Un sueño algo especial...

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Desperté con un sudor frío y llorando como un niño.  

Me levanté, fui al baño, desayuné, leí las noticias por internet, escribí varios comentarios en FB, y un par de correos. Pero el recuerdo del sueño seguía ahí, con todo detalle, sin desvanecerse.  

En el sueño, yo estaba recién casado con ella, la más bella, bella por dentro y bella por fuera, por fuera con unos ojos azules que sin gafas parecían verdes, por dentro con un alma que brillaba con luz turquesa y que sanaba de todo mal.  

Pero la recién ganada felicidad se me negaba. Una brutal llamada de tráfico cegó todo mi futuro al cerrar del todo el suyo sin darme tiempo a decirle adiós.  

En el sueño me tomaba unas cuantas pastillas y me metía en cama, llorando su ausencia como un niño, y como un niño llorando me había despertado esta mañana, con un sudor frío que aún sentía en el cuerpo.  

Necesitaba concentrarme en algo que me quitase de la cabeza esos pensamientos tristes, así que me puse los inalámbricos, conecté el mejor jazz de mis listas, y me puse a practicar el zen. Primero fue el zen de lavar platos, en el que, además de la música, era uno con los platos, con el jabón, y con el movimiento circular de la mano derecha sobre los platos. Después fue el zen de pasar la escoba, consiguiendo la unidad de la escoba con las pelusillas del salón y llevando algunas de ellas a conseguir el satóri, porque hasta las pelusillas tienen esa opción en su existencia.  

Cuando acabé de practicar el zen de estar por casa, me senté en el sofá a descansar un rato. Entonces sonó el teléfono móvil. Por un instante mis neuronas se miraron extrañadas, ¡no!, ¡imposible!. Pero era cierto, la llamada era de tráfico, y el mensaje brutal, igual que en el sueño, sin darme tiempo a decirle adiós.  

Destrozado, llorando, chocando con las paredes y las puertas, fui hasta el cajón de las medicinas, me tomé unas cuantas pastillas, y me fui a la cama, deseando que todo fuese un sueño, como lo fue esta mañana.  

Desperté con un sudor frío y llorando como un niño.  

Me levanté, fui al baño, desayuné, leí las noticias por internet, escribí varios comentarios en FB, y un par de correos. Pero el recuerdo del sueño seguía ahí, con todo detalle, sin desvanecerse.  

La sensación de deja vu era tan fuerte que además del sudor frío, empezaba a temblar pensando que estaba en un sueño dentro de un sueño dentro de un sueño dentro de..., y que no podría salir.

En mi mente se empezaba a formar una idea de cómo había sucedido todo, pero si esa idea era cierta, no había solución posible, y estaba condenado a perderla eternamente, a llorarla diariamente.  

La noche anterior había estado chateando con un colega escritor, hablando de la obra de un genial y poco leído escritor, Stanislaw Lem, hablando de Solaris, su obra más conocida, y de los extraños y curiosos cuentos de Ciberíada, una obra que había leído hacía mucho, en la que, si mi memoria no me engañaba, había un relato sobre un armario en el que al entrar se viajaba a un universo inventado en el que había un armario en el que...  

Me senté en el sofá cansado y algo mareado de las vueltas que daba esa historia en mi cabeza, sin saber qué hacer para romper ese círculo infernal. Entonces sonó el teléfono movil.  

Por un instante pensé que si no lo cogía todo se arreglaría. Pero me sabía todas las películas de ese género, y no quería empeorarlo todo, no quería que se encendiese la tele y escuchar detalles del accidente ni ver imágenes, la llamada de tráfico sería brutal pero menos dolorosa.  

Así que me puse el teléfono en la oreja derecha, pero temblaba tanto que tuve que dejarlo sobre la mesa y activar el manos libres, mis ojos picaban anticipando la noticia.  

Desperté con un sudor frío y llorando como un niño. Ella estaba a mi lado, acariciándo mi cara, acariciando mi alma, amándome con la mirada.  

No recuerdo haberme casado con ella, hace años que no la veo ni sé de ella, pero da igual, esta vez no voy a salir del sueño, aunque tenga que impedir que ella salga de casa, aunque debamos quedarnos ambos en casa por toda la eternidad.

Retales (but no re-tales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora