ORGULLO Y PREJUICIO

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KEI

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KEI

El amor es una puta mierda. Enamorarse es de pringados. Es mucho mejor una noche de sexo y a tomar por culo. Una experiencia sin ataduras, sin compromiso, que evite las mil formas de acabar con el corazón roto. Puede que todavía no haya encontrado a la famosa persona que revolucionará mi vida, pero tengo una lista negra con el nombre de las que, por mí, pueden irse al infierno.

Los libros también son una puta mierda. Leer es para aquellos que quieren evadirse porque su vida es una mierda. Les falta sangre para hacerles frente a los problemas en vez de leer letritas negras en páginas ruinosas. No he cogido un libro en mi vida, para eso mejor me pongo a ver películas.

Eso sí, al destino le gusta guardarse ases bajo la manga siempre que puede. Debe de haberle encantado darme una patada en los huevos y meterme como vendedor de libros clásicos en pleno centro de Barcelona durante Sant Jordi. La mayoría son románticos.

¡Que alegría para un chico aficionado al motocross!

Hoy en día se prefiere el prototipo de tío extrovertido, pianista o guitarrista, lector y bien vestido. Pues yo soy todo lo contrario. Demasiado tranquilo e introvertido, y odio leer. Me gusta más ser el chico amargado de la esquina que se queja de la vida y se pasa el día durmiendo.

Cosa que estaba haciendo hasta que mi madre ha decidido darme con un abanico en la cara. Con lo bien que estaba viajando en mis sueños por las infinitas carreteras de América con mi vehículo verde de dos ruedas...

Ahora tengo que volver a soportar el calor insufrible. Por no hablar de los clientes interesados en los libros, las rosas que hay por todos lados, la cantidad exagerada de gente que paseará por estas calles desde Gran de Gràcia hasta la plaça Reial, disfrutando del aclamado día en el que de la sangre nació una rosa.

—Un perezoso trabaja más que tú, ¡pedazo de vago! —chista mi madre mientras saca unos cuantos libros de una caja entre risas—. ¡Venga! ¡Ponte a atender clientes!

—Mamá, no tengo ni puta idea de libros.

Me lanza una mirada asesina y, antes de que se ponga a chillarme los cuatro dioses del cielo, me levanto de la silla plegable para asomarme un poco a donde está la gente hojeando páginas amarillas. Se me olvida que hay una pata de madera en el centro de la mesa y me doy un buen golpe contra ella con el dedo pequeño del pie. Maldigo mi nombre por ser tan despistado e ir tan adormilado y dejo que mi cuerpo reciba la bocanada de calor. Parece que haya caído todo el fuego del mundo justo aquí.

Algo bueno son las chicas que subirán y bajarán por las Ramblas. Llegan a ser tan guapas que dañan la vista. Tampoco voy a mentir, hay algún que otro chico que me hace replantearme mi sexualidad. No obstante, estos se los dejo a mi compañero de piso y mejor amigo: Arnau. Nunca nos pelearemos por este tema. Mierda, no. He podido oír su vocecita retumbar en mi cabeza repitiéndomelo otra vez:

Cuando seamos sueños de papel | 21/02 EN LIBRERÍAS!!!Where stories live. Discover now