Capítulo 7

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Samo - De que me sirve la vida.      


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04 de Octubre 2014

Sebastián

El dolor es algo tan raro, puedes sentir como todo en ti se rompe en pequeños fragmentos, pero sigues de pie, estas allí físicamente, pero tu corazón y alma no están.

Siento como todo me abandona, como las fuerzas se esfuman y mi armadura se quiebra al ver como sus ojos se cierran, el agarre de su mano en la mía se hace débil y el sonido de la máquina que dicta los latidos de su corazón me dice que ya no está, que su corazón ha dejado de hacer ese sonido tan hermoso.

Veo como sus labios pierden ese color que tanto amo y se tornan pálidos mientras que el calor de su piel se esfuma tornándola fría, siento que no puedo respirar, mis esperanzas mueren al saber que no volveré a ver sus hermosos ojos grises, que ya no volveré a ver su sonrisa ni escucharé un «te amo» de sus labios, todo en mí muere al saber que la luz de mi vida se ha apagado.

―No, no me abandones, Sky... ¡Nooo! ―Mis piernas fallan, siento mis rodillas temblar y caigo sobre ellas mientras beso su mano, las lágrimas no tardan en llegar y miles de sollozos escapan de mi garganta, ¿cómo un ser tan maravilloso como ella puede morir? no es justo, nada es justo―, ¿por qué?, ¿por qué tú?, Skyler, no, por favor.

Me pongo de pie con mucho esfuerzo y tomo su rostro entre mis manos temblorosas, toco sus labios con la yema de mis dedos, me acero un poco y dejo un casto beso en su boca fría, me aferro a su playera mientras dejo caer mi frente en su pecho, mi cuerpo tiembla, mi corazón se rompe, todo deja de tener sentido. Escucho lejanos los sollozos de las personas en la habitación, es como si todo se desvaneciera a mi alrededor... todo en mi interior se torna de un color grisáceo, es como si ella se hubiera llevado mi alegría, mis colores, mi vitalidad; dejando sólo una tristeza apabullante que me arropa como una manta.

Con mucho cuidado la tomo entre mis brazos como si fuera una pequeña muñeca de porcelana, la coloco en mi regazo mientras el lacerante dolor crece a pasos agigantados en mi pecho, acaricio su sedosa cabellera dorada y dejo vagar mis dedos por su rostro, cierro mis ojos y uno mi frente a la suya imaginando que ella sigue a mi lado, que cuando vuelva a abrir mis ojos, ella me sonreirá y me dirá que todo estará bien, que siempre estará a mi lado, pero la realidad cae sobre mí como un balde de agua fría al escuchar la voz de un enfermero a mi lado.

―Joven, necesitamos que...

―¡No, no, no! ella no, por favor, no... ―Lo interrumpo y me aferro con más fuerza a su inerte cuerpo, no quiero que la separen de mí, quiero sentirla, no quiero dejarla, no me importa llorar, no me importa que las personas me vean vulnerable y destrozado, ya nada me importa, sólo soy consciente de la soledad que me derrumba.

Rojo Carmesí © COMPLETAWhere stories live. Discover now