Mi hogar

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Puede que sea cierto. Puede que estuvieras en lo cierto y yo me equivocara. Sí, es posible.

Puede ser que aquel viaje fuera un error. Puede que tú me hubieras dicho que no fuera, que era demasiado joven, que no estaba preparada. Y puede que acertaras.

Había esperado hasta el día de partida con toda mi ilusión, y tú también. Sí, tú también, mamá. Pero tú me habías advertido y yo te había dicho que me lo pasaría genial. Sí, podría pasármelo genial. Pero podría sufrir también.

Me despediste de la estación de autobuses con una gran sonrisa, y yo te la correspondí. Puede que si hubiera sido más atrevida, más social... pero yo soy tímida. Aún así, conocí gente enseguida. Podían haber sido mis mejores amigos. Pero no fue así.

Poco a poco me di cuenta de que podía ser la rara. La que no encajaba. Yo no era como ell@s. Y entonces pensé, yendo desde el aeropuerto hasta la casa en la que viviría el siguiente mes, que me había equivocado. Y tuve ganas de llorar.

Llegué a casa de mi familia anfitriona. Eran majísimos. Y me alegraron la noche. La mujer me preparó macarrones deliciosos, hablé un poco con ellos y luego me fui a la cama.

Puede ser que aquello fuera todo. Que el resto de la estancia me la pasara genial.

Pero la historia del autobús se repitió cada día.

Cada día lo mismo, durante la primera semana. Quedaba con aquel grupo de "amigas", iba al colegio, y luego, volvía a casa lo antes posible para llorar sobre mi cama, mientras ellos pensaban "Qué sosa. No se queda nunca, es una marginada."

Lo sé, mamá, sé que pensaban eso.

Pero no me importaba. No quería ser como ellos. Simplemente quería estar en casa con mi familia anfitriona, porque ellos eran la única parte buena de aquel viaje.

La segunda semana dejé de llorar cada día. Simplemente aguantaba la rutina, sus bromas de mal gusto... Llegué a conocer a una chica que era como yo, y nos hicimos muy amigas, pero se tuvo que ir una semana antes de mí, así que la última semana se hizo muy larga.

Deseosa de volver a casa, de ver a mi familia, de estar con mis verdaderas amigas... Deseosa de huir de allí.

Por fin llegó el día de volver. Estaba muy contenta. Se iba a acabar.

Cuando llegué a mi casa, salí con mis amigas porque tenían ganas de verme. Ganas de verme. Nadie allí había tenido ganas de verme.

Todo aquello fue así, mamá. Y tú lo sabes muy bien porque aquella horrible primera semana te llamaba cada día, y porque el día que llegué, sin una palabra, me acurruqué en tu regazo y lloré suavemente. Y tú me acariciaste el pelo, sabiendo perfectamente por qué yo estaba así.

Puede ser que estuvieras en lo cierto,mamá. Puede que hubiera sido mejor no ir.

Pero no es así, porque gracias a aquel sufrimiento que sufrí durante aquel mes, aprendí a apreciar todo esto: mi familia, mis amig@s, mi casa... mi hogar.

El Bosque de los Sueños RotosWhere stories live. Discover now