UN

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Respira, una vez más. Sur les pointes. Aguanta, puedes hacerlo. Con calma. Fouetté en Tournant. Sigue, ya casi estás. Cambré... Mis piernas fallan al intentar cambiar de movimiento y una vez más termino en el suelo. Silencio. Mi rostro escondido entre mis piernas mientras el agua salada recorre mis mejillas. Mi respiración se acelera. No puedo respirar. Cojo bocanadas de aire con todas mis fuerzas, una tras otra, pero el aire que llega a mis pulmones no parece ser suficiente. Me quito las puntas y las lanzo con todas mis fuerzas dejando salir el más grave de los gritos. Torpemente me levanto, luchando por conseguir un poco más de aire, aire que no quiere que yo lo consuma. Grito. Las paredes de ladrillo son testigos de mi furia y desesperación, pero se quedan calladas, me ocultan y dejan que me consuma.

Paso mis manos por mi rojizo cabello tirando de mis raíces con todas mis fuerzas. Una pierna, después la otra. Ahora ambas cuelgan del borde de la azotea. No mires abajo. No, mira abajo. ¿Qué hay? ¿Qué ves? Un impulso y tal vez llegue la libertad. Un impulso y tal vez la vida feliz de la que me hablabas finalmente llegue. Un impulso y podría volver a verte, papá. Sería un gran impulso, tal vez no tenga la fuerza suficiente... pero si me acerco más, ahí, justo en el borde... La desesperación se ha convertido en mi cuerpo, el miedo en mi mente y la vida en un sueño. Nudos se han formado por todo mi cuerpo, en mi estomago, en mi garganta. Mi juicio se ha nublado, estoy completamente ciega, sola, luchando contra gigantes que me golpean con la misma facilidad como los molinos golpean al viento. Lo siento, papá. No puedo más. Necesito al fin respirar. Gritar.

Mi cuerpo se enfría provocando que el tacto de mi piel sea el mismo que el de una lija, siento como mi ropa se agujerea. Mis uñas se clavan en la piedra y mi mandíbula se tensa. Adrenalina. No tengo aire, me voy a desmayar. Sólo procura caer hacia delante, volarás. Será fácil. Pero entonces empieza a llover. Las nubes han caído del cielo, la lluvia suena con fuerza mojándolo todo a su paso, mojando mi pelo, mi rostro, mi piel. Entonces respiro. El impulso ha sido tan fuerte que a centímetros he estado de caerme, pero es mayor el miedo a sobrevivir que el miedo a la misma muerte. Retrocede. Baja de ahí e inténtalo una vez más. Haz lo que mejor se te da. Libérate con tu mayor aliado, con quien marca el compás y prepara el escenario.

Nubes, lluvia, pequeños rayos de sol. Baila. Libérate. Sueña. Es tu oportunidad. Brilla, Brigette. Haz que se fijen. Enséñaselo a todos. Grita. Señala. Acusa. No te detengas. Pero no llames la atención. No muestres. No hables. No debes. No puedes. Sabes que no. Pero eso sí, de vez en cuando, recuerda que puedes respirar. No lo hagas demasiado fuerte o demasiadas veces, alguien lo podría notar. Contrólate, Brigette. Sé una buena bailarina, pero una mejor actriz. El tiempo se detiene, la lluvia ya no puede mojar más, tan solo moja lo que ya está mojado. Las nubes ya no se ven, pues la noche empieza a caer. Se acabó la función, es hora de volver.

Recojo las puntas y el bolso, me despido de mi libertad y entro al edificio. Abro el bolso y me pongo los zapatos, saco la toalla que en el guardaba y me seco ligeramente el pelo. Un vestido nuevo, este está empapado. Un pañuelo de seda en el cuello, un abrigo largo en mis hombros y un pintalabios rojo en mis labios. Ya estás lista, no se va a enterar. Ahora corre, sal de edificio y vete a casa, procura parecer feliz por si alguien te ve en el camino. La gente se amontona en las calles, apenas se puede pasar. Observo el reloj, son más de las ocho, debo regresar antes de su llamada o él lo sabrá. Empujo a la gente que se cruza por mi camino, esquivo a niños, bicis y perros. Semáforo en rojo, toca esperar. Deprisa, venga... Ocho y veinticuatro... ¡Cambia ya! Verde, al fin. Cruzo la calle lo más rápido que puedo. Las cafeterías están llenas y los camareros recogen apurados las terrazas. Paraguas, chubasqueros, periódicos. Cualquier cosa vale para refugiarse de la lluvia. Sigo corriendo, el tiempo está en mi contra. Mis ojos se llenan de lágrimas al ver la hora, ocho y media. Tengo que correr más rápido. Mi vista se nubla al tiempo que el miedo dentro de mí aumenta. Me tropiezo con mis propios pies y caigo de bruces al suelo. Duele, pero este dolor no es nada comparado con el que está a punto de venir. Mis manos y mis rodillas tocan el suelo, mi barbilla duele.

La obra de BrigetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora