Capitulo 26

92 9 0
                                    

Kathia


—Cuando por fin había encontrado un momento de tranquilidad después de la mañana de mierda que había pasado junto a Olimpia y compañía, Giovanna se nos unió. Nuestra relación estaba en modo pausa, lo que significaba que estaba atravesando una ligera desconfianza. Aunque siendo verdaderamente honesta agradecí que me arrastrara fuera de aquel maldito restaurante y me ahorrara una comida de lo más incómoda.

Decir que no me fiaba de ella era una estupidez porque lo cierto era que, con el tiempo había logrado que me gustara que me rondara y sabía que podía contar con su apoyo. Pero mi fuero interno estaba en plena mutación, así que debía obedecer sus altibajos.

Recordaba aquella calle y el edificio donde nos detuvimos. En la vía Crescenzio vivía Daniela, pero que yo supiera ella no estaba en Roma. Esa certeza me hizo sentirme repentinamente sola. Fueron unos segundos, pero me bastaron para echar de menos aquellos días en los que ser amiga de Dani no le suponía un problema. Una vez se desató todo, mi presencia en su vida la ponía en peligro. Por eso, en cierto modo, agradecía que Alex la hubiera quitado de en medio.

—Chicas, hemos llegado —dijo Thiago dándonos una atractiva perspectiva de su rostro—. Os doy tres horas. Así que andando.

—¡¿Tres?! —exclamó Giovanna, bastante molesta con ese apunte.

—¿Prefieres dos? —Contuve una repentina sonrisa al ver la mueca de Thiago. Definitivamente aquel tipo era una monada.

Giovanna fue la primera en salir del coche. Y lo hizo de un salto. Estaba especialmente activa ese día. Aunque, siendo honesta, yo todavía no había tenido la oportunidad de compartir con ella un momento normal entre chicas. La instauración de nuestra nueva relación había surgido de forma muy precipitada. No conocíamos mucho la una de la otra, así que saboreé aquel instante y memoricé algo más de ella.

— ¿Qué hacemos aquí? —pregunté tras seguirla fuera del vehículo. La miré con cara de póquer.

—Espera y verás —sonrió emocionada antes de que el portero nos abriera la puerta.

Apenas nos saludó con la cabeza, cosa que ya era extraña porque normalmente hubiera preguntado a qué piso íbamos. Debía de saberlo, seguro.

Entramos al ascensor. La Carusso se mordisqueaba el labio con nerviosismo y movía la punta del pie cada pocos segundos.

—Giovanna, sé que este es el edificio de Daniela Ferro —admití— y resulta que ella no está en Roma. Por tanto, repito, ¿qué hacemos aquí?

Puso los brazos en jarras y me observó con fuertes deseos de estrangularme. Inexplicablemente, me gustó su actitud.

—¿Podrías obviar un segundo tu maravillosa percepción de las cosas y esperar, como haría cualquier persona? —Después se cruzó de brazos y volvió a mirar al frente.

—Estúpida... —refunfuñé.

—Tus comentarios de hoy te están coronando, bonita.

Las puertas del ascensor se abrieron. Salimos y caminamos unos metros por un pasillo elegantemente iluminado. Seguía a Giovanna, intentando parecer intrigada, hasta que llegamos a una puerta y esta se abrió.

El rostro de Daniela por poco me provoca un espasmo.

—Kathia —jadeó ella entusiasmada.

— ¡Oh, Dios mío! —exclamé y apenas tardé en buscar su abrazo.

—Hubiera querido estar más a tu lado —admitió Dani antes de que el humo del cigarro acariciara sus labios al expulsarlo.

4. DesafioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora