Capítulo 4.

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¿Por que llevas ese pequeño lazo rojo en tu meñique?

Esta es una de las preguntas mas frecuentes que la gente me hace. Yo decía que simplemente me gustaba, que me parecía bonito y sonreía falsamente. Pero, hay mucho mas.

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—Me alegro de haber venido aquí. Tenias razón.—me dice Ryan, mientras que esta tumbado en el césped, con sus brazos cruzados detrás de su cuello. Yo me encuentro su lado, en la misma posición, pero en vez de tener las manos detrás de mi cuello, tengo una toalla enrollada que Ryan tenia en su coche. Estamos observando el atardecer, y nos encontramos en una colina en la que se puede divisar toda la ciudad.

—Te lo dije; esto es mejor que cualquier cafetería.

—Cierto. ¿Como descubriste este lugar?

—Lo encontré el primer año de universidad, después de un tres meses de llegar aquí. Me sentí muy agobiada y me puse a conducir sin ningún rumbo, hasta que llegue aquí. Estaba harta de conducir, y decidí aparcar y sentarme. Me quede aquí varias horas, sola, pensando. Desde entonces, siempre que me encuentro triste y mal, vengo aquí.—le explico, sin apartar la vista del cielo. Noto que el me esta mirando.

—Si es un lugar en el que disfrutas de tu soledad, ¿por que me lo has enseñado?—pregunta Ryan.

—Porque me importas.—le contesto, inconscientemente. Después de 5 meses de relación, Ryan se ha convertido en una persona muy importante para mi. Es como si estuviera en una montaña rusa continua con el. Y, todo hay que decirlo, le quiero.

Giro mi cabeza y lo miro. El esta sonriendo y se empina para besarme dulcemente. Yo le correspondo el beso, y eso es lo que hacemos durante los siguientes minutos: besarnos.

Me coloco encima del, cuerpo contra cuerpo, y seguimos besándonos, y acariciándonos, hasta que el corta el beso. Yo gruño débilmente; no quiero que pare.

—¿Que ocurre?—le pregunto, acariciándole su pómulo ya sanado. Nunca le pregunté por sus heridas. No hemos tocado ese tema, ya que cada vez que comentaba algo, se revolvía incómodo.

—Tengo que decirte algo.

Yo me separo de el, y me siento a su lado. El se endereza, y se sienta. Su expresión es seria, y esta nervioso.

—Te escucho.

—Quiero hablarte sobre mis heridas.—me suelta, y yo entreabro la boca, sorprendida. 

—Oh.—musito, mientras que mis manos empiezan a temblar. Me asusta este tema, y no me había dado cuenta hasta ahora.

El baja la cabeza y suspira. Vuelve a subirla, y empieza a hablar:

—Hay muchas especulaciones sobre mi, y la mayoría son falsas, Iris. No estoy metido ni el mundo de drogas, ni el de carreras ilegales, ni el de la prostitución ni nada eso. A los 17 empecé a adentrarme en el mundo del juego. Cartas, poker y otras cosas. Al principio, me fue bien. Gané mucho dinero yéndome a los casinos, y jugando con mis amigos y gente desconocida. Tanto, que me pague la universidad. Mis padres pensaban que tenia un trabajo en un local, y ellos estaban contentos por mi. Todo me iba genial.—hace una pausa, y sonrie nostálgico. Cierra los ojos unos segundos, y me mira fijamente.—Pero todo lo bueno se acaba. Cuando me vine aquí, me mude a un piso con unos amigos que también jugaban. Uno de ellos, conocía a gente que se dedicaba exclusivamente al juego. El decía que tenían mala fama, pero que eran leales y conseguiría dinero seguro. No dude ni un segundo. Los otros dos amigos me dijeron que no era una buena idea, pero no les escuché. Al siguiente mes, quedé con ellos. En efecto, controlaban el juego a la perfección y organizaban partidas ilegales y ese tipo de cosas. Me lleve bien con ellos, y mi amigo y yo empezamos a relacionarnos con ellos y a jugar. Empece a ganar muchísimo dinero, y mientras que estaba aquí, podía ayudar a mis padres y pagar mi piso. De un día a otro, me vi siendo amigo de esas personas. Un día, me pidieron que amenazara a alguien, porque les debía dinero. Ellos me recompensarían con dinero, pero me negué. Ahí comenzaron los problemas.

Lazos Rojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora