Capítulo 2 : Gabriel

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No puedo dejar de llorar. Desde el día en que esas mujeres me capturaron, mi vida ha sido un infierno. A veces creo estar en el mismo averno, pero sé que no es así. Esto es real, y nos tienen aquí en contra de nuestra voluntad. Algún día tendrá que salir a la luz. Esto es crueldad. Esto es barbarie.

Humillación.

Desgracia.

Esto es cosa del diablo.

Me siento realmente solo. Estoy en una habitación rodeado de hombres como yo, silenciosos, meditativos.Todos pensamos en nuestra vida anterior a esta tragedia. Nadie lo dice pero yo lo sé. Levi es uno de ellos. Desde que le conocí me sentí muy unido a él, pero algo ha tenido que suceder hace poco. Se muestra distante y no desea hablar. Ni siquiera dice ‘buenos días’ o ‘buenas noches’, como solía decir normalmente. Sé que es raro mostrarse "cortés" en una situación como la nuestra, pero Levi es así.

Mi tragedia ocurrió al poco de llegar aquí. Desde el primer día ya estaba trabajando en la construcción de un almacén cercano al templo, y ya desde entonces aguantaba los gritos e insultos de las mujeres. Cierto día, cuando nos obligaron a marchar a nuestras respectivas casas, dos de ellas me llamaron. Yo obedecí y me acerqué a donde ellas se encontraban. Me cogieron de los brazos y me llevaron al templo.

Una vez allí, me dijeron que yo era un afortunado, que yo tendría el placer de conocer en persona a la jefa del grupo. Eso no era lo que yo quería. Yo deseaba salir de allí, regresar a casa de mis padres, volver a estar en paz. ¿Dónde demonios estoy ahora mismo? Jamás lo sabré. He terminado por reconocerlo.

No dije nada ante sus palabras. Sólo me quedé allí de pie, agachando la cabeza y aguantando mis terribles ganas de llorar. Al poco se acercó una mujer que nunca había visto. Estaba completamente desnuda, a excepción de su cara oculta tras una máscara de carnaval veneciano. Intento recordar cómo era, pero es difícil.

Desde la aparición de aquella mujer, que identifiqué como ‘la jefa’, todo sucedió bastante deprisa. Sólo quedan las palabras, las imágenes, las sensaciones.

Ella me dijo que yo tendría el honor de hacerla el amor. Eso me parecía increíble. Yo, en mitad de quién sabe dónde, frente a una mujer desnuda que me ofrecía su cuerpo. La última vez que lo hice con una mujer fue cuando tenía diecinueve años. Desde entonces sólo había estado con hombres, y la verdad que no muchos, pero eso no es lo que importa en estos momentos.

Me quedé sorprendido, sin saber qué hacer. A esas mujeres había que seguirles el juego, pero aunque hubiera cedido a sus palabras, ¿qué habría pasado entonces? No lo sé. Lo que hice en aquella situación fue callarme y quedarme inmóvil. No recuerdo muy bien las palabras que usó, pero me insistió. Yo tan solo pude decir que era homosexual, que no me sentía atraído por ella. La verdad ante todo, aunque estoy casi seguro que un tipo heterosexual no se habría sentido atraído por ella tampoco.

Su respuesta ante mi afirmación fue reírse. Miró a sus compañeras y las hizo un gesto que no llegué a ver muy bien, pero que ellas comprendieron perfectamente. Las chicas que había en la sala me agarraron y me tiraron al suelo, amenazándome con cuchillos, diciendo que me lo clavarían si me oponía a lo que su jefa decía.

Poco a poco me fueron desabrochando la camisa y los pantalones. Me los quitaron. Me quedé desnudo rodeado de mujeres que impedían moverme. La jefa se acercó a mi y se puso de pie por encima de mi cabeza, de tal modo que podía ver su culo y su sexo. Se agachó y aplastó su entrepierna contra mi boca. Me obligó a chupar. Tal vez la fantasía de muchos hombres sea estar con cinco mujeres a la vez, pero yo no soy así.

¡No soy así!

¡No me gustó nada aquello!

Desde ese momento todos son neblinas. Me masturbaron, se turnaron para introducirse mi pene en su vagina, me hicieron tener tres orgasmos, me penetraron con un palo, se volvieron a sentar encima de mi cara. Todo acompañado de insultos en contra de los hombres (violadores, machistas de mierda), los homosexuales (maricas, invertidos) y mi persona (imbécil, impotente).

