Parte 1

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Durante la era medieval hubo una leyenda o quizás una verdad. Lo cierto es que nadie puede afirmarlo. Época en la que reyes y reinas solo tenían el privilegio de usar las mejores telas. Y de tantos reinos existentes, hubo uno que pasó a la historia por un inexplicable y triste suceso. El reino Konoha de la familia real "Uchiha" más reconocido por otros reinos, que hasta guardaban envidia. Pero por otro parte, también estaba el terror de ser sirviente o campesino cercano a ese castillo. La pobreza era extrema y el rey era egoísta y malvado. Cada día alguien moría de hambre o enfermedad, todos vivían bajo el miedo y la poca esperanza que les quedaba.

Este siniestro rey tenía dos hijos. Uno de veinte y el menor de diez años. Una esposa amorosa y severa solo cuando era necesario y evitaba ponerse en medio de las situaciones más allá de su hogar. Contaban con un vasto jardín repleto de flores y un bosque resguardados por guardias y muros altos por protección.

—Príncipe ¿Dónde va?-habló su maestro de esgrima.

—No deseo practicar más por hoy. Voy a darme un respiro-dejó caer el arma en el césped y se perdió en el fondo del bosquejo.

El mayor tan solo suspiró recogiendo el arma del suelo y acercándose a las puertas para entrar al lugar amurallado. Mientras el joven príncipe se perdía más y más hondo en el corazón del bosque, ya que amaba demasiado la propia naturaleza y lo desconocido que podría resultar. Siempre había algo nuevo por ver. Desde los siete años se adentraba entre los árboles en compañía de su hermano, pero ya tenía la edad suficiente como para guiarse por sí mismo sin temor a perderse. Entonces al caminar un gran trayecto y entrar en armonía con su alrededor, le vio.

Junto a una roca y cubierta de una planta de enredadera. Se encontraba a su vista, a su parecer, una esplendorosa espada clavada al piso de tierra. Sin titubear se preparó hábilmente con sus brazos dispuesto a sacarla de aquella profundidad. Envolvió la empuñadura con ambas manos e hizo fuerza hacia arriba con todo lo que sus brazos podían accionar. Tan solo se había movido un poco de su sitio, molesto siguió insistiendo, los minutos pasaban y él tercamente no se iría hasta retirar la espada del suelo.

Finalmente gracias a su perseverancia pudo quitarla y al hacerlo, una que otra planta aferrada se rompió dejando al descubierto el arma con un poco de herrumbre en el mango. La hoja naturalmente estaba degastada y no había mucho brillo que destacar. Sin embargo, algo tuvo su atención, en el centro de la empuñadura había una joya en color azul perfectamente incrustada y pese al tiempo, esta brillaba hermosamente. Sasuke Uchiha quedó maravillado y se retiró del bosque junto con su querido tesoro.

Ya es su habitación escondido de miradas curiosas, observó con más calma su objeto descubierto. Pesaba y a pesar de ello, se las ingenió para llegar rápido a su cuarto. Debía limpiarla. Dejarla resplandeciente. Se tomó su tiempo. Volvió a escaparse y llegar a su lago favorito dónde su madre había plantado sus amadas flores lilas. Apoyó con sumo cuidado la espada en el piso y comenzó a desvestirse hasta quedar en ropa interior. Tomó el arma y se sumergió con ella donde el agua le llagaba poco más arriba de la cintura. Quitó la tierra, pero lo desgastado debía repararlo de otra manera. Fue entonces que su maestro vino a la mente.

—¿Para qué me necesitaba?

Se había tomado la molestia de citar al adulto detrás del castillo. El manto de seda dejó al descubierto la espada y se la tendió al mayor.

—Repárela, por favor.

—¿La has encontrado?-la tomó en sus manos y comenzó a examinarla-Parece estar en buen estado, pese a como se ve.

—Hace unas horas la he descubierto en lo profundo del bosque. Por favor, téngala lista para mí. Es mi tesoro-habló el menor con cierta dulzura.

Mi amada espadaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant