Especial 300k

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Capítulo 1: el robo del aguacate más bonito y una cena sin guacamole.

Sebastián

Ayudar a la abuela con su equipaje no me molestaba, en realidad, me agradaba porque así conversaba con ella en las últimas horas de su visita. Cerré la maleta y me encargué de irla a subir al auto que la llevaría al aeropuerto.

Miré la casa de enfrente, la de la familia Archer, hace unos días nos habíamos mudado de nuevo a esta residencia y no había visto a nadie de esa casa.

Cuando le pregunté a mamá si su amiga Eliza Archer seguía viviendo aquí, pensé que solo me diría un si o un no, pero en cambio, aprovechó a mostrarme un par de fotos de ella junto a su amiga; en ese momento mamá estaba ordenando los álbumes.

Y, ese día, encontré unas fotos que no sabía que existían.

Una niña y un niño, de al menos uno o dos años de edad, jugando en una pequeña piscina de pelotas, ambos sonreían alegremente. La niña era pelinegra y llevaba un adorable vestido; el niño era castaño y llevaba unos short y camisa manga larga.

Al otro lado de esa misma fotografía, mamá había escrito algo.

Alida Archer y Sebastián Patterson. 2002.

Cuando leí los nombres, volví a observar la fotografía con más detenimiento. Pasé a la siguiente rápidamente y le di vuelta para ver la fecha.

Alida Archer y Sebastián Patterson. 2004.

Los mismos niños, pero de ahora cuatro años. Ambos estaban viendo hacía la cámara, y miré los ojos de ella.

Verdes.

Mi cerebro en ese momento me mostró varios recuerdos donde mamá me enseñaba las fotos que Eliza le mandaba cuando nosotros estábamos en Bulgaria. Era una familia de cinco, padres, hijos gemelos y una niña pelinegra de ojos verdes.

Los ojos de ella siempre me gustaron, cada vez que mamá me mostraba las fotos, iba directamente a verla a ella. Siempre sonriendo. Era muy tierna y linda. A veces, había fotos donde ella salía con el ceño fruncido, molesta porque sus hermanos se estaban riendo. Aun así, seguía viéndose bonita. 

— Ya se me hace tarde, ¿me acompañas, Sebastián? —la voz de mi abuela sonó a mis espaldas y cerré la cajuela.

— Por supuesto —respondí con una ligera sonrisa y le abrí la puerta para que entrará ella primero.

El taxista arrancó y salió de la residencia. Mi abuela soltó un suspiro medio cansado y la miré, inquisitivo.

— Tengo hambre —dijo de repente y solté una risa nasal.

— Hay un supermercado a dos cuadras —sugerí y ella aceptó con todo gusto.

Le indiqué al taxista que girará en una calle y se fuera recto hasta ver el supermercado.

— Quiero sándwich —me dijo al bajarnos del auto y entramos al lugar—. Yo compraré el pan, el jamón y la bebida, tú ve por los vegetales. Confió en que sabes elegir.

— Dafne me enseñó a elegir —comenté, divertido, y ella solo asintió con la cabeza.

Me fui por otro pasillo para agarrar un par de cosas que yo quería y de paso un tres leches para Brad, el portero de la residencia, el sujeto me agradaba a pesar de que, solo llevábamos unos días viviendo ahí.

Llegué al área de verduras. Agarré dos tomates, una lechuga, un pepino, y por supuesto que algo que no podía faltar para que cualquier comida sepa deliciosa: el aguacate.

Casualidad por robo [EN PAUSA]On viuen les histories. Descobreix ara