Capítulo I: Papá

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Nueva York, Greenwich Village

25 de agosto de 2019

La nieve caía con suavidad sobre las calles, cubriendo la bulliciosa ciudad con un manto blanco y tranquilo. Desde el balcón de su apartamento, una niña observaba con ansias, su aliento formando pequeñas nubes en el aire gélido, la llegada del carro de su papá.

—¿Tío Cartman? —dijo sorprendida al ver cómo un auto rojo, ya familiar, entraba en el estacionamiento del edificio.

Salió del balcón para dirigirse, emocionada, a la puerta. Confundida y bastante ansiosa, esperó unos minutos frente a la puerta hasta que esta fue abierta por su tío y primos.

—Hola enana —saludó Cartman con una caja de pizza en mano—. Traje algo para cenar, así que ve a lavarte las manos —ordenó antes de pasar frente a ella e ir directo hacia la cocina.

—Hola tío. Hola Steven, Daisy —saludó confundida al no ver a su papá entre ellos—. Y mi papá, ¿dónde está?"

—Se quedó acompañando a mi papá —respondió Steven antes de cerrar la puerta—. Los doctores dijeron que necesitaba quedarse unas dos noches más por precaución, así que tío Kenny se ofreció a quedarse hasta que llegara papá David.

—¿Eso significa que su hermanito nació bien? —preguntó preocupada.

—Sí, todo salió bien —respondió con emoción la más pequeña de los presentes—. Hermanito rojo salió por fin de la panza de papá, Steven y yo lo vimos a través de una pared mágica.

Aquella respuesta inocente calmó la inquietud de Lea, la cual de manera inconsciente volteó a ver con una sonrisa melancólica un pequeño cuadro que se encontraba cerca de la entrada.

—¿Aún no se lavan las manos? —preguntó Cartman después de dejar la mesa lista—. Apúrense que sino yo me comeré toda la pizza.

Después de la advertencia, los niños se apresuraron a cumplir con lo ordenado por su tío. Aquella noche fue una velada llena de risas y alegría gracias a la presencia de su tío favorito. Lea y Daisy amaban mucho a su tío, y más cuando este les contaba historias de cuando sus papás y él eran niños, de cuando hacían travesuras y se metían en varios problemas. Sin embargo, el único inconforme de aquella cena fue Steven, ya que, a pesar de querer a su tío, odiaba escuchar aquellas historias solo por la mención de alguien.

Después de la cena, mientras Lea y Steven se preparaban para dormir, surgió una conversación sobre la relación de sus padres y su tío cuando eran jóvenes.

—Steven, ¿no crees que es asombroso que nuestros padres y tío hayan sido amigos desde niños? —exclamó Lea con entusiasmo mientras se acomodaba bajo sus sábanas—. ¿Tú crees que mis papás también se conocieran de niños?

—Según recuerdo, mi papá me dijo que tío Kenny y tu papá se conocieron desde pequeños —respondió Steven, recostándose en el extremo opuesto de la cama.

—¿En serio? —preguntó Lea, fascinada por la idea—. Papá nunca me ha contado eso, pero le encanta contarme la historia del momento exacto en el que se enamoró. Es mi historia favorita si soy sincera, así que no me puedo quejar mucho.

Steven desvió la mirada con cierta melancolía y envidia al ver la felicidad de su prima. A diferencia de ella, él deseaba no saber nada sobre aquel hombre con el que compartía sangre. Después de un incómodo silencio y una mezcla de emociones, Steven se levantó de la cama, dejando a Lea confundida, y se dirigió hacia donde estaba su mochila.

—Lea, ¿te gustaría ayudarme a abrir esto? —preguntó después de sacar una pequeña caja de madera vieja.

—¿Qué es eso? —preguntó curiosa Lea, saliendo de su cama para sentarse al lado de su primo.

—No lo sé, lo encontré la última vez que fui a visitar a mis abuelos, en South Park —respondió Steven, entregando la caja a Lea por un momento—. Voy a buscar algo para abrirla.

