Prólogo

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Estoy en la azotea, allí donde nada se oye, donde el silencio se adueña del ruido. Silencio y pasado juegan a encontrarse. Sentado con los pies colgando, atrapo mi adolescencia. Dejo caer un zapato, este golpea cada ventana del edificio. Llega hasta el suelo. Un charco se hace mar para él. Así comenzó esta historia: sin avisar.

En la vida, el silencio es siempre el narrador: “Sin él me pierdo, con él me encuentro”.

Igual que Chopin encuentra su silencio en la sinfonía, nosotros encontramos el silencio en las relaciones.

—Hay demasiado ruido ahí fuera —mientras levanto la cabeza.

Miro hacia abajo y veo el silencio. Miro hacia arriba y oigo ruido. ¿Por qué veo silencios?

Quizás he visto laberintos rotos también como Borges. Oigo un piano, sigo oyendo sus teclas, algunas corren sinuosas, otras se esconden y ven la vida pasar.

«El ave lucha para salir del cascarón, y nada más. El huevo es el mundo. Quien quiera nacer deberá primero destruir un mundo. El ave vuela a Dios. El nombre de ese Dios es Abraxas»

No es mío, ojalá lo fuera. Es de Herman Hesse, él también llegó a mi vida, como Chopin, arrasándolo todo. El silencio es un expatriado del presente, como lo fue el pianista Chopin que, a pesar de la distancia, siempre fue leal a Polonia. El ritmo de la vida va marcando cada ausencia de grito.

Fumo dos cigarrillos, bebo dos vasos de Bitter-Kas, sueño tres veces al día, y toco a Chopin ocho horas. O quizás este toca en mi interior donde me falta el resuello. De forma subrepticia, veo pasar mi vida. El silencio siempre será del viento, no hay nada que lo amarre. Déjalo libre y él volverá a ti.

Silencio y Laura son dos personas. Una escucha y otra grita. Laura es la protagonista de esta historia. Hay miles de historias, quizás un alto porcentaje de Lauras, pero sólo un silencio en la vida de Laura.

Chopin es mi principio y cada mañana voy en busca de él. Se sentaba en una hamaca mirando al mar a lo lejos en su casa de Valldemossa, donde todavía hoy sus paredes gritan su nombre.  A través de ellas, me acerco a Chopin y choco con Laura.

En las paredes del palacio se escucha el silencio. Me enredo en su obra. Chopin, antes de los seis años, aprendió tanto y tan rápidamente que podía tocar cualquier melodía escuchada e improvisaba sobre ella. Tocaba para la aristocracia, le invitaban a fiestas, donde desplegaba todo su arte.

Laura sigue la vida que le marcan, pero un día chocará con su silencio. Conocer a Laura es acercarse a Chopin. Y conocer a Chopin es acercarse a Laura. Han nacido en épocas diferentes, pero los dos silencian sus vidas.

Sinfonía de silenciosWhere stories live. Discover now