaparme y ahora quiero quedarme para siempre. Las casas de los vecinos, donde muchas veces ibamos a cenar u almorzar en un intento de entablar una conexión. Los parques a los que solía salir a correr para despejarme.

Cerré los ojos e imaginé el piso en el que viví toda mi vida, lleno de recuerdos y confort. Mis padres decorando la casa, que con el paso de los años cada vez se iba viendo mas diferente. Yo jugando de pequeña con mis juguetes y haciendo el ridículo. Recordando a las mascotas que habían compartido nuestro hogar. Las noches de juegos de mesa, pochoclos y peliculas con mis padres. Yo pegando mis primeros pósters en mi habitación, decorando y pintando las paredes cuando estaba aburrida. Yo trayendo a mis amigas a mi casa y esas noches en las que nos paníamos sentimentales y hablabamos de temas muy personales. Yo cantando y bailando en pijama mientras cocinaba para dejar de sentirme mal. Esta casa no era solo un espacio físico; es vivencias, un testigo de crecimiento y afectos. 

Muchos afirman que la vida es efímera, un susurro en el tiempo, pero quizás esa brevedad solo se hace evidente cuando tu mente te conduce a rememorar y extrañar, transformando esos fugaces instantes en eternos recuerdos.

Pero lo más difícil no era solo reconocer que iba a extrañar estos lugares, sino a las personas que los convertían en algo especial. "Las personas que te rodean conforman tu identidad".

Entonces, si me voy, ¿quién seré?

—Hola. —mi padre me dió un beso en la mejilla y se lo devolví.

—Hola. —llegó un mensaje a mi celular  y bajé la mirada hacia el aparato dado vuelta. —Voy a salir, con los chicos. —le aclaré y levanté el celular para leer el mensaje.

William:

"llegamos por tí en 20"

"ok"

Me levanté del sofá y me dirigí a mi habitación. Observé lentamente la habitación, ahora totalmente desprovista de cualquier objeto, y bajé la mirada, esforzándome por evitar pensar en la ausencia de todo. Me vestí con la ropa que había seleccionado previamente. Me maquillé (no se usar otra cosa que no sea máscara de pestañas y gloss) y peiné mi cabello.

Luego de 20 minutos me entró una llamada y contesté dirigiendome a la pieza de mis padres, donde mi papá ya se encontraba durmiendo y le dí un beso en la frente.

Braking PointWhere stories live. Discover now