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El agua helada me golpea la nuca y el aliento me falta cuando el chorro me da de lleno en la espalda y la cabeza

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El agua helada me golpea la nuca y el aliento me falta cuando el chorro me da de lleno en la espalda y la cabeza. Pese al frío, siento la piel caliente, pero no estoy muy seguro del motivo.

En mi cabeza aparece el recuerdo de un sueño vago y distante. El tacto suave de mis dedos contra algo cálido y blando, el delicioso olor dulce; como a perfume de mujer y la presión de algo contra mi polla.

La vergüenza atronadora me invade cuando otros recuerdos más nítidos me invaden:

Los gritos, el golpe en la nariz, el dolor insoportable, la desorientación, el enojo, la confusión...

De pronto, solo puedo verla a ella. A Andrea. Ruborizada hasta la médula, con la respiración dificultosa, mirándome como si fuese el ser más despreciable de la tierra.

Una palabrota se me escapa mientras me froto la cara con ambas manos.

No fue mi culpa. Ella se quedó dormida en mi cama y ni siquiera me di cuenta de que estaba ahí —eso no era mentira. De verdad, no la vi. Ni siquiera encendí las luces del apartamento al volver, porque pensé que dormía por ahí.

Como si mi mente traicionera quisiera torturarme un poco más, los recuerdos de la noche vuelven a mí como maremoto y me abruman más de lo debido.

Salgo de la regadera cuando la sangre me circula con normalidad y me pongo un short pese a que detesto dormir con otra cosa que no un bóxer y nada más.

Mientras me acuesto en la cama, pienso en Andrea una vez más. Me sorprende que no haya venido ya a tirar la puerta con algún grito irritante. Creí que lucharía un poco más al enterarse de que no hay otra habitación en este apartamento.

Tiene terraza, alberca, estudio; su propio gimnasio, un teatro en casa, un cuarto de lavado ridículamente grande; así como un armario que parece una habitación dentro de la recámara principal —sin mencionar el jacuzzi del baño en el que acabo de tomar una ducha—... pero no tiene un cuarto de huéspedes.

Pareciera que el lugar fue hecho con la sola intención de estar en cautiverio en solitario, no con visitas. Es como si Dante lo hubiese hecho a propósito, para estar siempre aquí, encerrado con su esposa.

Una sonrisa maliciosa tira de una de las comisuras de mis labios ante el pensamiento de Andrea, buscando otra habitación y casi me remuerde la consciencia de la satisfacción que siento en estos momentos.

Esta noche, he ganado yo.

Bruno: 1 - Andrea: 0.

Sonrío y tomo mi teléfono para revisar mis mensajes. Si esa chica cree que puede competir conmigo, está muy equivocada.


***


El sonido estridente de la música hace que despierte de golpe, ofuscado. Confundido.

La habitación está completamente a oscuras, como me gusta para levantarme a la hora que me plazca. A tientas, tomo mi teléfono de la mesa de noche y miro la hora.

De nuevo tú ©Where stories live. Discover now