Capítulo 53

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Maléfica estaba sentada leyendo un par de libros en busca de algo para eliminar el hechizo de Aurora sin la necesidad de que la joven se entregara en cuerpo y alma a quien más amaba, que muy firmemente dudaba… fuese ella.

–¿No te cansas de leer los mismos libros?–. Alay se acercó a su hermana y se sentó junto a ella quintándole uno de los libros para después incendiarlo, luego las cenizas se trasportaron a un estante y el libro se reintegró.

–Aún no he encontrado la cura para Aurora y sin eso no puedo hacer nada–. Su cabeza dolía; pero más lo hacía su corazón, pues ella había condenado a la joven a ese castigo.

–Sabes que sólo debes ir y polinizar la flor de Aurora –Maléfica golpeó con fuerza a su hermana, mientras esta reía con ganas, hasta que entró en faceta de madre–; pero si la lastimas, te mataré con mis propias manos–. La menor de las hermanas sólo giró los ojos y le sonrió a la rubia.

–Quiero evitar a toda costa acostarme con Aurora, sé que no soy su amor –suspiró y tembló un poco–, es imposible que lo sea, así que por mi deseo, ella podría morir, y es algo que no pienso permitir–. Alay negó con disgusto, ya que su hermana estaba siendo demasiado terca. Todos en el Páramo sabían que ellas dos estaban destinadas, lo veían en la unión que tenían, y le sorprendía que Maléfica estuviese tan ciega.

–Aurora te ama, y tú lo sabes, todos lo sabemos; pero como tanto te niegas a verlo –se levantó y posó la mano en la frente de Maléfica–, acepta el amor que sientes y se libre por primera vez de esa jaula en la que tanto amas estar encerrada–. Maléfica sintió como la magia de su hermana la envolvía totalmente. Alay no quería forzar a Maléfica; pero sólo tres días eran los que faltaban para que la guerra llegara, y lo menos que quería era llegar a ese punto sin que Aurora conociera la historia de su hermana.

–¡¿Por qué lo hiciste?! ¡No tenías derecho!–. Maléfica se arrojó sobre su hermana y ambas comenzaron a luchar, pero era más un: te golpeo sin golpearte, que una lucha.

Siguieron por vario minutos hasta que Alay se soltó y voló hacia el techo, lugar al que Maléfica no llegaría.

–¡¿Te has dado cuanta que sólo faltan tres días para que la guerra llegue?! –Maléfica se congeló cuando escuchó eso–, Aurora merece saber que te sucedió antes de ir a la guerra, Mal, o irá completamente ciega a la batalla, lo que puede causar su muerte y, sobre todo, no sabrá la clase de monstruo que la engendró–. El ceño de Maléfica estaba fruncido, por su cabeza jamás pasó que Aurora fuese a la guerra.

–Ella no irá, y cuando yo regrese le contaré toda la verdad; pero mientras estemos bajo amenaza ella permanecerá en el bosque de las almas siendo custodiada por varias hadas–. Alay negó y luego se tensó al escuchar como la puerta de la habitación fue abierta abruptamente.

–Alay, sal de la habitación, por favor –ni corta ni perezosa, dos segundos luego de la orden el hada ya estaba fuera de la habitación de su hermana–, iré a la guerra, lo quieras o no, Maléfica, y no es algo que esté a discusión–. El hada comenzó a negar y a caminar por toda la habitación.

–Te quedarás en el bosque de las almas y no está a discusión, Aurora–. Maléfica intentó salir de la habitación pero Aurora se lo evitó, lo que la puso nerviosa.

–No lo haré, soy perfectamente capaz de luchar y lo sabes muy bien–. Ambas estaban retándose con la mirada; la de Maléfica era de puro terror y la de Aurora de decisión.

–¡Ya perdí a mis padres por culpa del bastardo de tu abuelo, luego a mi mejor amigo por culpa del malnacido de tu padre y no perderé a la mujer que amo por él también!–. Apenas esas palabras salieron de su boca, Maléfica sintió ganas de huir, pues una cosa era besar a Aurora y cortejarla, otra muy diferente era decirle que la amaba.

Reinas de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora