Capítulo 1 : Levi

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Son las siete de la mañana.

Me despierto otra vez en esta triste ciudad, rodeado de hombres como yo, ansiosos de una libertad que cada vez está más lejos. Nos vigilan ellas, las que se hacen llamar las 'niñas violadas'.

Nos cogieron presos hace ya cinco años, y desde entonces vivimos a su merced, perseguidos por sus gritos, por los golpes y los castigos injustificados.

Mi nombre es Levi. Ayer me llevaron allá, tras una paliza que me dieron entre cuatro mujeres, armadas con porras, látigos y más cosas que no deseo recordar. ¿Mi crimen? Ser hombre, ser un violador en potencia, como todos los demás. Ya da igual que tengas veinte o cuarenta años, que tengas familia, que seas homosexual, que seas cura o cualquier cosa. Cualquier ser humano con un pene entre las piernas es propenso a convertirse en violador de mujeres.

Creo que fue hace cinco años cuando llegué. Conducía a Barcelona desde Valencia. Era de madrugada. En la radio ponían música clásica. A mi siempre me había parecido aburrida, y aún hoy me lo sigue pareciendo, pero a esas horas era la única música tranquila y decente que se emitía. Mi cuerpo llevaba tres cafés bebidos, y mi mente estaba más despierta que nunca. Recuerdo que entré en un tramo de carretera en el que no había iluminación. Serían cuatro kilómetros completamente a oscuras. Pero no me puse nervioso, ya que no había coches a esas horas. Sólo el asfalto, yo y, gracias a esa oscuridad, las estrellas, que aquella noche brillaban más que nunca... O tal vez lo hacían como siempre, pero como jamás he vuelto a ver las estrellas en libertad, las recuerdo de una manera muy especial.

Cuando estaba a punto de salir de la oscuridad pude ver a una mujer en el arcén. Era morena y llevaba un vestido rojo. No sabría decir qué edad tenía. Ella era verdaderamente bella, o mejor dicho, tenía un cuerpo tremendo. Su vestido rojo era ajustado, y las curvas de su cuerpo fueron algo que me atrajo mucho.

Cuando detuve el coche a su altura me habló de un accidente ocurrido más adelante. Ella y una amiga suya regresaban a Barcelona cuando las ruedas pincharon con algo que había en el suelo, y no sabía muy bien por qué, el coche se salió de la carretera, cayendo en una pequeña ladera cuesta abajo, para terminar chocando contra una piedra. Su amiga estaba bien, salvo varios golpes en las piernas. Se había quedado vigilando el coche mientras ella iba a buscar ayuda.

Le pregunté que por qué no habían usado el teléfono móvil, y en lugar de responderme me miró con un rostro enfadado. Tal vez mencioné algo que no debería haber hecho, pero a día de hoy no entiendo aún el enfado. Me dijo que le dejase en la gasolinera más cercana. Arranqué el motor y me volví a encaminar en el asfalto.

Seguramente cruzamos unas pocas palabras, pero ahora mismo no recuerdo cuáles. Lo último que recuerdo es mirar de reojo su cuerpo, e inmediatamente sentí un profundo sueño. Me quedé dormido. Oí a lo lejos derrapar mi coche.

Pero no perderé tiempo en datos innecesarios. Es importante describir cómo es el lugar dónde me encuentro. Me parece increíble que nadie sepa de la existencia de este sitio, o si lo saben, que no se diga nada en los medios de comunicación. Podría decirse que es el infierno de todos los hombres. Como ya he dicho, si eres varón, aquí estás perdido.

Las casas son de piedra, de dos pisos generalmente. Hay luz eléctrica, pero sólo se enciende cuando ellas lo deciden, generalmente un par de horas en el momento que se oculta el sol. Cuando las luces se apagan es la hora de dormir.

Las viviendas no tienen cocina o baño, sólo se componen de diferentes estancias en las que por lo menos diez hombres duermen apretados en el suelo sobre incómodas láminas de espuma. En la habitación donde yo duermo somos once personas. Está Simón, un chico de origen colombiano que habla bastante poco pero que por la noche le gusta recordar lo mucho que echa de menos a su familia. También está Gabriel, un hombre homosexual que siempre está maquinando algo para poder escapar. Nunca hace nada, pero le encanta idear planes para escapar de esta maldita ciudad. Le he visto varias veces llorar, en mitad de la noche, apoyado sobre una esquina de la habitación. A veces le oigo susurrar el nombre de alguien que tenía que ser su novio, en otras ocasiones le oigo decir ‘mamá’.

La Ciudad De Las Niñas VioladasWhere stories live. Discover now