15. Cruzando aceros y miradas

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Mora había cogido su espada y estaba practicando. El acero blandía el aire al son de sus movimientos, emulando un combate, y sentía esa fuerza de manejar el peso de la espada con todo su cuerpo. Un movimiento, dos, el sonido de cortar el aire y golpes al vacío. Algo se encendía dentro de ella que le iluminaba los ojos. Al dar una media vuelta, su espada chocó con otro acero igual, y sus ojos se encontraron con otros ojos azul grisáceo de mirada intensa. Golpe, vuelta, desliz, movimientos rápidos.

—No se te da mal —comentó Arran, tras un instante.

—¿Qué esperabas? —Mora esbozó una media sonrisa.

Los aceros se deslizaron, separándose.

—Me resulta algo obvio —La chica se encogió de hombros—. Llevo manejando la espada muchos años, más aún el arco.

—No me sorprende —asintió él.

Se había sentado en uno de los bancos de madera, la camisa remangada hasta los codos, el pelo casi por el cuello, una sombra de barba negra delineando su cara, y todo en él desprendiendo una especie de nobleza. Observaba los movimientos de Mora, la cual ahora limpiaba y sacaba brillo a la espada vigorosamente, descargando todas sus energías en ello, y luego la guardó otra vez en su vaina. Miró a Arran y le sostuvo la mirada.

—¿En qué piensas? —preguntó tras un momento Mora. Con su aire natural, de casual curiosidad.

—En la misión. Y en los que partiremos.

—¿Te preocupa? —dijo, juguetona en la mirada.

—Al contrario. Creo que los que van son buenos —respondió Arran, mirándola directamente.

—¿Crees que soy buena para ir?

—Sí.

—Gracias, supongo —dijo Mora, sonriendo e inclinando la cabeza ligeramente.

En aquel momento se acercaron por el camino Diano y Zaha, que pararon a unos pasos de donde estaban Mora y Arran, ella sentada sobre la mesa de madera y él en el banco.

—¿Interrumpimos algo? —dijeron.

—¡Venid, giles! —les instó Mora.

Diano y Zaha llegaron hasta ellos, entre sonrisas contenidas.

—¿Qué tal vais con todo?

—¡Genial! Antes hemos visto por ahí a Reid, que ha conseguido una espada y estaba entrenando. Los demás supongo que ni lo necesitan.

—Fabuloso —exclamó Mora.

Se sentaron a la mesa y quedaron hablando de la misión, ellos tres y Arran.

Mientras tanto, los otros miembros de la compañía seguían los preparativos. Como habían mencionado, cada uno necesitaba llevar armas, las cuales tenían. Además, como saldrían a caballo podrían cargar las provisiones necesarias de comida, agua, y otros enseres. En eso estaban cuando Arran, Mora, Diano y Zaha fueron a verlos.

Así pasaron dos días, desde la conversación en la que se decidió la partida. Dos días de ajetreos, idas y venidas. Estaba todo listo. Ellos se sentían listos para partir, dispuestos a todo. Mora, siempre de buen humor, sentía un cosquilleo al pensar en lo que los esperaba. La aventura de lo desconocido. Aunque otras veces, tumbada por la noche, mirando las estrellas lejanas en el cielo, con Rorro dormido a su lado, veía el otro lado de las cosas. No era un paseo de niños lo que iban a hacer, y lo sabía; y se encontraba pensando en los peligros, imaginando lo peor. Nadie sabía lo que podía pasar. También pensaba en sus amigos, en sus compañeros; y en Arran.



༄ ༄ ༄

¡FELIZ 2023!

Con actualización de esta historia que lleva existiendo desde 2021, y sigue a paso de tortuga, porque es ese libro que tengo a medias y siempre está en segundo plano, como un sitio al que no vas todos los días pero de vez en cuando lo recuerdas y te encuentras a gusto allí.

En fin, lo de practicar sola con la espada al aire me pasa, lo que no me pasa es que aparezca el fugitivo de ojos y espada brillantes. Os preguntaría lo de siempre de qué os ha parecido el capítulo y eso, pero la verdadera pregunta es ¿sigue habiendo algún lector aquí?

Espero que os vaya bien, que empecéis este año con buen pie y hagáis todo lo que os propongáis. Yo seguiré por aquí, creo.

¡Axé, mis criaturillas del bosque! <3

Huellas en el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora