Capitulo 1 Las primeras sospechas

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Bajo la cálida luz del alba, el salón de clases se veía inundado de una tensa quietud. Nos hallábamos en la última clase antes del ansiado descanso, el sudor perlaba mi frente, turbando tanto mi cuerpo como mi mente. En esta clase de literatura, impartida por una profesora con quien no congeniaba, cada segundo se me antojaba una eternidad, y aguardaba con impaciencia el tintineo liberador de la campana.

Mi fiel amigo, Luis, percibió mi inquietud y me susurró que faltaban apenas diez minutos para el tan ansiado receso. Nos encontrábamos en el último tramo de nuestro cuarto año de bachillerato, y al término del primer trimestre, las responsabilidades académicas comenzaban a pesar sobre nosotros. Mientras el tiempo se escurría entre nuestros dedos, Luis y yo compartíamos nuestras preocupaciones y confidencias, revelando las grietas que comenzaban a resquebrajar nuestra aparente seguridad.

Finalmente, el dulce sonido del timbre resonó en el aire, marcando el ansiado fin de la clase. Descendimos por una escalera que nos llevaba al primer piso del colegio, y por ende, a la tentadora tienda de alimentos. Me concedí el placer de comprar una empanada y me dirigí a sentarme junto a Luis.

Frente a nosotros se encontraba Sam, mi mejor amiga, en compañía de su novio, Maurice, rodeados por su séquito de amigos. Sam irradiaba una belleza etérea, con su tez pálida y cabello liso como la seda, mientras que Maurice poseía una presencia magnética, con sus rizos oscuros y una altura que desafiaba al cielo. Durante un breve instante, los observé con curiosidad, pero pronto mi atención se desvió hacia otros pensamientos.

El bullicio del colegio nos envolvía mientras saboreaba mi empanada, intentando ahogar mis pensamientos en su sabor salado y crujiente. Luis compartía anécdotas sobre algún partido de fútbol, pero mi mente divagaba, atrapada en las complejidades de las relaciones humanas.

Sam y Maurice, una pareja aparentemente perfecta, pero bajo esa fachada de felicidad se ocultaban sombras de duda y desconfianza. Observé cómo compartían risas y gestos cómplices con su grupo de amigos, pero en mi interior, un presentimiento ominoso se adueñaba de mí. Me preguntaba cuánto tiempo más Sam podría ignorar las señales que la realidad le enviaba, cuánto tiempo más podría permanecer en esa relación tóxica.

Sin embargo, mis cavilaciones se vieron interrumpidas por la llegada de Donovan, un espíritu libre siempre en busca de nuevas aventuras. Su energía contagiosa nos arrastró a todos hacia una conversación animada, alejando momentáneamente las preocupaciones que nos acosaban.

Aunque intentaba distraerme con la compañía de mis amigos, el peso de la verdad seguía presente en mi mente, como una sombra que se negaba a desaparecer. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentar la situación de frente, pero por ahora, me aferraba a la camaradería de aquellos que compartían mi presente, sin importar lo incierto que se volviera el futuro.

El sonido de la campana nos devolvió bruscamente a la realidad, indicándonos que era hora de regresar a nuestras actividades académicas. Nos dirigimos a formarnos, donde nos recordaron la importancia de poner al día nuestras asignaturas pendientes. Lancé una mirada irónica a Luis, quien había acumulado casi todas las materias reprobadas, aunque eso no afectaba nuestra sólida amistad.

Después de esta breve pausa, todos los grados subimos a nuestros salones, pero algo peculiar sucedió. Nuestro profesor de informática, encargado de la clase que nos tocaba, no estaba presente, lo que nos dejaba con el último bloque de clases libre. Un profesor suplente llegó y nos propuso una actividad didáctica, a la que nos dedicamos durante un cuarto de hora, acordando mantener el silencio como muestra de respeto.

Se formaron pequeños grupos de amigos, y yo me uní a Donovan y Luis. Conversamos sobre autos, películas y otros temas propios de la adolescencia. Después de un rato, la conversación derivó hacia planes para el fin de semana. Donovan sugería organizar una salida al campo para hacer una fogata y contemplar las estrellas, una idea que capturó nuestra imaginación al instante.

Mientras debatíamos los detalles del plan, noté que Sam y Maurice estaban absortos en su propio mundo, planeando algo con sus amigos. Una sensación de resignación me invadió, recordándome los tiempos no tan lejanos en los que solíamos compartir momentos genuinos. Sin embargo, cuando Maurice se unió a ellos, un atisbo de culpa se apoderó de mí. Me culpaba a mí mismo por no haber tomado la iniciativa antes, por no haber expresado mis preocupaciones y sentimientos  desde el principio.

Después de un tiempo, noté cómo Maurice se levantó y se dirigió al baño. Quince minutos después, aún no había regresado, y otra compañera, Annie, también fue al baño sin notar nada extraño. De repente, sentí la necesidad de ir al baño, pero al llegar al segundo piso me di cuenta de que no había papel higiénico. Decidí entonces subir al tercer piso en busca de uno.

Con sigilo, digno de un ninja, subí las escaleras y escuché un sonido peculiar de labios tocándose. Me pareció extraño, pero cuando llegué al tercer piso, los vi a ellos dos, Maurice y Annie, sentados en un rincón. No hice ninguna pregunta y fingí no haber visto nada, pero internamente comencé a sospechar. Ellos dos se fueron como si nada hubiera ocurrido.

Entré al baño, cerré la puerta y mientras hacía mis necesidades, mi mente estaba llena de preguntas. Bajé las escaleras con rapidez, pero a mitad de camino recordé que no tenía ninguna prueba de lo que había visto. Entré al salón como si nada y, dado que el día escolar estaba por terminar, no dije nada en ese momento. Sin embargo, sabía que debía investigar lo que estaba sucediendo.

Cuando sonó la campana, todos los estudiantes salieron del colegio. Mientras me dirigía hacia la salida, reflexioné sobre lo ocurrido.

"Así fue como comenzaron mis primeras sospechas".

una batalla por amorWhere stories live. Discover now