Finalmente me dejaron allí tirado junto a mi ropa. Tardé un buen rato en levantarme y vestirme. No tenía fuerzas.

Desde ese día no dejo de llorar en la esquina de la habitación. Temo que se vuelva a repetir. ¿Le habrá pasado a alguien más? Me habría gustado comentárselo a Levi, pero claro, ¿y si también le ha pasado a él? Eso explicaría sus silencios, su miedo a contar lo que le sucedió, suponiendo que le hubiera sucedido algo. Tal vez esté cansado de sufrir y haya decidido convertirse en parte del paisaje, en un hombre como yo, que obedece con el único propósito de no morir.

Si acaso pudiera saber dónde tienen un teléfono podríamos llamar a la policía o algún familiar, aunque también podría tratarse de una línea interna.

¿Y la televisión? No hay ningún tipo de antena sobre los edificios. Sólo se puede ver el cableado eléctrico que viaja entre las casas.

Llevo bastante tiempo pensando en cómo salir de aquí. Tal vez lo mejor sea seguir viviendo un tiempo más, estudiar bien la estructura de la ciudad, buscar un punto débil. Varios de nosotros valoraremos las diferentes opciones y actuaremos. Tal vez matando a una de ellas, o cogiéndola como rehén. Cualquier cosa vale con tal de salir de aquí.

Recuerdo que cuando me secuestraron abrí los ojos camino a esta ciudad. Me encontraba tumbado en la parte trasera de una furgoneta. Involuntariamente di un grito de dolor. Tenía las manos atadas y algo me estaba haciendo daño en la espalda. Seguramente fuera una herida, pero cuando he preguntado al resto de presos ninguno vio nada en mi espalda. A causa del grito la copiloto se giró y me miró. Le dijo algo a su compañera y se desabrochó el cinturón de seguridad. Al poco me quedé profundamente dormido. Me había inyectado un sedante.

La cuestión es que si llegué aquí en coche, ese u otro vehículo no debe estar lejos. La ciudad puede parecer grande, pero en el fondo siempre vemos lo mismo, las mismas calles y los mismos lugares de trabajo. Si por unos minutos pudiese ver que hay a la vuelta de la esquina de cualquier calle se solucionaría ese interrogante. Además, si esto se tratase de un lugar grande, me parecería increíble que la policía o quien sea no lo conozca, o si lo conoce, no haga nada en contra de lo que aquí sucede.

¿Qué será de mi madre en estos momentos? Seguramente me esté buscando. La última vez que la vi fue el día que me despedí de ella y me monté en el coche para ir a Madrid. Iba a pasar unos días con un amigo allí. Ya había salido de San Sebastián hacía un par de horas y me entraron ganas de ir al baño. A un par de kilómetros quedaba una gasolinera. Una vez allí y tras haber hecho mis necesidades fui a comprar un refresco. Allí había una chica pagando un par de revistas. Iba cargada con una gran maleta que le costaba mover. Cuando ya pagué, y antes de montar en el coche, me acerqué a donde ella se encontraba, justo al final del aparcamiento. Mi única intención era ayudarla a subir la maleta al coche. Ella no tenía mucha fuerza al arrastrar la maleta, por lo que supuse que tendría menos al intentar meterla en el maletero.

Cuando ya estaba a su altura le dije que pensaba ayudarla con la maleta, a lo que ella se mostró agradecida. Abrió el maletero y cogí la maleta. Eso fue lo último que recuerdo. Además, el coche de aquella chica era diferente con el que me trajeron aquí, ya que como he dicho, cuando me encontré con las manos atadas yo iba en una especie de furgoneta, y aquel era un coche normal y corriente.

¿Y si en un momento de descuido me acerco a una de nuestras captoras? Me fijaré bien en todas, y trataré de recordar las caras. Buscaré a la que más bondad me inspire, y entonces le diré que necesito salir de aquí, que mi madre está muy enferma, que necesita atención diaria. Cuando me fui de casa acordé con mi tía que fuese cada dos días a verla para darla la medicación, pero eso no lo saben ellas, las mujeres. Si consigo darles la suficiente pena me dejarán marchar.

Pero si hago este plan, nadie podrá venir conmigo,. No todos tienen madres que necesiten cuidados, cada uno tiene su vida. Me gustaría poder ayudarles, pero ya he comprendido que en esta cárcel tenemos que buscarnos la vida. Todos solos.

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Un fuerte saludo, Igor

La Ciudad De Las Niñas VioladasWhere stories live. Discover now