Ese rico olorcillo de jabalí asado a fuego lento en sus propios jugos, quizás con algún añadido secreto, impregnaba toda la estancia. Mora lo cortaba, despiezando los jamones y las costillas.
Y en aquel momento llegaron dos jóvenes a su casa, riendo alegremente. Uno de ellos era Diano, y la otra era una chica de cabellos oscuros recogidos en trenzas.
—¡Bueno, ¿venís a cenar o qué?! —dijo alegremente Mora.
—¿Tienes el jabalí? —preguntó la otra chica, llamada Zaha.
—No, tengo patos adobados —replicó irónicamente.
—¡Ey, yo quiero! —dijo el chico.
Mora rió, con esa risa suya que era un gorjeo especial, y aquel sonido alegre se contagió a sus compañeros.
Las piezas del jabalí asado se repartieron, y no perdieron el tiempo pues cada uno cogió con las manos un trozo y se dispusieron a devorarlo, con buen ánimo y apetito.
—Scronch, ¡está rico! Scronch —comentó Diano entre bocado y bocado.
—Siempre está rico —repuso Zaha, apurando con los dientes un hueso.
—Y como es grandullón no ha hecho falta que traiga otro —comentó Mora, limpiándose los dedos con la lengua y yendo a por otro trozo.
—¡Cuanto más grande mejor!
—No siempre, los chiquitos están bien jugosos...
Los tres amigos se miraron, y luego rompieron a reír de nuevo. Siguieron comiendo, hasta que no quedó nada más que los huesos.
—¡Esto para ti, chucho! —dijo alegre Mora, echándole los huesos a su perro.
El can se abalanzó a la fuente, y meneando el rabo alegremente comenzó a dar cuenta de ellos, hasta que no quedó nada de nada.
—Ya no me queda hueco para nada más —comentó Zaha, recostándose en la silla de madera.
—¿Que no te queda hueco? ¡Siempre queda hueco! —exclamó Diano.
—¡Sí! ¡Para una tarta de compotas! —saltó Mora.
Pero en aquel momento escucharon una llamada a toda la aldea:
—¡SE CONVOCA REUNIÓN! ¡CONSEJO EN CASA DEL JEFE! —gritaban las voces.
—¿Qué ocurre? —dijeron, corriendo hacia la ventana para mirar. Mucha gente salía a ver qué pasaba en la reunión, pues habría noticias nuevas.
—¡Vamos! —exclamó enérgicamente Mora, saltando por la ventana. A veces le daba igual utilizar una puerta o una ventana.
—¿Pero y la tarta...? —comenzó Diano.
No le hicieron caso, así que dejando la tarta, los tres corrieron a ver qué nuevas encontraban.
La gente estaba congregada en la casa del jefe, así que se abrieron paso hasta entrar.
—Bien, esta es la situación —dijo el jefe Yomenor. Era un hombre algo orondo, de buen carácter, que habría sido buen guerrero—. Acaban de llegarnos noticias, gracias a Fiber, de que tenemos un nuevo destacamento de Oikos. Vienen nuevos y más, unidos a algunos guerreros del norte. ¿Lo que esto significa? No lo puedo saber. Pero yo estaría atento.
—¡A por ellos! —gritaron algunas voces.
—¡Sí, eso! —corearon.
—Bueno —comenzó el hijo del jefe, Hifenor, que era su mano derecha e igualmente respetado—. Es mejor dejar que siga la paz, pues un buen lema siempre ha sido vive y deja vivir. Lo que me parece más prudente es observar, y en cuanto veamos que hay que actuar, si nos amenazan o atacan, lo haremos. De momento no podemos saber qué quieren.
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Huellas en el bosque
AdventureEn las tierras de Grinblu, en una tranquila aldea, vivía Mora Bravegoat; un espíritu indomable. La vida cotidiana, de vagar por el bosque, cazar, comer y explorar, empieza a liarse caóticamente con la llegada de los Oikos. La ambición del emperador...