Las dos caras de Christopher Lain

El Juicio

Y alzo la cabeza, la cuál estaba escondida entre mis píes.

Dos siluetas se dibujan hasta cobrar forma y característica, mientras abren lentamente la reja del lugar donde estoy encerrado, puedo sentir que su caminar es estrecho y sus miradas alineadas al frente se mantienen a la misma altura, plasmada su seriedad, su trabajo, su neutralidad, su furia, y su rabia, pero todo ello envuelto en un manto congelado de tranquilidad

Me toman de los brazos, y yo, impertérrito, asiento a lo que ellos quieren llevar a cabo, sacarme de la celda para de alguna manera ser juzgado ante los ojos de la justicia, sólo tengo dos opciones; ascender, o condenarme. Sé que la última es la más acertada o viable, pero nunca se sabe los planes que provienen del destino.

Los dos policias y yo caminamos durante un buen rato en ese pasillo turquesa sucio y con unas luces apoyadas en su techo, la puerta estaba notablemente cerca, a punto de entrar en ella ¿Qué veré ahí? Todas las caras irán en mi contra, todas me insultarán de manera omnisciente, todas se burlarán y me odiarán en silencio, todas coinicidirán; en mandar al infierno a este demonio errante en que me he convertido.

Yo simplemente quiero irme de acá, quiero poder sentirme libre, pero, mi libertad se esfumó en cuanto tomé aquella arma y arrebaté muchas vidas, todos habían perecido ante mis manos, sus sangres recorrían por mis manos, y mi incólume cerebro había dejado de pensar, al igual que mi corazón, de latir.

La luz del pasillo va menguando en cuanto nos alejamos de ahí, por fin, sabía a donde ibamos a parar.

Abro abruptamente los ojos.

-Inicia la sesión de juicio contra el joven Christopher Lain.

Esa voz correspondía a la juez, una mujer de tez negra y ojos pardos que miraba al punto central; el debate entre los dos abogados, una épica y silenciosa batalla controlada cuál marioneta por la ley en la que se decidirá donde iré. Ahora, observo a mis padres, quienes están en una especie de luto pues todo su ropaje va adjudicado al negro, mi madre, destacando por su elegancia a la hora de ponerse unos redondos lentes que le son muy grandes en una porción, y mi padre, con un exportado sombrero negro al estilo y confort de su manera de ser. Sé que a ellos más bien les importaba lo cuán buenos y bien hechos eran sus ropajes, ellos estaban ahí como sí yo hubiese muerto. Tal vez es así, tal vez estoy muerto para ellos...tal vez estoy muerto para mi mismo.

Hay tantos tal vez y pocos porqué...

Enseguida oigo como la jueza llama a la audiencia a Stephen, el único sobreviviente de la masacre que yo mismo detoné en mi escuela, él avanza a paso temoroso, temblando del miedo, su sudor era frío y parecía que en él afloraba un terror sin igual que ni yo mismo podría describir. Sus ojos estaban muy abiertos, al parecer, necesitaba beber agua, estaba traumatizado, y por ello, sus padres estaban a su lado en cuanto él fue convocado a explayar su versión.

-Muy bien, Señor Brookes, necesito que me diga a continuación cuando, en que momento y porqué ocurrió lo que ocurrió -Dijo la jueza, en alusión a lo que hice.-

Él tardó un par de segundos en contestar a lo cuestionado por la jueza, el corazón le palpitaba a mil.

-Yo...-Dijo al fin- estaba, estaba con mis amigos...en los pasillos preparados para ir a ver una película después de que terminaran las clases por el día de hoy...justamente cuando, estábamos ya a punto de salir...ocurrió todo.

Cierro los ojos.

>> En la escuela se desató a continuación un horrible temor -Prosiguió- vimos como la gente salía desesperada pero fue alcanzada por el fuego que venía directamente de las cocinas, ya que al parecer explotó un horno producto de un disparo en el que pocas cocineras lograron escapar, y cuando lo hicieron, se unieron a la pila de cadáveres que hubo a continuación. Empezamos a correr, pero la gente estaba desesperada, también hubo un corto circuito que mató a unas cuantas personas...-Le tembló ambos labios- y entonces apareció...¡Él! -Stephen, con lagrimas en sus ojos, me señaló, con dedo acusador.