Gotas de sangre corroen mis yemas..

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Y ahí suena el último disparo, viendo como un último cuerpo cae en cuestión de segundos al suelo.

Mi arma queda tendida de mi mano izquierda mientras observo todo el salón, envuelto en sangre, cádaveres, luces que lentamente se van disipando de los ojos de aquellos jovenes que murieron a mis manos, de los profesores que aún tenían algo que aportar, pero que perecieron al fin y al cabo.

Todos ellos estaban muertos, ninguno sobrevivió.

Ninguno..

Inspiro hondo mientras doy unos leves pasos en señal de avance, olisqueo ese sepulcral aroma que se instala en el lugar, recogiendo sin yo saber todas aquellas almas que hoy habían abandonado sus cuerpos, mientras yo, sigo ahí, con pocas ansías de que esto llegue a oídos de otros, de muchos, más allá de lo que yo puedo percartarme, cada gota de sangre que empieza a deslizarse por mis yemas se vuelve nada al fusionarse lentamente con mi carne, mi rostro se encuentra pintado por una cálavera que me lo envuelve completamente, una fría, gélida, blanca, y tétrica se plasma en él, demostrando el monstruo que soy y que seré.

Me siento en mi pupitre de siempre, al frente de mi yace el cuerpo de una chica silencioso y apoyado en la madera, y atrás, otro chico, el cuál permanece igualmente callado con el cuello abierto por una bala.

Todos ellos estaban muertos...

Saco mi cuaderneta y empiezo a escribir mis primeros pensamientos..

"19 de Marzo de 1997.

Hoy cometí el peor error de mi vida, aquél que estará para siempre atado a mi, sellándome con un invisible hierro caliente que perfora mi óscuro y lastimado corazón, jamás creí que mis niveles de enfado me llevarían a cometer algo por lo cuál seré recordado entre generaciones; pero para mal de todos, para el de mis familiares, y para el de muchos.

Yo solía siempre ser un chico solitario, sin vida social, nunca fui a fiestas, jamás me invitaron, nunca tuve un sólo amigo en lo que llevaba en esta escuela, padecía de autismo, y mi autoestima estaba por lo suelos, aguanté constantes burlas por mi personalidad, la cuál difería completamente de la de los demás. ¡Yo sólo quería paz! ¡Pero jamás lo obtuve!

Todos murieron por mi, Christopher Lain, todos ahora han abandonado este mundo, por mi propia acción, algo de lo cuál me arrepentiré eternamente, aún cuando me esté ardiendo en las llamas del infierno. Recuerdo perfectamente como las luces se apagaban y se volvían nada en la oscuridad que acaecía en sus miradas, recuerdo como los profesores se caían al suelo y sólo morían lenta y dolorosamente, recuerdo cuando cada uno de los chicos "populares" eran víctimas de lo que yo he cometido.

Culpable...culpable....el diablo hoy se apoderó de mi, hoy, Dios al fin me ha abandonado, a partir de entonces, sólo esperaré a mi pronta muerte y tortura infinita allá en los confines de las llamas universales que se cuecen en el maldito reino de Lucifer, allá únicamente pagaré aquello que hoy he hecho, y tendré las puertas del cielo cerradas, de donde nadie bajará para abrirme y darme una oportunidad de pedir perdón.

Perdón...

Perdón...

Yo únicamente quería amor, yo únicamente quería unión, mi alma agonizante rogaba por compañía, pero siempre le dí las espaldas a los demás, mis calificaciones no podrían ir peor, nunca estudiaba, siempre raspaba, pero nadie se daba cuenta del poderoso intelectuo que tengo y que jamás ha salido a la luz, no ahora que todos murieron.

Muertos.

Ya no están..."

En cuanro termino de redactar aquél pensamiento, alzo la mirada, todavía se hacía el silencio, y me dispongo entonces a levantarme de allí e irme del salón.

Las dos caras de Christopher LainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora