Capítulo 4:

1 0 0
                                    

Lo que necesitábamos era escapar, ya que una oleada de cosas voladoras se acercaban a gran velocidad, y fuimos hacia una montaña cerca del mar que tenía un faro de piedra aún en pie. Allí podríamos resguardarnos, encontrar a los supervivientes y trazar un plan.

El camino fue duro, había mil obstáculos que superar, cada cual más difícil: Primero una palmera cayó, justo dentro del camino que seguíamos, y nos hizo tener que cambiar dirección dando más vuelta. Después, mientras subimos una colina, la tierra se empezó a desprender y causó una cadena de avalanchas que por poco nos matan. Y más tarde unos animales salvajes que huían, como nosotros, obstaculizaron la travesía, aunque ninguno tuvo intención de atacarnos, pero perdimos más de una hora esperando a que todos pasaran.

Nuestro mayor miedo fue que cayera la noche y que nos pillara en medio de la nada, pero, poco antes de medianoche, llegamos sanos y salvos, más o menos, al faro inhabitado.

Era un lugar húmedo y oscuro, había sido abandonado hacía ya años y ahora nadie lo cuidaba como es debido. Pero a nosotros nos sirvió perfectamente para salir del apuro que nos causaría una noche sin un techo y protección ante a los peligros externos.

Me acomodé en una esquina con unos cojines y mantas que encontré en la casa, los demás se acurrucaron a mi lado, porque el fuerte viento hacía que, aunque no se tratase de una noche especialmente fría, refrescase lo suficiente como para necesitar más prendas de abrigo.

Ninguno de nosotros podía descansar, y aunque yo trataba de dormir, cerrando los ojos, no hacía más que revivir imágenes borrosas de lo ocurrido, porque eran demasiados sucesos en un solo día y emociones que digerir.

Nos dijimos buenas noches, repetidas ocasiones, para ver si eso funcionaba y nos ayudaba a dormir. Pero yo solo podía pensar en qué sería de nosotros, los abandonados del mundo, porque el universo nos había abandonado hacía ya mucho tiempo. Tenemos solo 14 años, como esperar que sepamos sobrevivir cuando siempre nos han cuidado nuestros padres, que ahora dios sabe donde se encontraran.

La última imagen antes de caer rendida ante el cansancio fue ver el mar, con la luna reflejada en el agua, y los pájaros voladores que se acercaban a gran velocidad. Cuanto más los mirabas, más parecían drones, miles de ellos, buscando venganza.

No sabía si ellos nos ayudarían o no, pero solo quería volver a casa, y fui tan inocente de pensar que nos salvarían... 

Fuerzas de la NaturalezaWhere stories live. Discover now