—¿Será una cápsula del tiempo?

—Lo dudo, recuerdo que estaba semi enterrada en la nieve —respondió Steven mientras buscaba algo dentro de su mochila—. Además, para ser una cápsula del tiempo, se ve muy pequeña. Yo creo que es una caja antigua.

Lea observó con fascinación la caja antes de sacudirla un poco para adivinar qué escondía por dentro, pero se detuvo al oír el leve sonido de un tic tac.

—Este cuchillo nos servirá —exclamó Steven, entusiasmado, antes de quitar la caja de las manos de Lea para abrir la cerradura oxidada—. No te preocupes, he visto a tío Cartman utilizar cuchillos cada vez que se le olvidan sus llaves —respondió Steven confiado al ver la cara de horror de Lea. Después de un rato de forcejeo se detuvo al escuchar un clic, sonrió triunfante—. Te dije, los trucos de tío Cartman siempre funcionan, por algo es millonario.

Ante estas palabras, Lea solo afirmó con un movimiento horizontal de su cabeza, sorprendida por el peligroso acto que acababa de presenciar.

Ambos abrieron la caja con emoción palpable, pero pronto se vieron sumidos en una profunda decepción al descubrir solo un viejo reloj, oxidado y sin vida en su interior.

—Creí que habría algo más interesante —murmuró Steven con desilusión, mientras sostenía el viejo reloj entre sus manos.

—Sí, yo también esperaba algo más emocionante —añadió Lea, tratando de ocultar su propia decepción tras una sonrisa forzada—. Tal vez puedas venderlo a buen precio, se ve muy antiguo.

—Tal vez —respondió Steven, mirando con detalle el reloj— Pero por si acaso, voy a intentar arreglarlo. Quién sabe, podríamos estar pasando por alto algo fascinante.

Lea observó a su primo con intriga, admirando su determinación como se sumergía en la tarea con un cuchillo como su única herramienta. A diferencia de ella, Steven no había perdido por completo la ilusión. Con cuidado y en silencio, se levantó en busca de una manta, convencida de que aquella tarea no duraría unos pocos minutos.

Después de un rato, a pocos minutos de las tres de la mañana, Steven seguía despierto, inmerso en la tarea de reparar el viejo reloj, con Lea dormida a su lado. Cada movimiento era meticuloso, cada ajuste realizado con delicadeza y precisión.

Finalmente, después de un arduo trabajo, el reloj cobró vida ante sus ojos.

—¡Por fin! —exclamó Steven, con una mezcla de alivio y satisfacción, al ver como el viejo reloj funcionaba nuevamente—. Realmente no es más que un simple reloj, pero valió la pena arreglarlo. Estoy seguro de que a mi papá le encantará.

Después de un montón de vueltas a las manecillas para poner la hora correcta, Steven parpadeó con notable cansancio antes de caer rendido, por el sueño, sobre Lea. Ambos estaban agotados por la intensa noche de trabajo, y el sueño los envolvió rápidamente.

En medio de la oscuridad de la habitación, Lea susurró inocentemente entre sueños:

—¿Ya terminaste de arreglar el reloj de South Park?

Pero estas palabras soltadas al aire fueron respondidas de manera inesperada, pues mientras el cansancio de los niños era repuesto, el reloj reparado emanaba una brillante luz azul que sin previo aviso los envolvió. El resplandor llenó la habitación, bañando todo a su paso con un brillo mágico y envolvente. Los niños se despertaron sobresaltados por la súbita luz, encontrándose de repente dentro de un parque cubierto de nieve.

Lea y Steven, congelados y aún en shock, se levantaron del suelo y miraron con terror y confusión su alrededor. Mas, antes de que alguno de los dos pudiera decir algo, el grito de alguien a sus espaldas los sobresaltó y sorprendió.

—¡¿Pero qué mierda está pasando aquí?! —exclamó un joven castaño con una bolsa de McDonald's, quien, al igual que ellos, se encontraba confundido y aterrado.

Odio a Papá (Bunny/Style)Where stories live. Discover now