4 - Sofía Miller

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Mi cabeza daba vueltas y se sentía tan pesada que podía jurar que tenía mil almohadas encima. Solo podía recordar esa voz y el miedo que sentí al estar tan vulnerable y expuesta antes todas esas miradas, quería llorar por llegar hasta ese punto, jamás en todos mis largos siglos había experimentado sentirme de esa manera.

Comencé a moverme porque aún tenía la molestia en mi cuerpo de sentirme toda demasiado ajustada, recorrí mi cuerpo con mis manos y efectivamente aún seguía con ese maldito vestido.

— Necesitas descansar — unos murmullos llegaron a mí.

— Estoy bien — esa voz, mi corazón comenzó a latir tan rápido — ve tú, luego iré continuó.

¿Qué? Una pizca de dolor se instaló en lo profundo de mi ser, ¿ella se iría con esa mujer? No necesitaba abrir mis ojos para darme cuenta de que la mujer que amaba y otra estaban ahí presentes.

— Me quedaré contigo — hubo movimientos — ven, revisaré tu herida.

Comencé a escuchar como hablaban tan bajito impidiendo que las escuchara, no podía tolerar más eso, abrí mis ojos y la escena que miraba me partía el alma en mí pedazos. Esa mujer tenía sus manos en el cuerpo de Kamilla, podía entender si le gustaba, era completamente hermosa y ella no la traiciono, pero aun así mi corazón sentía demasiados celos.

—Mi abuelo va a ayudarme — le dijo — Mackenzie está preparándose para terminar de curarme.

— ¿Confías en ella?

— Con mi vida — sonó segura — necesito estar bien para lo que se avecina.

— Voy a ayudarte — le regalo una sonrisa.

— Gracias — mi sangre hervía cuando Kamilla le paso su mano por el largo de su brazo — ¿crees que debería..

Ese par de ojos furiosos y resentidos dieron con los míos, era ella quemándome y analizándome. Creí que jamás volvería a sentir esa mirada en mí, las corrientes eléctricas y las sensaciones de ser adorada bajo esos ojos color café regresaban.

— Has despertado — dijo la otra mujer — me da gusto Antalia.

¿Cómo conoce mi nombre? ¿Se lo habrá dicho? Mierda, ¿le contó todo?

No me importaba, ahora podía rogarle de rodillas que me diera una oportunidad para poder explicarle todo, ella estaba ahí sentada frente a mí y aunque su cuerpo me decía que estaba cansada, dolida y con enojo, también sentía que ella estaba para protegerme.

— Hola — dije al fin.

— ¿Cómo te sientes? — hablo nuevamente.

Pero la persona que yo quería que me hablara se encontraba muda, observándome, como el león observando a su presa; en muchos factores yo siempre sería su presa.

— Me siento mejor — mentí — ¿quién eres?

Ella solo me sonrió, sabía que la conocía de alguna parte, pero en ese momento solo podía sentir celos e ira porque ella estaba cuidando y curando las heridas de Kamilla.

— Ve a descansar — vi como le dio una pequeña sonrisa.

— No me malentiendas — le hizo una mueca — pero no quiero andar en un castillo donde solo hay vampiros, sabes que no soy bienvenida aquí.

— Iré a dejarte a tu habitación — esa complicidad que se tenían no me gustaba para nada — es la que está junto aquí.

Las vi irse juntas, vueltas risas y toqueteos, mi sangre hervía y solo quería ir y arrancarle la cabeza a esa mujer; no iba a permitir que coqueteará frente a mí con Kamilla. Me levanté y comencé a maldecir sin fin de cosas, no sabía ni que decía ya. Comencé a desesperarme por el hecho de que el maldito vestido me ajustaba hasta las entrañas, no sabía como habían puesto todo eso, pero el hecho era que no podía quitármelo.

Mirada CelestialWhere stories live. Discover now