Trato tentador

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Mis oídos palpitaban con la música atronadora de la fiesta mientras Aidan, con una energía desbordante, me arrastraba de un lado a otro entre la multitud. La amalgama de personas bailando, fumando, hablando, bebiendo, sudando, besándose y entregándose a vicios se desplegaba ante mis ojos. Las luces parpadeantes creaban destellos en el aire saturado de energía, y cada paso que dábamos se convertía en una entrada triunfal, saludando a rostros conocidos.

Observaba a mi alrededor con una mezcla de fascinación y escepticismo, como si estuviera presenciando un espectáculo del que no podía apartar la mirada, pero que, al mismo tiempo, me resultaba completamente ajeno. La crítica juguetona se reflejaba en mi expresión, pero no podía negar que la energía pulsante de la fiesta lograba despertar un atisbo de diversión en medio de mi actitud aparentemente distante.

—¿Qué tal si intentas disfrutar un poco más, Max? —sugirió Aidan, notando mi actitud crítica mientras nos sumergíamos más en la marea de personas.

—Oh, créeme, estoy disfrutando de este espectáculo peculiar y colorido —respondí con una sonrisa irónica, mis ojos explorando la escena con agudeza.

La música pulsaba en mis oídos, y aunque mis pies seguían el ritmo, mi mente permanecía alerta, como si estuviera en guardia.

—¡Max! ¡Aidan! —Una voz familiar resonó y antes de darme cuenta, estábamos siendo saludados por una marea de amigos y conocidos. Las risas y los abrazos se mezclaban en el caos festivo.

Mis labios esbozaron una sonrisa automática en respuesta a los saludos, pero no podía evitar sentir la incomodidad acechando en el fondo. Cada abrazo, cada gesto amistoso, resonaba con la sutil conciencia de que todos aquí conocían la sombra que se cernía sobre mi familia. La historia de mi madre parecía estar presente en el aire, visible solo para aquellos que sabían dónde mirar.

Aidan, siempre el caballero, me mantenía cerca, su brazo rodeandome como un ancla en medio de la efusión social. Cada tanto, me lanzaba una mirada preocupada, como si pudiera leer en mis ojos la ansiedad que se escondía detrás de mi sonrisa forzada.

—¿Necesitas algo, Max? ¿Estás bien? —preguntó Aidan, su voz intentando sobresalir sobre la música estruendosa.

—Estoy bien, Aidan. Solo disfrutando la fiesta —respondí, aunque sus ojos escudriñadores indicaban que no me creía del todo.

A medida que avanzábamos, algunos saludos resonaron de manera peculiar.

—"Hola, Max, no creí verte por aquí" —una voz tintineó con una nota de sorpresa exagerada.

La incomodidad se apoderó de mí mientras intentaba descifrar el tono detrás de esas palabras. ¿Había un matiz de juicio o simplemente era una observación casual? Mi mente bullía con preguntas no formuladas mientras Aidan continuaba guiándome a través de la maraña de interacciones sociales.

Aidan, siempre atento a mi lado, notó mi cambio de expresión al ver que no paraba de seguir apareciendo gente que nos conocía. Sus ojos, llenos de complicidad, buscaban los míos como si pudiera leer la incomodidad que intentaba ocultar.

—¿Necesitas un momento? —murmuró Aidan, su voz suave apenas audible sobre la música que rugía en el fondo.

Asentí, agradecida por su comprensión silenciosa. Cada saludo parecía un recordatorio de la fragilidad de la normalidad que intentaba proyectar. Nos movimos entre la multitud, la música sirviendo como un manto que ocultaba conversaciones ajenas. 

Aidan y yo nos acomodamos en un rincón más tranquilo del patio, tratando de encontrar un refugio temporal de la efusión festiva.

—¿Cómo estás? —preguntó serio, con su tono relajado que tanto lo caracteriza. Los dos sabíamos claramente a lo que se refería, pero la verdad no quería hablar de eso en esta situación.

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⏰ Last updated: Feb 22 ⏰

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