Parte 2.- El reflejo del espejo.

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Murmullos... sonidos metálicos... olor inconfundible de antisépticos... ¿Qué planeaban hacerme? Había escuchado hablar sobre secuestros para el mercado negro de órganos... ¿era eso? ¿Planeaban matarme para quitarme los órganos y luego tirarme a algún barranco? No quería morir así... siempre había pensado que si debía morir tenía que ser de alguna forma genial... no a manos de locos, menos así.

Cuando recuperé la conciencia por completo sentía frío, abrí los ojos y lo único que pude ver fue el blanco techo poco iluminado. Me incorporé, aún algo mareada y desorientada, observe a mi alrededor, era una habitación rectangular, completamente blanca, de aproximadamente 4*3 metros. No había ninguna ventana, sólo una camilla de hospital, en donde estaba recostada con anterioridad, una puerta metálica, por la cual obviamente había entrado y una silla un poco más allá. Me levanté con dificultad en dirección a la puerta, y un decaimiento se apoderó de mi cuerpo provocando que cayera cual saco al suelo. Un dolor punzante en la cabeza me provocaban pitidos y sin previo aviso mi estomago me jugó una mala pasada, vomité sin más, dejando un charco de lo que había sido mi almuerzo. En eso, entra el pelinegro con aire molesto y quedó atónito, me observó un momento con aire... ¿nostálgico?, y después abrió la boca.

- Te he visto en peores condiciones. –Se acercó a mí y estiró su mano para ayudarme a parar, claramente no acepté su ofrecimiento y me incorporé sola, aunque, con mucha dificultad. – Sigo preguntándome por qué eres tan terca.

- ¿P...Por qué estoy aquí? –Logré preguntar torpemente. El chico sólo me miró, para luego bajar la mirada, aún en mi desorientación lo imité, en ese entonces me di cuenta que estaba descalza, y no sólo eso, me habían despojado de mis vaqueros y blusa, para qué mencionar sobre mi chaqueta; sólo tenía puesta una camisola blanca, y un calzón, sin sostén... ¿qué me habían hecho?!

- No te hicimos nada, solo nos deshicimos de tu inmunda ropa... vomitaste de camino. –Mencionó en tono bajo y desvió la mirada. ¿Estaba evitando el contacto visual? –vine a buscarte.

- ¿Dónde vamos? –Me costaba mantenerme de pie, y justo cuando iba a caer, el pelinegro me sujetó con suavidad y me acomodó a su lado.

- Sólo camina. –No me miraba, apenas me tocaba, sólo lo suficiente para afirmarme y ayudarme a caminar. 

Salimos por la puerta, sólo había un pasillo no muy largo, y una puerta también metálica al fondo. El chico abrió aquella puerta conmigo a cuestas y entramos, era una habitación mucho más grande, sillones de cuero café, siendo uno de ellos más largo; una mesa central de vidrio donde habían un montón de sobres y papeles y más allá un escritorio con unas cajas. Entramos y me dejó a un lado, afirmada en la pared para poder él cerrar la puerta. Ya estaba mejor y podía mantenerme de pie, así que observe el entorno, y las pinturas que colgaban de las blancas paredes, divisé otra puerta al otro lado, cercana al escritorio.

- No intentes nada estúpido. –Dijo el chico sentándose en uno de los sillones. Eso ya lo sabía, aunque corriese, mis pies torpes no me acompañarían, sin mencionar que no sabría que abría más allá de aquella puerta. Sólo lo miré desde donde estaba.

La puerta se abre y del mismo aparece un hombre de aproximadamente unos 30 años, llevaba unos pantalones negros y una camisa beige, y sobre ella, una bata blanca, cabello castaño, lentes oscuros y bajo éstos, unos llamativos ojos miel, aunque, claramente, lo que más llamaba la atención eran esas horribles ojeras que cubrían gran parte de sus delgadas mejillas, tal parecía, hacia muchas noches que no dormía.

980X - NeoxWhere stories live. Discover now